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Columna
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Tomate a la italiana

Dicen que si hablas con Dios, eres una persona religiosa; pero que si Dios habla contigo, estás como un puñetero cencerro. Probablemente sea eso, una cuestión de pura perspectiva, en función de si la mirada está detrás o delante del espejo. Como sea, el último numerito de Berlusconi, con su mujer clamando su antiestética cornamenta en las páginas del serio diario La Repubblica, tiene más de una mirada, especialmente en función de si uno es la mujer airada o es el macho salido. Pero de todas las perspectivas posibles, personalmente me interesa -y me preocupa- la mirada periodística que ha permitido, alimentado y mimado el culebrón rosa del negro político. A estas alturas del currículo del Cavaliere, no podemos saber si realmente estamos ante un salto de cama mal llevado o ante una exótica estrategia para ganar espacio mediático y, quizá, algo de simpatía popular. Todo es posible en la biografía de un personaje cuyos escrúpulos son especialmente frágiles. En cualquier caso, siempre resultará patético el espectáculo de la intimidad embarrada en el fango de la exhibición pública, troceada bajo los focos del marujeo colectivo. Dinamita para la dignidad. Como he tenido sobre la mesa -y he rechazado- algunas jugosas propuestas para exhibir mi vida públicamente, y sé que la tentación se mide en miles de euros, puedo asegurar hasta qué punto la intimidad es un producto del mercado. El negocio económico que mueve la industria rosa es tan estratosférico que hoy puede ser considerado un auténtico lobby, no en vano ejerce su reinado más allá del pudor de los vivos y de la exigible paz de los muertos. ¿Todo vale en el planeta rosa? Hasta el momento, parece que casi todo vale, para desgracia de unas leyes que, en materia de intimidad, lo dejan todo por desear. ¿Sería pensable, en Francia, que una cantante estuviera viviendo en una auténtica cárcel de vidrio, sin libertad para hacer ni un solo movimiento libre de focos, diretes y todo tipo de despellejes en la plaza televisiva? Lo digo sin tener nada que ver con el personaje, pero la persecución lacerante, intensa e interesada a Isabel Pantoja, cuya libertad ha desaparecido de cuajo ante la indiferencia colectiva, es el paradigma de la desprotección que la intimidad padece en España.

Con el currículo del Cavaliere, no se sabe si es un salto de cama mal llevado o estrategia para ganar simpatía popular

El artículo, sin embargo, no tenía la intención de hablar del planeta rosa, sino de la contaminación que lo rosa está ejerciendo en el periodismo serio. Desde mi punto de vista, lo más surrealista del esperpéntico episodio de los Berlusconi, es que el diario La Repubblica haya sido la plataforma para exhibirse. Lentamente, pero con notable eficacia, las rotundas fronteras entre la información periodística y el cotilleo cutre van desdibujándose, hasta el punto de que hemos podido ver, en los informativos públicos, informaciones que eran propias del Tomate. No se trata sólo de la presión que el share ejerce sobre todas las cadenas a todas horas. Se trata de una lenta y gradual dejación de la responsabilidad periodística, y de una seria confusión entre lo que es información y lo que es espectáculo. El ejemplo de Berloscuni vuelve a ser sintomático. Si su mujer quería ventilar sus conflictos amorosos con el marido, lo lógico habría sido usar las revistas del corazón, o algún programa rosa de la televisión, o incluso cualquier confidencial de moda. Sin embargo, planificó el asalto a La Repubblica con el nada escondido objetivo de dotar a su chisme barato de una cierta dosis de categoría. Y el problema es ese: que no tuvo problema. No sé si los responsables del venerable periódico italiano tuvieron alguna crisis de conciencia o si debatieron los entresijos de su código deontológico, pero lo que parece evidente es que no quisieron perder una información suculenta, a pesar de las renuncias periodísticas que ello implicaba. Me dirá alguien que la información sentimental de un político tiene valor político, sobre todo si es su mujer quien la proporciona. Y habrá quien me recordará, como ejemplo mucho más soez, lo de Clinton y Lewinsky. No estoy de acuerdo en ninguno de los casos, primero porque no creo que esa información tenga otro valor que el del circo rosa. No sólo no aporta nada al debate político, sino que le sustrae rigor y seriedad. Y segundo, porqué el tema Lewinsky implicaba la mentira de un presidente en el ejercicio de su cargo, y esa es harina de otro costal. De manera que, desde mi punto de vista, La Repubblica no se apuntó un tanto periodístico, sino que se sumó al lento proceso de degradación que el periodismo serio está padeciendo en manos del espectáculo del cotilleo. La contaminación de este último respecto al primero me parece un hecho ya probado.

¿Estamos acercándonos al Tomate? Los síntomas son múltiples y bastante notables, hasta el punto de que las fronteras empiezan a desdibujarse en ambos lados. Marbella, como botón de muestra. En estos tiempos de corrupción revuelta, hemos vivido el revoltillo de ver como programas rosas se convertían en especialistas en corrupción, y programas serios convertían a los personajes del colorín en materia informativa. Ni las Maite Zaldívar, ni los pringadillos estilo Julián, ni las cantantes de copla son la esencia del escándalo Marbella; sin embargo, ¿qué telediario se sustrajo a la tentación de abrir con la detención de la Zaldívar? ¿Y cuál era su única notoriedad, sino la de ser un personaje permanente de los platós del corazón? Quizá sea un fenómeno imparable, como es imparable el lento viraje hacia el amarillismo y la crónica negra en los informativos, ambos a dos hermanos gemelos del periodismo de espectáculo. Veremos, pero en el entreacto, reflexionemos.

www.pilarrahola.com

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