Cosas que importan
Después de escuchar a Aznar diciendo que ahora sabe, "como todos", que no hay armas de destrucción masiva, pero que entonces "todo el mundo" creía que sí, o a Rajoy responder a preguntas sobre los interrogatorios de Guantánamo con expresiones del tipo "yo, mire usted, es que estoy en otras cosas". E incluso a Pedro J. disertar, con desparpajo digno de experto, sobre el dinitritolueno y sus escandalosas repercusiones en el 11-M, he decidido tirar la toalla. Un solo minuto más empleado en desentrañar la enrevesada semántica que se esconde tras las declaraciones de los políticos (y los periodistas candidatos a serlo) en la España actual, ya me supone un esfuerzo mental de magnitud inabarcable.
Y es que no acabo de entender por qué la gente dedica tanto tiempo a pensar y discutir sobre asuntos que, en el mejor de los casos, sólo afectan a aquellos que los enuncian y a sus personales intereses, sin dejar hueco para otros, aparentemente más intrascendentes, pero de mucho mayor interés humano.
Por ejemplo, a mí lo que me gustaría saber son las auténticas razones del por qué el actor Billy Bob Thornton rompió su relación con Angelina Jolie. Desde luego no me creo que fuera por lo que él mismo declaró la semana pasada sin pudor alguno: dejé a Angelina para ver el fútbol en la tele. Según parece, para Thornton, la pareja no era compatible porque ella siempre estaba de viaje por el mundo como embajadora de la ONU ¡hasta en los fines de semana! No nos lo creemos, Billy. Es más, estamos seguros de que fue Angelina quien te dejó, para tu desgracia. Pero reconozco que es una pena que nadie nos lo explique.
También me gustaría saber qué es lo que pensaba realmente Eto'o cuando se abrazaba con Ronaldinho delante de las cámaras. Si el día anterior estaba "hasta los güevos", ¿qué pasó en la noche del 13 al 14 de febrero, al margen de San Valentín, que pueda explicar tamaño cambio de actitud? Hay quien piensa que todo fue un montaje diseñado para acaparar una pequeña parte de la atención mediática que tan sesgada ha estado en estos últimos tiempos hacia el Real Madrid. Si lo que vende son las crisis, pues ¡tengamos una crisis!, debieron pensar los estrategas del Camp Nou. Y el caso es que casi lo consiguen. Pero sólo "casi". Como muy bien dijo Casillas al día siguiente: si el Barça tiene una crisis, nosotros estamos en el lado oscuro. Y claro, otra vez el foco hacia la capital del Estado.
Otro asunto de notable interés antropológico se refiere a los chinos. Hace unos días hemos sabido que existe todo un plan de las autoridades para que los ciudadanos de aquel país respeten las colas. Al parecer se producen gigantescos tumultos en todos los puntos de acceso a cualquier lugar porque éstos desconocen el concepto de "prioridad para el que llegue primero". Están tan acostumbrados a que todo es de todos que no se dan cuenta de que el problema es que ellos son muchos y que, si no guardan turno, siempre ganará el más fuerte o el más descarado, y entonces, ay, tampoco sería justo. En España, por ejemplo, haría falta un plan similar porque aquí las colas no las respeta nadie, pero en nuestro caso no es tan grave porque somos pocos y solemos arreglarlo con pequeños improperios del tipo ¿adónde vas hijo de p...?
Pero nada de esto es comparable con el interés sociológico que despierta el presidente Chávez (esto sí es auténtico espectáculo). ¿Saben la última que se le ha ocurrido? Como su desastrosa política económica está llevando a Venezuela a tasas de inflación del 17%, ha decidido, de entrada, quitar tres ceros al Bolívar. Lo que valía mil, ahora vale uno. Miren si lo hace fácil. Y no sólo eso. Dado que los controles de precios que ha impuesto sobre los alimentos básicos han generado escasez (como ocurre siempre que se interviene en el mercado por razones progresistas) ahora amenaza con nacionalizar supermercados y distribuidoras de alimentos para abastecer ilimitadamente a la población a precios asequibles. La filosofía es tan simple que no se sabe muy bien por qué no la aplica todo el mundo. Usted quiere, por ejemplo, que los zapatos bajen de precio para que los pobres no vayan descalzos. Pues nada, decreta topes máximos. Y si esto provoca escasez porque, a ese precio, los empresarios no quieren producirlos, pues nacionaliza el sector, e voilá ¡todos los funcionarios a fabricar zapatos! ¿Será esta la versión continental del tan proclamado "socialismo o muerte" de su colega cubano?
En fin, lo que pretendo decir es que si usted consigue abstraerse de los avatares de la política nacional y fijarse en otras secciones periodísticas de menor trascendencia aparente para nuestra vida cotidiana, no sólo ganará tiempo y paz interior, sino que aprenderá cosas realmente interesantes a las que jamás prestó la más mínima atención. Créame, hay vida más allá de Aznar.
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