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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sarko contra Ségo

El ministro del Interior francés, Nicolas Sarkozy, que hoy debería ser elegido por aclamación candidato del partido gubernamental UMP a la presidencia de Francia, podría estar de acuerdo con una de las imbatibles fórmulas de otro gran campeón del conservadurismo a la francesa, Chateaubriand, cuando decía que lo contrario de la revolución no es la contrarrevolución, sino una revolución contraria; porque ése es su mensaje básico al electorado.

¿En qué consiste esa revolución contraria de Sarko, destinada a batir a la candidata socialista, la dinámica Ségolène Royal? El líder derechista se dedica a recoger banderas donde le sea posible, populistas e incluso ultras, proponiendo mano dura contra la racaille -escoria- de los suburbios, lo que le convierte en adalid de la seguridad y de la lucha contra la inmigración indeseada; e, igualmente, preconiza una reconstrucción del aparato productivo y de las relaciones de producción que, mientras es sólo candidato, no teme vincular con la eficacia del empirismo anglosajón. Frente a una cierta flotación de Royal, posee, al menos, el mérito de la claridad.

Pero tanta claridad, tan peculiar regeneración, unidas a la facilidad innata del candidato para hacer enemigos, explican que sea la propia derecha la que más gustosamente le vapulee. Así, sus pares le califican de "inquietante", pasado de ciclotímico, con todo lo que entraña de inclemente y mercurial. Y lo que es peor, que sus posibilidades de batir a la socialista en una segunda vuelta no serían excepcionales; tanto que hay gaullistas que han dicho que votarían por su rival, más asimilable a la idea de grandeur que patentó para el PS el presidente François Mitterrand. Y hasta la presentación del presidente Jacques Chirac para un tercer mandato se contemplaría en esa tesitura.

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¿Qué le conviene a Francia?; ¿qué le conviene a España que le convenga a Francia? Un examen de medicina general; que vuelva a funcionar el rodillo de fabricar franceses procedentes de la inmigración, como durante gran parte del siglo XX; un país mucho más competitivo en lo científico y tecnológico; que la educación ciudadana recobre una excelencia que fue suya. ¿Y España? Todo lo que sea bueno para Francia lo será también para su vecino al sur de los Pirineos.

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