_
_
_
_
Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Hombres de hierro

La inquina que Enrique Vila-Matas siente por los números redondos es alargada. La librería Negra y Criminal decidió avanzarse unos meses a las celebraciones -si es que las va a haber- por los 25 años de la publicación de la novela Un día volveré homenajeando el jueves pasado a Juan Marsé con una mesa redonda que reunió junto al autor a sus buenos amigos Javier Coma, Joan de Sagarra y el citado Vila-Matas. La mesa era efectivamente redonda, bajita, de café. Sobre ella, la botella de Jameson y el hielo para De Sagarra (y también para Marsé, que se permite algún chupito de vez en cuando), el agua mineral para ese hombre nuevo que es Enrique y, naturalmente, la coca-cola para ese experto en cómics, novela negra, cine, jazz y cultura de consumo en general y made in USA en particular que es Javier Coma. No faltaba el cenicero para el habano de De Sagarra, y tampoco una fotografía enmarcada de Humphrey Bogart, pitillo en ristre, sobre el lema "queda terminantemente permitido fumar". Atrezzo necesario para un debate cuyo objetivo era dilucidar si Un día volveré es o no una novela negra: naturalmente, no hubo conclusión en firme, pero la charla dejó en los asistentes -una cuarentena, pero es que no caben más en el diminuto local- una difusa sensación de haber transcurrido un buen rato.

Abrió el fuego De Sagarra trazando lazos entre los ponentes a través de una sugestiva teoría de los "barrios prestados"; esto es, de cómo, por ejemplo, Vila-Matas había adoptado los escenarios de esta y otras novelas de Marsé -Gràcia, Guinardó, el parque Güell, el Carmel- desde que se estableció en la Travessera de Dalt ("la travesera del mal" en la poética vilamatiana) o de cómo el mismo De Sagarra había tomado prestado el barrio de infancia de Vila-Matas, el paseo de Sant Joan, el colegio de los maristas, el extinto cine Chile, las terrazas del Bauma y el Morryson, etcétera. Luego se fue directo a glosar la figura del protagonista de la novela, ese Jan Julivert Mon, aspirante a boxeador y atracador de bancos por causas más o menos nobles -en general, menos- que regresa derrotado al barrio tras años de prisión y que el cronista aseguró que tenía la cara de Jean Gabin o, todavía mejor, de Lino Ventura. Evocó también la dedicatoria de la novela: "A Pep Marsé, mi padre, que me enseñó a combinar la concienciación con la escalivada". "Eso de la concienciación era muy propio de la transición", concluyó el periodista. La novela, ambientada en la década de 1950, apareció en efecto en 1982, en las proximidades de las victorias electorales de Jordi Pujol y Felipe González, cuando quedaría inaugurado el tiempo del "gran desengaño" tras los sueños de contracultura de la década anterior.

Coma citó en cambio el final de la novela, esos "hombres de hierro forjados en tantas batallas" que definen toda una posguerra, para exponer a continuación que si Un día volveré no es estrictamente novela negra, sí tiene muchos elementos de un género que la editorial Bruguera había divulgado a partir de 1975, con Dashiell Hammett y Raymond Chandler como autores señeros. Entre ellos, Coma destacó que la narración de Un día volveré se sustenta sobre los diálogos y las reacciones de los personajes, "el behaviorismo", así llamó a esta técnica.

Tomó el relevo Vila-Matas para completar la cita de Comas que, in extenso, dice así: "Hombres de hierro forjados en tantas batallas, hoy llorando por los rincones de las tabernas". No aclaró el escritor si así acabó él aquella tarde en que, recién instalado en el barrio, conoció a Marsé en un bar de la plaza de Rovira, por la época en que se publicó la novela. "Me contaste la historia y yo me quedé muy impresionado. Para impresionarte yo a ti te cité lo de los hombres de hierro y las tabernas, pero no me dijiste nada y me quedé muy cortado", evocó Vila-Matas.

No eludió Marsé ninguna de las cuestiones lanzadas por los contertulios. Es verdad, había escrito su novela en plena transición, pero no había escrito sobre la transición, tarea reservada en su opinión a historiadores y sociólogos y sobre la cual mantiene serias dudas de que "pasar página" haya constituido la mejor solución. "Un día volveré es un ajuste de cuentas con la memoria personal, no con la colectiva. La memoria colectiva del franquismo debería estar resuelta a día de hoy, pero está pendiente", opinó el escritor al filo de la ley que ha empezado a debatirse en las Cortes. Sobre la negritud de su novela destacó que se había sentido mucho más influido por el cine que por la literatura y al respecto aludió a su padre, desratizador municipal de salas de proyección, gracias al cual pudo ver muchas películas gratis con sólo presentarse como "el fill del Marsé". Y acabó regresando a sus queridas aventis, narraciones de acontecimientos inventados trufadas con personajes y situaciones reales. Con estos mimbres está hecha Un día volveré. Con éstos y con el "talento natural para narrar" equiparado por Vila-Matas al de "Maradona para jugar al fútbol". Hombres de hierro para hacernos soñar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_