_
_
_
_
Reportaje:

Otro avispero en el Cáucaso

La intento de secesión de Osetia del Sur complica las relaciones entre Rusia y Georgia

Pilar Bonet

El deterioro de las relaciones entre Rusia y Georgia ha atrapado a Osetia del Sur, una región secesionista de 3.900 kilómetros cuadrados (la mitad que la provincia de Valladolid) y 70.000 habitantes, enquistada en la vertiente meridional de la cordillera del Cáucaso. Los osetios del Sur afirmaron su identidad con las armas en la mano ante Georgia en 1991-1992 y se declararon independientes de forma unilateral en 1992. Ningún país los ha reconocido y la pugna entre Moscú y Tbilisi está reduciendo las opciones de esta comunidad caucásica a un dilema entre integrarse en el Estado georgiano o asimilarse a Rusia.

En 2007, España deberá ocuparse de Osetia del Sur en calidad de presidente de turno de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa, integrada por 56 Estados). Esta organización participa en el mecanismo de resolución del conflicto, que fue concertado por georgianos, rusos y osetios en 1992. Tres batallones (uno georgiano, otro ruso y un tercero con efectivos de Osetia del Sur y de la vecina provincia rusa de Osetia del Norte) mantienen el alto el fuego en una zona, donde los pueblos osetinos y georgianos se suceden y se mezclan como en un mosaico.

El pasado noviembre los osetios votaron en referéndum sus deseos de independencia
La región secesionista del Caúcaso es un territorio empobrecido de 70.000 habitantes
Más información
Los agujeros negros de la URSS

En Kurta, uno de esos pueblos georgianos enquistados en Osetia del Sur, el Gobierno de Tbilisi ha apoyado la elección de un "presidente osetio alternativo" con la esperanza de dividir a los separatistas. El presidente georgiano Mijaíl Saakashvili, que llegó al poder en 2003, desea la retirada de las tropas rusas, a las que contempla como fuerzas ocupantes. Mientras tanto, el régimen separatista de Tsjinvali considera la presencia rusa como garantía del alto el fuego.

Georgia trata de incorporar a un grupo de ex funcionarios osetios renegados del independentismo a los mecanismos reguladores del conflicto, que hoy se encuentran estancados. En espera de que se desbloqueen las negociaciones entre Rusia, Georgia y los independentistas, la OSCE intenta mejorar la situación económica. Para ello, gestiona un programa de rehabilitación y desarrollo por valor de 10 millones de euros destinado a aliviar las privaciones cotidianas de los 70.000 residentes en este territorio empobrecido y cada vez más despoblado.

El 12 de noviembre pasado, los separatistas osetios reafirmaron en un referéndum la voluntad de independencia que habían expresado en otra consulta popular en 1992 y reeligieron a su presidente, Eduard Kokoiti. El mismo día, Georgia se apuntaba un tanto mediante la "elección" de un "presidente alternativo" de Osetia del Sur en la persona de Dmitri Sanakóyev, un antiguo jefe de Gobierno y ex ministro de defensa separatista, que ha renegado de sus convicciones y se ha establecido en Kurta, un pueblo georgiano a 6 kilómetros de Tsjinvali.

Ninguno de los comicios tiene validez internacional, pero la "elección" de Sanakóyev permite a Georgia considerar a Kurta la capital de un régimen osetio leal al Gobierno central de Tbilisi. Georgia trata así de crear una escisión en las filas osetias con una estrategia parecida a la que ha adoptado en el valle de Jodor, en Abjasia, el otro territorio secesionista con el que se enfrenta.

El dinero fluye en abundancia desde Tbilisi a Kurta. Sanakóyev ha instalado su administración en lujosas dependencias, decoradas con opulentos mármoles y mullidos sillones. Sanakóyev, que aspira a beneficiarse del presupuesto estatal georgiano ya en 2007 y a controlar un puesto aduanero en el futuro, se niega a revelar los nombres de los "empresarios" de Tbilisi que, según él, le han financiado.

Desde la capital de Georgia han llegado a Kurta policías georgianos y decenas de miembros de las tropas de intervención especial, que protegen al "presidente alternativo" y a su equipo. Una cadena de televisión, Alania, emite desde Tbilisi en apoyo de los osetios progeorgianos.

El "presidente alternativo" de Osetia del Sur, que luchó en el pasado por la independencia, se conformaría hoy con un estatus como el de la república de Tatarstán en la Federación Rusa. "Georgia no reconocerá nunca la independencia de Osetia del Sur y no es lógico luchar por una independencia que perderé porque me matarán", afirma Sanakóyev.

En Tsjinvali, Senakóyev y sus allegados son considerados como "traidores", vendidos a Tbilisi. "Esa gente ha muerto para nosotros", dice el ministro de exteriores separatista, Murat Dzhioyév, que los tilda de "gobierno de marionetas".

El mercado de Tsjinvali está lleno de naranjas georgianas baratas, que, debido a las sanciones de Moscú, no pueden ser exportadas a Rusia. Las sanciones contra Georgia no se aplican, sin embargo, a Osetia del Sur. Los independentistas osetios controlan el túnel de Roka, que es la única vía de comunicación con Georgia, abierta en la cordillera del Cáucaso. Por el túnel, los independentistas exportan sus productos a Rusia y pueden viajar a ese país.

En el equipo del presidente Kokoiti, la presencia de rusos de origen es apabullante. De Rusia son el jefe del Gobierno, Yuri Morózov, el ministro del Interior, Mijail Minzáyiev, el de Defensa, Andrei Láptev, y el presidente del Comité de Seguridad del Estado, Borís Atóyev, que trabajó en los órganos de seguridad del Cáucaso del Norte y Moscú. En Tsjinvali confían en los pacificadores rusos, pero están preocupados por la militarización de Georgia, cuyo Ejército se ha fogueado en Afganistán e Irak.

El sistema educativo no permite vaticinar un entendimiento entre las comunidades vecinas, porque los responsables de la enseñanza no se preocupan siquiera de dotar de un idioma común a los niños. En Tsjinvali, las escuelas osetias dan prioridad al idioma ruso por encima del osetio y no imparten clases de georgiano. En Kurta, se estudia en georgiano, pero no el osetio ni el ruso.

Ciudadanos de Osetia del Sur brindan tras el referéndum por la independencia de la región separatista del Caúcaso el pasado 12 de noviembre.
Ciudadanos de Osetia del Sur brindan tras el referéndum por la independencia de la región separatista del Caúcaso el pasado 12 de noviembre.EFE

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_