La hermana que no quiso ser la hermanísima
Los amigos de Érika Ortiz, que siempre intentó estar en un segundo plano, aseguran que no llegó a recuperarse de su separación
Una de las pocas veces que se le ha visto perder la compostura a la princesa de Asturias fue para defender a su hermana menor. Ocurrió una semana antes de su boda, en mayo de 2004, durante una recepción organizada por el Ayuntamiento de Madrid en la Casa de la Villa. Doña Letizia llegó sonriente del brazo del que entonces era su prometido, pero el gesto se tornó sombrío cuando se acercó a una periodista que ese día había escrito de Érika, a la que calificó como la "hermanísima". "De hermanísima nada, ella trabaja mucho", proclamó la Princesa.
Érika Ortiz, de 31 años y licenciada en Bellas Artes, trabajaba en el departamento de escenografía de la productora de contenidos para televisión Globomedia desde junio de 2005. Pertenecía al departamento de diseño y se había encargado de la decoración de Habitación 623 y de Anónimos, dos programas de la cadena de televisión La Sexta.
Trabajaba como decoradora en la productora de televisión Globomedia
La semana pasada, una revista mostraba a la hermana de Letizia con un nuevo acompañante
La productora manifestó ayer una "gran tristeza" por la muerte de Érika Ortiz, de quien destacó "una gran dedicación y profesionalidad en los proyectos emprendidos, ganándose con ello el respeto y el cariño de sus compañeros".
La hermana menor de doña Letizia, que había estado de baja por estrés y ansiedad en los últimos meses, se incorporó el pasado viernes a su trabajo, pero pidió dos días más para resolver asuntos personales. Ayer, tenía que haber regresado. Emilio Aragón, presidente de Globomedia, había pensado que la hermana menor de la Princesa se incorporara a la Fundación que acababa de crear.
Antes de llegar a Globomedia, donde decía encontrarse muy a gusto, Érika vivió tiempos más convulsos.
Cuando en noviembre de 2003 se anunció el compromiso oficial de los príncipes de Asturias, ella vivía en un humilde piso del madrileño barrio de Usera e intentaba abrirse paso en el mundo del arte junto a su entonces pareja Antonio Vigo, padre de su única hija, Carla.
Arrastrada por una rápida fama como cuñada de don Felipe, fue nombrada directora de Comunicación de la revista Arte, propiedad de la editorial italiana FMR (Franco Maria Ricci), grupo en el que también ejerció como relaciones públicas.
Fue en esa época cuando concedió un par de entrevistas y ofreció una imagen más glamurosa. Pero este trabajo nunca le encajó, porque precisamente a Érika lo que más le costaba era relacionarse en sociedad, vencer su timidez. También hizo alguna incursión en el diseño teatral, donde llegó a hacer una escenografía de La bella durmiente.
Amigos de Érika aseguran que por encima de todo estaba obsesionada porque nada de lo que pudiera hacer perjudicara la imagen de su hermana Letizia. Por eso, cada vez que un fotógrafo la pillaba y salía en portada de una revista se llevaba un disgusto.
En Globomedia, Érika conoció a Roberto García, un cámara de televisión con el que mantuvo una relación de varios meses tras separarse hace un año del escultor Antonio Vigo.
La semana pasada, la revista Pronto ofrecía en portada una imagen de Érika con un nuevo acompañante en actitud cariñosa. A pesar de esta aparente felicidad que reflejaba la revista parece que ella no lo era.
Sus amigos aseguran que tras la separación de Antonio Vigo, Érika se sumió en la tristeza y también comenzó a tener problemas económicos. Pero cuando los problemas la acosaban siempre tuvo al lado a toda su familia.
Érika tenía una relación muy especial con su padre Jesús Ortiz, con quien compartía la afición por la equitación. En su madre Paloma Rocasolano encontraba el apoyo del día a día. Por eso era muy normal que Carla pasara muchas horas en casa de su abuela, y que ella la llevara y recogiera del colegio.
La nueva vida Letizia tampoco mermó la relación entre las hermanas, que siempre fue muy estrecha. La Princesa siempre estaba al tanto de las novedades de Érika y sentía un especial cariño por su única sobrina carnal, Carla, que fue una de sus damas en la boda real.
Cuando Letizia se marchó a vivir al palacio de La Zarzuela cedió su piso de Valdebernardo a su hermana menor; piso en el que ayer fue hallada muerta.
Aunque la Casa del Rey nunca informa de las actividades privadas de los miembros de la familia real se sabe que tanto los padres de la Princesa como sus hermanas y abuelos son habituales en la residencia de los Príncipes.
El día de Navidad fue el último en que toda la familia se reunió para almorzar. En la mesa se sentaron en esa ocasión también los abuelos maternos de la Princesa y Telma, llegada desde Asia donde trabaja como cooperante.
A todos se les vio días después en una función del Circo Mundial con la pequeña Carla, a todos menos a Érika que esos días estaba especialmente triste, una tristeza de la que nunca logró recuperarse.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.