Manual de curiosidades
Pintoresco
Curiosas algunas reacciones mediáticas ante la muerte de ¡Augusto! Pinochet. Que si a fin de cuentas convocó un plebiscito que perdió, que se limitó a seguir como comandante en jefe de las fuerzas armadas, que más tarde tuvo la generosidad de blindarse como senador vitalicio, (él, uno de esos cirujanos de hierro que utiliza al ejército contra los ciudadanos), que, a fin de cuentas la economía chilena creció al compás de su mandato... Paparruchas. En este mismo momento, en numerosos lugares de este mundo hay una pléyade de miserables pinochets empeñados en salvar sus patrias respectivas para contento de la banca suiza, y no es preciso ser un desconsolado progre (o ex progre, que todavía es peor) a la busca de causas perdidas de antemano para dejar de marear la perdiz y cerciorarse de que, como siempre, en el mundo suceden cosas horribles y muy probablemente evitables.
El negacionismo histórico sugiere que Pinochet empezó mal asesinando a sus paisanos pero después mejoró bastante, no como Castro, que empezó bien para terminar como un sátrapa de novela de García Márquez
Desaparecido
Quizás salvo Queimada, de Gillo Pontecorvo, y algunas películas antiguas (todas las suyas lo son) de Carlos Saura, no hay filme más autocomplaciente y mentiroso que Missing, que han pasado estos días por algunas televisiones por cable, donde Costa-Gravas recurre a la simplificación contundente para explicar el golpe de Pinochet en Chile. Como es natural, contrapone el carácter alegre, despreocupado y gracioso de un grupo de animosos jóvenes norteamericanos a la brutalidad del asunto central, en un espectro sin matices (y cuando los sugiere, mejor será olvidarlos), hasta que interviene el americano medio, es decir, un empresario neoyorkino que es el padre de uno de esos alocados jóvenes que, por casualidad, están al cabo de la calle de la intervención yanqui en la pomada. ¿Es esto, lo ha sigo alguna vez, el cine de izquierdas? ¿Existe ese cine? ¿En Costa-Gravas? ¿Y no será en Fellini?
El Holocausto
El presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, debe ser sin duda tan excelente historiador como Pío Moa cuando menos, aunque menos arrepentido de su pesadumbre guerrillera, así que se monta un chusco congreso de dos días para demostrar que el Holocausto jamás existió y que, por lo tanto -por lo tanto- el Estado de Israel carece de toda legitimidad, además de profetizar que Israel se desplomará en cosa de un par de semanas, como ocurrió con la Unión Soviética. ¿Y por qué tiene que negar el Holocausto un sujeto que acaso se dispone a perpetrar el suyo propio con su armamento nuclear? Pues porque cree -cree- que Israel goza de un trato de favor en nombre de una verdad manipulada que Occidente no se atreve a contestar. En resumen, otros que con la excusa de exigir toda la verdad colocan a la Historia en la minúscula escala de sus irrisorios argumentos.
Zaplana se querella
Por estrafalario que parezca a quienes conocen al dedillo sus hazañas, Eduardo Zaplana decidió querellarse contra dos diputados socialistas valencianos, y cuando el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana decide que la querella se archiva y que deben investigarse las acusaciones contra Zaplana, el ahora portavoz del PP por los misterios de la politiquería va y dice que se trata "de una de las actuaciones más rastreras" que ha conocido, lo que resulta cuando menos sorprendente en alguien que las ha hecho de todos los colores, y tilda de "cobardes" a los diputados en cuestión. Es un tipo de esos de los que afirman que quieren saber toda la verdad y que se muestra dispuesto a llegar hasta el final, temeridad que le convendría ahorrarse, no vaya a ser que todo se haga público y se vea en el trance de donar hasta las hebillas de sus zapatos a los funcionarios de prisiones.
Lo que somos
Ocurre que la publicidad bien entendida empieza por uno mismo, así que en una ordalía de admoniciones de escaso fundamento los músicos afirman sin complejos que somos lo que escuchamos, los restauradores aseguran que somos lo que comemos, los arquitectos sugieren que somos la vivienda que habitamos, los modistos se ciñen a la idea de que somos lo que vestimos, los estilistas nos definen por nuestro corte de pelo, los novelistas por lo que leemos, los poetas por lo que lamentamos, los historiadores por lo que fuimos, los amantes de la psicología por lo que no hacemos y los clérigos por nuestra desidia o nuestro entusiasmo hacia sus creencias. Quizás somos una mezcla inaudita de todas esas tonterías, aunque la autosatisfacción del publicista no ande muy atenta al cruce de datos según la disciplina sociológica. Más claro, como en todo, lo tiene Jiménez Losantos, ese cultísimo forofo de su propia patología, para quien su jefe Pedro Yihad Ramírez "es de uralita". Cuidado con la asbestosis, muchacho.
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