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Reportaje:

De la sardina al parquímetro

Cinco asociaciones de vecinos escenifican el 'entierro' de la máquina

Francesco Manetto

No enterraron sardinas. Ni lloraron por el fin de las fiestas de Carnaval. Eso sí, iban de luto y sollozaban, aunque sólo para escenificar "un año de resistencia" ante el Servicio de Estacionamiento Regulado (SER). Más de 100 personas, en representación de las asociaciones de vecinos de los barrios de Carabanchel Alto, Tetuán-Ventilla, la Paz, Fuencarral y del Pilar, desfilaron anoche entre la puerta del Sol y la plaza de la Villa para celebrar un entierro simbólico de los parquímetros que el Consistorio empezó a instalar hace un año.

Alrededor de las siete de la tarde algo comenzaba a llamar la atención de madrileños y turistas que pasaban cerca del kilómetro cero: capas, mantillas, velas y, como en todo funeral tradicional, decenas de plañideras vestidas de negro. "Ay, qué pena. Ay, Dios mío. Ay, con lo que te queríamos", lamentaba, megáfono en mano, Mari Cruz, del distrito de Fuencarral. Tres chicas de rasgos orientales estaban desorientadas: "¿Qué está pasando? Esto no es un carnaval normal, ¿verdad?", preguntaban sin renunciar a inmortalizar el pasacalle con la cámara de su teléfono móvil. Mientras, las típicas pancartas de compraventa de oro se mezclaban con otras más reivindicativas: "Vampirón cobrón", rezaban decenas de carteles, haciendo referencia al alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, y a la máscara que le ha representado en algunas manifestaciones de los últimos días: Ruiz-Vampirón. Ayer le dio vida un "tipo del montón", según quiso presentarse, bastante atrevido. Sierra en mano, amenazaba con cortar los árboles de la Calle Mayor, simulaba un orgasmo con un parquímetro de la zona, amedrentaba a los asistentes con sus colmillos afilados y bailaba con un macabro esqueleto que pretendía representar a la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre.

"Ay, qué pena. Ay, Dios mío. Ay, con lo que te queríamos", sollozaba Mari Cruz

"Cada uno celebra el Carnaval como quiera", comentaba divertido un transeúnte, mientras que los asistentes llegados en el último momento aprovechaban incluso unas bolsas de basura para poder seguir los ataúdes de riguroso luto. Las repartía Alberto, miembro de la plataforma Parquímetros fuera del Parque Eugenia de Montijo (Carabanchel): "El alcalde no nos deja ninguna otra opción", comentaba. "Esta noche enterramos un parquímetro de forma simbólica, pero esperamos poder enterrarlo de verdad muy pronto en los barrios periféricos", confiaba Jesús Otero, portavoz de la plataforma contra los parquímetros de Fuencarral y uno de los inspiradores de las protestas. "La mayoría de estos aparatos están rotos y en muchos casos ya no existen. Aún así la policía sigue poniendo multas", se quejaba otra vecina del llamado barrio 85, en el distrito de Fuencarral.

Los carnavales antiparquímetros, que terminaron ayer después de cinco días de festejos, no han sido, sin embargo, las únicas celebraciones reivindicativas de la capital. El domingo, unos 300 vecinos del distrito de Chamberí se manifestaron a ritmo de batucada y disfrazados en un Carnaval contra la creación de un campo de golf en el antiguo depósito del Canal de Isabel II.

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Vecinos de Carabanchel Alto, el Pilar, la Paz, Fuencarral y Tetuán entierran un parquímetro con<i> Ruiz-Vampirón.</i>
Vecinos de Carabanchel Alto, el Pilar, la Paz, Fuencarral y Tetuán entierran un parquímetro con Ruiz-Vampirón.ULY MARTÍN

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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