Hugo Viana, lastre y salvador
Un gol del medio luso, silbado hasta entonces, encamina la quinta victoria seguida del Valencia ante un Levante muy plano
El capricho del gol redime la vida del futbolista, por muy mediocre que sea. Así lo sintió anoche Hugo Viana, un lastre primero y un salvador después. De hecho, sin él el Valencia no habría obtenido su quinta victoria consecutiva. Gracias a su bota derecha, pese a ser zurdo cerrado, en un disparo que se tragó Molina. Y que desnudó a un Levante raquítico que, hasta ese instante, sólo se dedicó a destruir. Después, ni eso. Llegaron los tantos de Morientes y, sobre todo, de Ayala, que lo celebró como un gol de final de Copa de Europa: tal es su rabia contra los dirigentes del club, que se resisten a renovarlo.
VALENCIA 3 - LEVANTE 0
Valencia: Cañizares; Miguel, Albiol, Ayala, Curro Torres; Angulo, Albelda (Marchena, m. 80), Baraja (Hugo Viana, m. 30), Silva; Morientes (Joaquín, m. 58) y Villa. No utilizados: Butelle, Jorge López, Cerra y Pallardó.
Levante: Molina; Descarga, Álvaro (César, m. 54), Alexis, Rubiales (Robert, m. 62); Ettien, Camacho, Berson, Courtois; Nino (Reggi, m. 67) y Riga. No utilizados: Cavallero, Manolo, Tommasi y Luyindula.
Goles: 1-0. M. 51. Hugo Viana marca de disparo raso y pegado al poste. 2-0. M. 55. Centro de Miguel, volea de Silva y remate de Morientes. 3-0. M. 79. Ayala, de cabeza a centro de Villa.
Árbitro: González Vázquez. Amonestó a Ayala, Camacho, Albelda, Ettien, Alexis, Curro y César.
Unos 45.000 espectadores en Mestalla.
Ayala marcó el tercer tanto y lo celebró con una rabia desatada: era un mensaje al palco
Siguiendo el credo de López Caro -"las faltas son un signo de agresividad, un valor básico", afirmó-, el Levante cometió diez infracciones en 25 minutos. A buen ritmo. Es el equipo que más faltas hace de la Liga, 23 por partido, y anoche en Mestalla volvió a repetir esa cifra de la que el técnico se siente tan orgulloso. Claro que el Valencia casi le igualó: 20. Y entre todos convirtieron cada acción en una emboscada. Y el partido, en un territorio muy abrupto.
En un campo tan minado, Silva emergió como un diamante. Su gol en el último minuto ante el Getafe, el miércoles en la Copa, puede haberle servido para adquirir el punto de cocción que le faltaba. Ya no hay dudas: apenas cumplidos los 21 años, es el más desequilibrante del Valencia. Así lo entendió López Caro, que ordenó pararlo a cualquier precio. Ettien lo logró con un blocaje. Aun así, el zurdo grancanario pudo con Ettien y con Descarga, y sirvió en bandeja dos pases de gol. El primero, un centro en forma de plátano desde la izquierda que Morientes picó fuera. Y el segundo, un pase raso, en el instante justo, para dejar solo ante Molina a Angulo, que disparó mordido y al centro. Mal. Fueron sendos contragolpes, la única manera de pillar desprevenida a la expeditiva defensa azulgrana.
El Valencia recibió una pésima noticia a la media hora: se retiró lesionado Baraja. Pésima por lo que él representa y también por lo que representaba su sustituto, Hugo Viana, cuya actuación el miércoles en Getafe fue un monumento a la inanidad. El centrocampista portugués, de 24 años, fue en su día una de las mayores promesas del fútbol luso que, con el paso del tiempo, se ha ido difuminado. La grada le expresó su ira tras un par de pases al vacío y ahí saltó Quique para animarlo, para tratar de salvarlo anímicamente. Con resultados providenciales. Previamente, el Levante había sufrido una acción desgraciada que cambió el curso del encuentro: la lesión de Álvaro. El mejor de los defensas granota cayó mal en una salida de Molina y, mientras intentaba recuperarse, el Valencia aprovechó ese hueco para marcar. Presa de los abucheos, Viana disparó raso y sin demasiada fuerza. La sorpresa fue que Molina, tapado tal vez, se estiró demasido tarde. Viana se rebeló así contra su destino y, a partir de ahí, mejoró considerablemente su juego. Es la historia tantas veces repetida: el fútbol no se juega con los pies sino con la cabeza.
Abierta la jaula, el Levante se encontró sin coartada y el Valencia se quitó un gran peso de encima. Morientes, muy gris toda la noche, apeló a la suerte de los goleadores: un empalme pifiado de Silva rebotó en el 9 y acabó en su séptimo tanto de la temporada.
Y llegó el tiempo para Joaquín, reservado por Quique para la última media hora, cuando el rival está cansado. Camino de convertirse en un especialista de lujo, si no fuera porque nadie olvidará jamás que Soler pagó por él 25 millones. Sólo con el partido desbocado, López Caro encontró un espacio para su futbolista más artístico, Robert, que le envió un centro precioso a Reggi, cuyo cabezazo a bocajarro salvó una mano de Cañizares, lleno de reflejos. En un equipo tan limitado técnicamente como el Levante parece una herejía condenar a Robert a tantas horas de banquillo. Con la vieja excusa de siempre: López Caro quiere a jugadores comprometidos.
Quedaba el gol de Ayala, su primer tanto en la Liga, un puro acto reivindicativo. El central argentino ha sufrido mucho en la presente campaña, ha advertido su amigo Cañizares. Tenía motivos para ello. Soler renovó a Cañizares, pero ninguneó a Ayala, cuyo juego, además, había decaído en picado. Hasta que renació hace una semana en El Madrigal. Demostró que sigue siendo uno de los mejores centrales del planeta. Y que, pese a todo, quiere quedarse en Mestalla.
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