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Reportaje:

Soplar de madrugada

La Guardia Civil de Tráfico realiza cierres de carretera en las autovías de la región durante los fines de semana para hacer controles de alcoholemia en una operación especial

"Jefa, ya tenemos el primer positivo". Con estas palabras, un guardia civil se dirigía a su mando, una teniente. Hacía menos de cinco minutos que había comenzado el control especial de alcoholemia y un conductor ya había superado la tasa máxima de alcohol para conducir. Era el comienzo de una larga y fría madrugada en el kilómetro 45 de la M-40 donde la Agrupación de Tráfico del instituto armado ha colocado un control masivo. Cierres de carretera similares se repiten todos los fines de semana.

El control de alcoholemia supone que los carriles de una autovía quedan reducidos a uno o dos, de forma que todos los conductores que pasan por ese punto se ven obligados a parar ante el alcoholímetro. Largas hileras de conos señalizan la zona, mientras unos quince guardias civiles se ponen a ambos lados. Se aprovechan vías de servicio de forma que los coches de los infractores puedan estacionar hasta que se les baje la borrachera.

El nivel máximo se produjo a las 4.30, cuando un conductor dio 0,85 miligramos
Ponerse al volante ebrio supone una sanción de 600 euros y la retirada del carné un mes
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El control comienza a las 2.30. El termómetro acaricia un grado bajo cero. Los guardias no paran de repetir la misma frase a los conductores: "Buenas noches, estamos haciendo un control de alcoholemia". Después, les entregan una boquilla cerrada en un plástico, que el conductor debe introducir en el alcoholímetro. Acto seguido, debe soplar de forma continuada durante unos diez segundos.

La mayoría de los conductores se muestran inquietos. Es una situación desconocida y resulta en cierto modo molesto estar ante un guardia civil. "Hombre, creo que lo tienen que hacer, pero a estas horas cortar la carretera causa muchas molestias. Vienes a 100 por hora y te hacen estar un buen rato parado hasta que soplas", se quejaba una vecina de Pozuelo.

La experiencia de los agentes ya les hace intuir quién puede dar positivo o no. En esta ocasión, está claro. El conductor de un Mercedes A-170 empieza a hacerse el remolón. Sopla una vez y para, sin dar tiempo suficiente a que el alcoholímetro mida su tasa. El guardia civil le hace repetir la prueba. De nuevo, sin éxito. Falla justo antes de terminar de medir. Entonces el agente le avisa: "Como no lo haga ahora, puedo acusarle de negarse a hacer la prueba y le imputo un delito contra la seguridad del tráfico". Esta vez sí lo hace bien. Y el aparato gris confirma las sospechas: 0,40 miligramos de alcohol por litro de aire, cuando el máximo para los conductores (salvo noveles y profesionales) es de 0,25.

El agente le hace salirse del carril de conos y le obliga a ir a la furgoneta de atestados donde contrastan la prueba en el etilómetro. Éste es un aparato de mayor precisión, que además emite un recibe que se adjunta a la denuncia. El conductor es José, un vecino de Boadilla del Monte de 23 años, que regresa de una cena del equipo de fútbol sala. Asegura que es "un deportista de élite". Al saber el resultado, se enfada. "Entiendo que la Guardia Civil tiene que hacer su trabajo, pero ¿por qué, en lugar de estar aquí, no se dedican a vigilar las urbanizaciones privadas? En mi casa he tenido que contratar una empresa de seguridad", afirma con resentimiento. "Tampoco veo lógico que dejen pasar a unos conductores y a otros nos hagan la prueba", añade.

Este conductor tiene que esperar a que se le pase la embriaguez. Antes de volver a su casa, recibe un boletín de denuncia por haber cometido una falta muy grave. En este caso, tendrá que abonar 600 euros y se enfrenta a la retirada del carné de conducir entre uno y tres meses. Además, acaba de perder seis puntos del carné. Otros conductores, que han dado menos tasa, desembolsarán 450 euros.

"La gente no se da cuenta del peligro que tiene al ponerse en el volante tras haber bebido. Los reflejos son más lentos y se ve peor", recuerda un guardia civil.

El problema es mayor si el infractor supera los 0,70 miligramos. A partir de esta tasa, se considera delito contra la seguridad del tráfico. Éste lleva aparejada multas de cárcel y retirada del carné.

Los agentes ya saben qué tipo de conductores suelen caer en función de las horas a las que se produce el control. Hasta las tres de la madrugada, los positivos corresponden a personas que han ido a cenas. Estas fechas son más propicias, ya que las celebraciones invitan a beber más de la cuenta. A partir de las cinco, el infractor sale de discotecas. Las tasas son más altas y el peligro para la seguridad también superior.

El control de ayer se enmarca en la campaña de control de tasa de alcoholemia puesta en marcha por la Dirección General de Tráfico (DGT) entre el 11 y el 24 de diciembre. La Guardia Civil realizará 200.000 controles. Según Tráfico, este factor de riesgo origina entre el 30% y el 50% de los muertos en accidente de circulación. El cumplimiento de esta norma evitaría unos mil muertos al año.

Las previsiones de los guardias se cumplen fielmente. Desde las cuatro de la madrugada aumentan las alcoholemias que superan los 0,60 miligramos. El récord llegó a las 4.30, cuando un conductor vecino de la zona dio el máximo de la noche: 0,85. Es decir, más del triple de la tasa legal. El infractor se muestra tranquilo y acompaña al guardia. La ristra de vehículos de los conductores cazados aumenta por momentos. Los turismos tienen que ser aparcados en batería para no ocupar mucha vía.

El control está a punto de terminar, pero los positivos no paran. Cinco estudiantes de periodismo regresan de una fiesta de unas prácticas. Al ver el control, el conductor intenta cambiarse con su copiloto. Eso es ya una infracción grave, de la que se percata el guardia civil. Les hacen salirse de la fila. El conductor da positivo: 0,68 miligramos. "He salido muy rápido del trabajo y no ha tenido tiempo a cenar, por eso he dado tanto", asegura. El guardia civil discrepa. "Tres o cuatro cubatas han caído seguro". Al final, se le inmoviliza el vehículo y le endosan una denuncia de 600 euros. Su compañero se libra de la multa por intentar cambiarse. "Nunca actuamos de mala fe", concluye el agente. Son las 6.30.

Tres guardias civiles de Tráfico realizan un control de alcoholemia en el kilómetro 45 de la M-40, a la altura de Pozuelo de Alarcón.
Tres guardias civiles de Tráfico realizan un control de alcoholemia en el kilómetro 45 de la M-40, a la altura de Pozuelo de Alarcón.F. J. B.

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