_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La condición de un compromiso

En esta ocasión, aceptando la invitación del Grameen Bank a la Fundación por la Justicia de Valencia, hicimos caso al consejo, visitamos Bangladesh y nos descubrimos a nosotros mismos, (Visit Bangladesh, discover a new you). La visita tuvo lugar días antes de que a Muhammad Yunus y a su organización, el Grameen Bank para la concesión de microcréditos, les fuera entregado el Nobel de la Paz, el día 10 de diciembre, conmemorativo de la Declaración de los Derechos Humanos. Bangladesh estaba en nuestra memoria de juventud. La finalización del régimen colonial inglés con la constitución de India y Pakistán, Oriental y Occidental, en 1947; la guerra con Pakistán para la independencia de la parte oriental -actual Bangladesh- en 1971; la gran hambruna de los años 1973 y 1974, y el festival benéfico para la obtención de fondos, Concert for Bangladesh, donde el músico bengalí Ravi Shankar, y sus amigos Harrison, Dylan, Clapton, entre otros, movilizaron a millones de jóvenes, para auxiliar a un país que, recién nacido, arrastraba la suma de un millón de muertos.

Allí, en el golfo de Bengala, donde al igual que Muhammad Yunus vieron las primeras luces el Nobel de literatura Tagore y el de Economía Amartya Sen, se encuentra este país, de 140 millones de habitantes y 140.000 kilómetros, con una de las densidades más altas del mundo -1.000 habitantes por kilómetro- y gran pobreza. Un país cuya bandera, círculo rojo sobre fondo verde, evoca tanto su reciente nacimiento como su adscripción al Islam.

Yunus fundó su banco para los pobres, su banco rural (grameen) en 1983. La pobreza en Bangladesh es de tal dimensión que sólo viéndola la puedes describir. Pues de otra forma, ¿cómo puedes imaginar que una familia de cuatro personas pueda convivir en un espacio de 10 metros cuadrados con todas sus escasas pertenencias? ¿Cómo más de 50 personas pueden impedir las enfermedades con sólo una minúscula letrina para defecar? ¿Cómo estas infames condiciones de vida aún pueden empeorar cuando, con los monzones, las lluvias convierten todo el país en una inmensa laguna?

Ante su impotencia, Muhammad Yunus, quiso hacer frente a la resignación. Nadie nace para ser pobre. Por el contrario, nada iguala la belleza de los agricultores cosechando su arroz -dice Yunus- y en Bangladesh, casi todo es arroz y la gran mayoría de sus pobladores son agricultores. Y pobres. Muy pobres. Vergonzosamente pobres, para quienes vivimos una vida confortable alejada de las miserias de la mayor parte de la población mundial.

Así Yunus, estudiante privilegiado dentro de la situación de su propio país, no quiso sustraerse de la responsabilidad colectiva que le correspondía y puso todo su esfuerzo personal y capacidad intelectual a mejorar las condiciones de vida de sus compatriotas primero y de otros países pobres después. Fundó el Grameen Bank, animando a las prestatarias, mujeres a las que iba dirigido el banco, a acumular ahorros, de la misma manera que el ama de casa reserva pequeñas cantidades de arroz (mushti chal) para ir acumulando paulatinamente una provisión sustancial. Hoy el Grameen Bank, presenta una cifra de depósitos superior a la de los préstamos concedidos a más de sus seis millones de miembros.

Y Yunus se dirigió en primer lugar a las mujeres porque éste era el colectivo principalmente oprimido por la pobreza, cultura y religión, y a su vez donde su acción sería la más revolucionaria para la sociedad. Pues Yunus, para erradicar la pobreza, entendió que había que cambiar a la sociedad. Para ello se aprobaron una serie de decisiones que debían de ser respetadas escrupulosamente por todos los miembros de la organización. Entre otras, el cumplimiento de los principios de disciplina, unidad, valor y trabajo; el cuidado de las familias y hogares; de siembras y cosechas; de la higiene y el medio ambiente; de la justicia y la solidaridad.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

La concesión del premio Nobel a Yunus -quien recibió con anterioridad el Premio de la Fundación para la Justicia de Valencia y el doctorado Honoris Causa de las Universidades de Alicante, Castellón y Valencia- y a Grameen Bank supone un nuevo reto para acortar los plazos, a los que él mismo hace referencia, para acabar con la pobreza mundial. Ni en Bangladesh, ni en ningún otro lugar del mundo, existe motivo alguno para que haya personas que deban continuar siendo pobres. Si como dice Kundera, el presente no permite alcanzar a comprender la dimensión de lo vivido, la visita a la pobreza absoluta en Bangladesh, alcanza, cuanto menos, la condición de un compromiso.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_