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Un menor, acusado del crimen de Catania

Enric González

Tiene 17 años, juega al rugby, es hijo de un obrero industrial y un ama de casa y carece de antecedentes penales. Esto es lo que se sabe de A. S., un muchacho de Catania al que la policía acusa del homicidio del inspector Filippo Raciti. Fue detenido el martes bajo la acusación provisional de violencia y resistencia a la autoridad, aunque ya entonces se le consideraba el responsable de una agresión que ha sacudido Italia y ha dejado el calcio al borde del abismo. Le incriminaban las cámaras de televisión, pero las imágenes eran demasiado borrosas como para constituir una certeza.

El momento decisivo llegó ayer. A. N. fue conducido a una sala en la que había otros detenidos, todos menores. Cuando los policías se marcharon, uno de ellos le preguntó a A. N. si estaba implicado en la muerte de Raciti. Una cámara oculta captó el asentimiento con la cabeza y el movimiento labial de A. N.: "Sí, fui yo".

El joven, sin embargo, siguió proclamando su inocencia en un interrogatorio posterior. Cuando sus padres pudieron visitarle, se abrazó llorando a la madre: "Mamá, te juro que no fui yo, te lo juro", dijo. El abogado de A. N., Giuseppe Lipera, explicó que su cliente rechazaba las acusaciones. Los padres, por su parte, aseguraron que la policía estaba cometiendo "un terrible error".

La investigación seguía en marcha, ya que A. N. era acusado de homicidio voluntario "en compañía de otros, por el momento desconocidos". El menor fue identificado por unas imágenes en las que se le veía golpeando a Raciti con el soporte de un lavabo arrancado de unos servicios del estadio. A. N., o la persona filmada, llevaba el rostro cubierto. Luego se veía al mismo joven intercambiando su jersey con el de otra persona y poniéndose al revés la nueva prenda, se supone que para evitar ser reconocido.

Las imágenes parecían indicar que los golpes asestados con el lavabo habían reventado el bazo y dañado el hígado del inspector, hiriéndole mortalmente. El policía, tras unos instantes de dolor, regresó a su automóvil. Media hora después sufrió el impacto de un petardo y, debido a su estado, no pudo escapar de las emanaciones de la explosión, que le dañaron los pulmones de forma irreversible. Murió al cabo de una hora.

La policía siciliana contaba con el testimonio de un detenido dispuesto a delatar a sus compañeros por clemencia. El confidente dio numerosos nombres, entre ellos el de Alan di Stefano, uno de los principales dirigentes de la ultraderechista Forza Nuova en Sicilia.

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