Palabras en el viento
Una de las mayores mentiras que se han contado jamás es que las palabras se las lleva el viento. No es verdad, hay palabras que se dicen una vez y se quedan en uno para siempre, algunas clavadas como un puñal, otras como una flor, otras como una cruz. Las palabras no se vuelan, ni se deshacen, porque no son algo etéreo, sino sólido, y por eso hay quienes las abren por la mitad, les meten cosas dentro y las manipulan.
A Juan Urbano le gustaba muchísimo la iluminación navideña de algunas calles de Madrid con palabras como "paz" o "amor" hechas con bombillas blancas, escritas en muchos idiomas y colgadas en el aire. Se preguntó a cuántas personas les parecerían demagógicas o vacías esas palabras y maldijo a quienes se las han hecho ver así porque las han caricaturizado y convertido en sospechosas o ridículas.
¿Tanta gracia le hizo a tanta gente esa imagen del dictador de Irak en la horca?
Los señores de la guerra, como los llama Bob Dylan en una canción, "y da lo mismo de qué guerra, tanto si es de las que se hacen con un fusil como si es de las que se hacen con un micrófono o un maletín lleno de dinero", se dijo Juan mientras caminaba anoche bajo las luces curativas de la calle de la Princesa.
Pero las palabras también son fuertes, se abren paso entre sus enemigos y a veces consiguen transformarse otra vez en ellas mismas y reconquistar, aunque sólo sea durante unas horas, su verdadero sentido. El día de Nochevieja, por ejemplo, los españoles nos mandamos unos a otros ciento noventa millones de mensajes a través del móvil, y a Juan Urbano le fascinó la imagen de todas esas palabras hermosas cruzándose por el cielo: "felicidad", "suerte", "deseo", "prosperidad"...
No todo era tan limpio, sin embargo, porque al final resultó que aquella noche tan supuestamente distinta por fuera y por dentro de las demás noches, el SMS más rebotado de teléfono en teléfono fue una broma macabra sobre la ejecución de Sadam Husein. ¿Tanta gracia le hizo a tanta gente esa imagen del dictador de Irak en la horca que, en unos segundos, transformó al tirano en víctima y la justicia en simple venganza? "Qué extraña Justicia, en cualquier caso", pensó Juan, "ésa que logra el equilibrio poniendo en uno de los platillos de su balanza una pistola y en el otro un montón de dólares".
Juan había estado también en el Ayuntamiento al día siguiente del atentado de ETA en Barajas, y se unió a las personas que creían que, durante un minuto, las palabras no sirven de mucho y que el silencio es la mejor protesta contra el terror de las bombas. Por alguna razón, mientras guardaba ese minuto de silencio se le ocurrió que si se sumasen los números de las matrículas de los coches destruidos por la explosión de la Terminal 4, darían como resultado la palabra "muerte".
Le gustó ver reunidos por el infortunio a los líderes de todos los partidos políticos, pero también esa burbuja explotó pronto y llegaron las palabras de reproche de la presidenta de la Comunidad de Madrid y del alcalde al Gobierno, al cual el Partido Popular no perdona que haya hecho lo mismo que hizo en su momento el PP y haría cualquier presidente responsable de cualquier nación que sufra o haya sufrido el azote del terrorismo: intentar negociar su fin.
De regreso a casa, sintiéndose malherido como alguien que lleva la palabra "adiós" hundida en el corazón, Juan oyó en la televisión de un bar en el que se detuvo a tomar un café, el discurso de Año Nuevo de Esperanza Aguirre. Le deseó a ella y a todos los ciudadanos de Madrid que todo lo que decía llegara a ser verdad, que ocurra "que el 2007 que empieza traiga a todo el mundo más libertad, más paz, más prosperidad y más solidaridad"; y que el nuevo año les traiga a los que están enfermos "la salud y el alivio de sus males", cosa por la que suspirarán, especialmente, los que están en las listas de espera para ser intervenidos: y que para las personas mayores o que sufren alguna discapacidad, se haga realidad "el compromiso de la Comunidad para ayudarles cada vez más"; y, entre otros magníficos ojalás que cualquier persona en su sano juicio compartiría, que "la unión de todos los demócratas para que acabe el terrorismo" sea también posible a este lado de los discursos.
Juan se sentó en la oscuridad de su casa y cerró los ojos. Pensó en lo extraño que es el mundo de las palabras. Hay palabras maravillosas como las que brillan estos días en el cielo de Madrid, que forman lo que él considera la decoración más bella que ha visto nunca en Navidad. Hay palabras que matan. Hay palabras grandes, hechas para los discursos, que sólo son hojarasca, y hay palabras pequeñas, de las que caben en un modesto SMS, que pueden cambiar una vida.
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