TAV: ¿solución?, ¿democrático?
Sostiene el autor que la 'Y' ferroviaria no es alternativa al transporte por carretera y critica la falta de discusión sobre su construcción.
Han pasado ya casi 20 años desde que en la cumbre europea de Cardiff (1988) se introdujera el eje Dax-Gasteiz entre las nuevas Redes Transeuropeas de Comunicaciones. Y a pesar del apoyo institucional desde los gobiernos de Bruselas, Madrid o Vitoria al proyecto de la Y vasca, éste ha resultado altamente controvertido y cuestionado tanto por los grupos ecologistas y sindicatos vascos (ELA, LAB, EHNE, STEE-EILAS..,) como por diferentes agrupaciones como AHT Gelditu Elkarlana o la Red para un Tren Social.
La oposición al TAV está bastante de acuerdo en que el transporte es quizás el problema socio-ambiental por excelencia en este país, tanto por el consumo de energía, como por la ocupación de espacio, la contaminación, el ruido, los accidentes o la congestión diaria del tráfico. Lo que no esta nada claro, a mi juicio, es que el TAV sea parte de la solución. Por desgracia la Alta Velocidad, no complementa sino que margina y suplanta al malherido ferrocarril convencional, como podemos ver aquí, en Aragón o en otros puntos de la península. El TAV es un modo de transporte que separa y divide el territorio, no acerca las poblaciones, ya que no dispone de paradas suficientes, y busca la velocidad para una elite que puede pagar las tarifas, aunque en el pago de su costosa infraestructura y de su mantenimiento vamos a escote.
El transporte es quizá el principal problema socio-ambiental, pero no está claro que el TAV sea la solución
Las mayorías institucionales no son suficientes para convencer y vencer democráticamente
Decir que el TAV solucionará en parte el problema de las mercancías que hoy anegan carreteras y autovías es simplemente propaganda, y añadir que se van a eliminar mil camiones diarios de la A-8, cuando se espera un crecimiento muy superior en los años de su construcción, es negar la evidencia. Mientras se siga considerando al transporte como una actividad comercial que debe generar crecimiento económico, no habrá soluciones ni ambientales, ni sociales. El crecimiento sostenido, además de un mito, es un cáncer.
Apostar por el tren es lo que hacen los opositores al TAV, porque lo uno y lo otro resultan incompatibles. ¿Dónde están los planes y presupuestos para mejorar, recuperar o introducir nuevas líneas de ferrocarril? Aunque el TAV lleva un retraso de 15 años, las diputaciones siguen apostando por el cemento en las carreteras y los gobiernos de Vitoria y Pamplona por el TAV como único ferrocarril a invertir. Eso es lo que hay.
Más allá de las críticas al modelo de transporte que la Alta Velocidad establece y a sus graves impactos, los detractores del TAV denuncian el oscurantismo con que este proyecto se ha gestionado y ponen en cuestión los mecanismos democráticos por los que el TAV acaba de entrar en fase de construcción. Esto es, una de las reprobaciones más extendidas contra la Y vasca es ser considerada como una imposición antidemocrática. Es curioso que, estando de acuerdo con el TAV las direcciones y los cargos institucionales del PP PSE, PNV y EA, uno de los argumentos centrales de la oposición al mismo sea su déficit democrático. Frente a esta potente crítica la respuesta de los representantes políticos en las instituciones suele ser, a mi entender, bastante peregrina. Una cosa es reconocer el derecho a tomar decisiones "en el ámbito de su competencia", cosa que por otro lado nadie discute, y otra distinta aceptar que la decisión tomada es adecuada para los intereses de la mayoría de la población. Cosa que evidentemente no ocurre. Ese es el quid de la cuestión.
No es de recibo escuchar que "si no están de acuerdo con tal decisión, que monten un partido político y se presenten a las elecciones", como decía Álvaro Amman, ya que tal postura descubre la incapacidad para demostrar en una discusión racional y transparente las bondades del proyecto infraestructural que se defiende. Y ese es precisamente otro de los reproches que los anti-TAV plantean a la mayoría parlamentaria vasca, la poca o nula capacidad de discusión, de debate y de contraste de pareceres entre los defensores del TAV y sus detractores. Cuando la estrategia comunicativa durante más de una década ha sido rehuir la discusión pública e ignorar la críticas al proyecto, silenciando los análisis críticos como si no existieran, es de esperar que los detractores de la Y vasca reivindiquen la falta de interlocución como un grave déficit democrático. Lo sucedido con el informe de análisis coste-beneficio realizado por Roberto Bermejo y sus colaboradores de la UPV es paradigmático. En vez de respuestas razonadas, descalificaciones e insultos. Sin información, transparencia y discusión abierta y permanente, la calidad de la democracia cae por los suelos. Al otro lado de los Pirineos, en un estado más centralista y con un proyecto de Alta Velocidad todavía en discusión, alrededor de 6.000 personas han tomado parte en un proceso de discusión sobre su trazado en 2006.
Cuando preguntamos a la gente de a pie sobre la Y vasca, la respuesta normal es decir que no se tiene ni idea. A pesar de la publicidad y propaganda institucionales de última hora, la poca información existente sobre la Y ha sido producida básicamente por los grupos anti-TAV.
Se puede recurrir al silencio, a la marginación e incluso a la criminalización de la oposición al TAV, ligándolos con oscuras estrategias y planes violentos, pero eso no da patente democrática al gobernante o grupo mediático que lo practica. Tras 20 años de oposición a una obra de infraestructura de tal calibre, lo democrático es el contraste de las ideas y en su caso el recurrir a la voluntad popular para avalar los proyectos. Para bien o para mal, la ciudadanía de Salzburgo decidió así el rechazo al proyecto Guggenheim en su ciudad. En Finlandia se aprobó por referéndum la puesta en marcha de la central nuclear de Olkiluoto 3 en retardado proceso de construcción. Son sólo ejemplos.
Aquí, consejeros y parlamentarios de distintas siglas e ideologías se rasgan las vestiduras porque en aquellos pueblos donde el TAV pasa, pero no para -como en Urbina, los concejos de Gasteiz, Itsasondo o Aramaio- se organicen consultas populares y aseveran que, pese a tales intentos de denostar su TAV, este se hará.
Vivimos en un pequeño país que tiene demasiados conflictos ambientales a pesar de ser campeones en la implantación de Agendas 21 para el desarrollo local sostenible, donde participan con ilusión miles de ciudadanos; un país que ha vivido y vive experiencias como la de Lemoniz o la de Itoiz, y que nos demuestran que las mayorías institucionales o el acuerdo de los partidos políticos no es suficiente para convencer y vencer democráticamente.
Aún hay tiempo de evitar mayores males sociales y ambientales. También económicos. Para ello la mejor herramienta que tenemos es la discusión razonada, la deliberación libre y enriquecedora y la toma democrática de decisiones que nos afectan a todos. La vía democrática es consultar a la gente.
Iñaki Barcena es profesor del Departamento de Ciencia Política de la EHU-UPV y miembro de Ekologistak Martxan
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