EE UU: un presupuesto típicamente 'neocon'
Un ejercicio de fantasía
HAGAMOS CASO al economista J. Bradford Delong cuando recomienda a los que escriben de números que los pongan en su contexto para que se entiendan. Bush ha presentado el borrador de presupuestos de Estados Unidos para el próximo ejercicio fiscal: 2,9 billones de dólares. De ellos, 716.500 millones, un 11% más que el año anterior, serán gastados por el Pentágono. Dos reflexiones sobre el gasto militar: es superior a la renta total anual de los 800 millones de habitantes de África, y Bush lo ha subido en los seis años que lleva en la Casa Blanca más de un 60%.
Los gastos militares propuestos por Bush para el próximo ejercicio fiscal superan los 700.000 millones de dólares, lo que supone más de la renta total anual de los 800 millones de habitantes de África. Esto es ideología
Hace ya más de un lustro que Paul Krugman demostró que algunos de los componentes presupuestarios que proponían los neocons, incluso antes de llegar al Ejecutivo -hasta ahora no tenían contrapeso alguno en el poder legislativo-, eran de carácter ideológico y no se correspondían con la coyuntura económica. Por ejemplo, la reducción de los impuestos a las rentas del capital; en el extremo existía la ensoñación de los neocons de hacer desaparecer los gravámenes sobre las rentas del capital, con lo que se pasaría a un sistema en el que sólo se gravarían los salarios. También se ha sabido que la invasión de Irak estaba programada en las mentes de los Wolfowitz, Cheney, antes de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Con esas premisas ideológicas, el esquema de política económica era el siguiente:
1. Bajada de los impuestos de las rentas del capital con el argumento de la necesidad de estimular la economía, primero a corto y luego a largo plazo. Cuando la coyuntura se recupera (crecimiento del PIB del 3,5%), no se reestablecen los equilibrios, sino que las reducciones se hacen permanentes. Se estima que el coste de las bajadas de impuestos en 2001 y 2003 -que ahora quieren hacer constantes- han costado al erario público 1,6 billones de dólares en una década.
2. Incremento de los gastos militares basado en la "guerra contra el terrorismo". La primera estimación oficial, allá por 2001, cuando comenzó la invasión de Irak, no llegaba a los 100.000 millones de dólares. En 2003, el asesor económico de Bush, Larry Lindsay, sugirió que el coste podría llegar a los 200.000 millones. La Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO) ha estimado hace pocos días que la guerra contra el terrorismo había pasado ya una factura de 503.000 millones de dólares, y que el coste, dependiendo de su fin, puede superar los 800.000 millones. Los economistas Scott Wallsten y Katrina Kosec dicen que tomando en cuenta "muchos, pero no todos los costes", el resultado es de medio billón de dólares y otro medio billón que vendrá; hacen referencia a los costes directos "sumados a los presupuestarios, que incluyen (pero no se limitan a) la productividad civil perdida de los miembros desplazados de la Guardia Nacional y los reservistas, y los derivados por fallecimientos y daños físicos". Por último, el Nobel Stiglitz y la economista Linda Bilmes cuantifican un coste de dos billones de dólares y explican que hay muchos gastos que no aparecen en ningún presupuesto.
3. Se multiplica el déficit público, y los economistas republicanos (y demócratas) más ortodoxos se alarman. Método de paliarlo: reducir las partidas de los gastos sociales: salud (Medicare), jubilados y discapacitados (Medicaid) y pensiones (Seguridad Social). A la política económica vigente se añaden los problemas objetivos relacionados con la demografía. A día de hoy, el gasto público en pensiones y salud es el 7% del PIB; en 2030, las proyecciones indican que puede llegar al 12%. Las generaciones del baby boom están a punto de comenzar a jubilarse: en la actualidad, tres trabajadores soportan la carga de un jubilado; en dos décadas, serán sólo dos.
En este marco, o se privatizan estos gastos sociales (el sueño incumplido de Bush), o la tesis de volver al superávit en el año 2012, con el mismo nivel de impuestos, es una fantasía con la intención de engañar.
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