Julio Medina, bailarín

El bailarín cubano Julio Medina, uno de los protagonistas de la histórica defección de 10 bailarines del Ballet Nacional de Cuba en Francia en 1966, murió en París en los primeros días de este mes de diciembre tras una larga enfermedad. Fue encontrado muerto por su portero en su apartamento parisiense y el jueves 7 de diciembre fue incinerado en el cementerio de Pere Lachaise, rodeado de sus amigos de toda la vida y compañeros de la profesión de la danza.

Julio había nacido en Camajuaní, provincia de Las Villas, en 1940. Tras su paso de juventud por el ballet de la televisión cubana, ingresó en las filas del Ballet Nacional de Cuba en 1964 donde completó su formación y enseguida pasó a formar parte del elenco de las grandes producciones de la compañía, como Giselle, El lago de los cisnes y Coppelia.

En 1966, durante la primera gira del Ballet Nacional de Cuba a un país de Europa Occidental, y mientras la compañía participaba con las obras Giselle y Espacio y movimiento (de Alberto Alonso) en el Festival del Teatro de los Campos Elíseos de París, 10 bailarines deciden desertar tras una compleja peripecia hasta que consiguen el asilo en tierra francesa.

Entre ellos, estaba Julio Medina, que se instaló en París e hizo su carrera entre las revistas musicales, el cabaret y el ballet moderno. Trabajó largas temporadas en el Follies Bergere y el Moulin Rouge; también hizo varias creaciones junto al coreógrafo Milko Sparemblek, y estrenó el papel protagónico de su Edipo Rey.

En 1972 deja París junto a otro de aquellos artistas disidentes cubanos, el también bailarín y coreógrafo Jorge García, y se trasladan a Lisboa, donde entran como solistas del Ballet Gulbenkian. En 1975, Medina regresa a París, donde vivió y trabajó hasta su muerte. La gesta de la deserción de esos 10 bailarines está en la historia cubana como la primera de carácter masivo y que tuvo una enorme repercusión en los medios políticos e intelectuales de todo el mundo.