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Columna
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Perder los papeles

El viejo calendario cristiano marca con su impronta el ritmo de la vida de las sociedades modernas y occidentales y caerían en grave pecado de laicismo, o de algo peor, los que se propusieran alterarlo, porque no existen calendarios completamente laicos. Cuando el último déspota de Turkmenistán rebautizó los meses del año en su nombre y en el de sus allegados, lo hizo para su propia divinización. Pienso en ello, en la ociosa mañana de Año Nuevo, ociosa porque me falta el diario que es mi pan de cada día, en el sentido estricto y figurado de la frase.

El año empieza sin un referente imprescindible y castiga a sus frustrados lectores, en fecha tan señalada, tal vez para que le echemos más en falta. Bíblica crueldad, la primera maldición de Yahvé, prolífico en ellas, fue la que obliga a ganarse el pan con el sudor de la frente, todos los días de la semana, menos uno, y en esta excepción la maldición se ceba en el castigo, un día de ocio y de descanso entre siete para que sepan los hijos de Adán y Eva lo que se están perdiendo por culpa de sus insumisos padres.

"Lo comunitario, lo colectivo, son los enemigos de un Estado autoritario y cesarista"

Las noticias de Año Nuevo se siguen en la radio y en la televisión, pero el lector de diarios se acaba perdiendo entre la barahúnda del ruido mediático, noticias escuetas, análisis de paso y comentarios, multitud de comentarios espontáneos, apasionados y crispados. El lector de diarios se ahoga muchas veces en esta maraña, que se vuelve cada vez más confusa cuando se cambia de dial o de cadena. El lector de diarios se aferra a su periódico como una tabla o tabloide de salvación para encontrar un punto de certeza, el ojo tranquilo del huracán que le rodea.

Es Año Nuevo y estamos castigados sin periódico y este año circulan noticias inquietantes y cercanas, ecos infames que aún aturden nuestros oídos. Estas navidades no hubo tregua, ni piedad, ni cuartel. El emperador de la Nueva Roma ejecutó al Herodes de Bagdad mientras cantaba villancicos junto al árbol de la Casa Blanca antes de que el sátrapa encadenado pudiera denunciar las complicidades y responsabilidades de Washington y de sus aliados en la madre de todas las matanzas. Y en nuestra propia casa un comando de asesinos descerebrados hizo saltar por los aires vidas y esperanzas en la T-4, terminal maldita.

El primer periódico del año se lee con voracidad de hambre atrasada y entre la imperturbable y perturbadora retahíla de siniestros -sucesos y personajes- destaca la proclama de más de 500 ciudadanos de Nantes que salieron a la calle al grito de "No a 2007". "No hay futuro" era el grito de guerra y angustia de los pioneros del punk. "¡2007 no pasará!", gritaba otra de las pancartas de la manifestación de Nochevieja llamando a levantar barricadas contra el tiempo. Bajo la lluvia, los fieros bretones se fueron creciendo y corearon: "¡No al año 2008!". "¡Paren el mundo, que quiero apearme!", así resumía Octavi Martí, en este periódico, la actitud de los manifestantes, cresta de un iceberg en pleno deshielo, antes de reseñar los puntos fuertes de la campaña del candidato conservador y actual ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, aprendiz de Maquiavelo; defender "el laicismo y el combate contra el comunitarismo". Lo de la defensa del laicismo se entiende por las complicaciones con los islamistas, no se entendería a estas alturas una llamada a la lucha contra el fantasma del comunismo; Sarkozy predica contra el "comunitarismo", se entiende que habla de lo comunitario, de lo colectivo, que son los grandes enemigos de un Estado poderoso, omnívoro, autoritario y cesarista -esta palabra sí viene en el diccionario-; el cesarismo es la tendencia al gobierno personal y absoluto, al Imperio, sólo que esta vez el Imperio queda del otro lado del Atlántico. El "comunitarismo" en Madrid nos queda mucho más cerca, exactamente en Villaconejos.

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