El maleficio de San Mamés

Con Heynckes en el banquillo, el Athletic pilló una racha de victorias siempre que tenía que jugar con el segundo equipaje. El técnico alemán dijo con ironía que igual el Athletic debía ir pensando en cambiar de equipación. No se sabe si debió hacerse, pero vista su racha en San Mamés, quizás también deba ir pensando en cambiar de campo. Entre toda la pasada temporada y lo que va de la presente, el equipo bilbaíno sólo ha conseguido ocho victorias y, ciñéndose a la actual, sólo ha conseguido hasta ahora doblegar al Recreativo.

Contra el Betis del bien recibido Luis Fernández, que no festejó los goles de su actual equipo, vivió más de lo mismo: aturdimiento general, un cierto barullo, reiteración en las jugadas y un pavoroso desierto en las bandas que hace su juego más previsible y más fácil de contener para el contrario. Lo malo del análisis rojiblanco es que no hay más y Mané mueve los pocos hilos que le quedan en el cesto (harto de lesiones y sanciones) a sabiendas de que se dará más de un pinchazo. Ayer fue el enésimo ante un rival aseadito, con buen juego de medio campo y flojita defensa (el portero la verdad es que no ayuda a serenarlos) que marcó las dos veces que disparó a puerta y vivió de los errores de su rival en ambas porterías. Tiene el Betis buena pinta con el trabajo a destajo de Vogel, el buen hacer de Rivera y los movimientos eléctricos de Robert, pero con eso no bastaba para ganar un partido que apenas buscó. Tocó bien, atacó poco y remató casi nada. Y ganó. Misión cumplida. Bien es cierto que para ello encontró la colaboración necesaria de un Athletic que repitió sus errores. Primero Sarriegi se durmió al tirar el fuera de juego... y marcó Robert. Después, encajó el segundo gol en un saque de banda, cuando a Amorebieta se le coló el balón entre las piernas y remató Pancrate. Al delantero francés se le puede apodar desde ya el meteórico: fue presentado el sábado, Luis Fernández le incluyó en la convocatoria ante la retahíla de bajas, debutó en el minuto 73, y en el 76, en el primer balón que tocaba como futbolista de la Liga española, anotó su primer gol. El ex del PSG no es precisamente un goleador (nunca ha pasado de cinco goles por campaña) pero ayer seguramente fue el jugador más feliz del Betis.

El Athletic se enredó consigo mismo y con el árbitro (muy desafortunado y disperso) al que reclamó penalti tras penalti hasta que en la prolongación le concedió uno a Urzaiz en otra cantada de Toni. Urzaiz, que luego lo transformó, le miró con cara de pocos amigos y gesto de contrariedad como diciendo "ahora pitas penalti, a estas alturas del partido". Lo lanzó tan cabreado con el balón como con el árbitro: fuerte y por el centro. Pero no servía de nada. Lo malo para el Athletic había ocurrido antes: la baja forma de Aduriz, el mal partido de Yeste, los errores defensivos individuales. Y, para el Betis, la felicidad de su porcentaje de acierto.