"Los datos de mi archivo mental no serán utilizados ni a favor ni en contra de nadie"
José María Mena (Villarcayo, Burgos, 1936) colgó la toga de fiscal el pasado 1 de diciembre, el día que cumplió 70 años. Y lo hizo de manera contundente, destruyendo en una máquina decenas de carpetas con informes, notas y apuntes acumulados en 43 años de carrera. La última década ha sido el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y admite que, en su nueva vida, todavía no ha aprendido a emplear el tiempo, excepto cuando está con sus nietos
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Pregunta. ¿Qué hace ahora?
Respuesta. Nada
P. No se le imagina sin leer informes o documentos.
R. Yo tampoco, pero es que no he tenido tiempo de nada. Me regalaron un GPS y me he ido a probarlo a Francia unos días. ¡Nunca imaginé que hubiera un invento de brujería tan maravilloso! Si he de ser sincero, no acabo de encontrar pautas de comportamiento. Después de Navidad espero recomponer mi vida laboral. Con toda seguridad no será escribir mis memorias, pero sí algo que me requiera la utilización de la inteligencia
"Se podría haber nombrado a un fiscal jefe antes de mi cese para hacer un traspaso de funciones, pero se ha optado por una transición prolongada"
"El 'caso Estevill' fue un problema de gansterismo ordinario de Piqué Vidal y del juez. Los fiscales nos enteramos los últimos, como los cornudos"
"Montilla me parece un hallazgo de la pluralidad de Cataluña. Es especialmente estimulante que haya un presidente que se llame José y no Josep"
P. ¿Le ha llamado alguien?
R. No. Sabía que ocurriría. Es una perogrullada, pero en cuanto dejo de ser fiscal jefe, se me deja de valorar porque ya no tengo profesión.
P. ¿Cómo vivió el último día?
R. Con la sensación de que se acaba. Hay que rechazar el síndrome de Boabdil, el último rey moro de Granada. Yo no volveré la mirada atrás para llorar la Alhambra perdida. Y en todo caso, siempre quedan las Alpujarras. Hay que mirar hacia delante.
P. ¿Se ve metido en política?
R. No. Otra cosa es que se me pidiera algún consejo aprovechando lo que sea capaz de recordar de mi experiencia profesional, pero en todo caso de una manera muy ocasional y desde fuera. Para mí es fundamental, por encima de todo, conservar mi independencia, y en esas condiciones no me disgustaría colaborar en algún proyecto con perspectiva progresista para prestar algún servicio a la sociedad,
P. ¿Va a ofrecerse?
R. Yo no voy a buscar nada. Ya se sabe dónde estoy, pero tengo la sensación de que no soy muy útil para nada. Creo que no soy reciclable.
P. Lo que sí tiene mucho interés es la información que ha acumulado durante tantos años.
R. Hay que decir con toda claridad que la información es lo único que no está disponible para nadie. Esa información no es de José María Mena, sino del fiscal. Y ese fiscal jefe ya no existe. Debo garantizar a todos los ciudadanos que esa información acumulada, que es mucha, no la va a utilizar nadie porque ya ha desaparecido. No voy a hacer uso de ningún dato o apunte.
P. ¿Es razonable que la fiscalía que queda olvide todo lo que usted sabe?
R. Para que me pidieran algo deberían haber nombrado a un fiscal jefe antes de mi cese y hacer un traspaso de funciones e información. Por las razones que sea, no se ha hecho. Quien me ha sucedido en funciones no me ha pedido el más mínimo dato de las cosas que había o de los asuntos pendientes. Y ése ha sido el relevo. Los datos de mi archivo mental han desaparecido en su totalidad y no serán utilizados ni a favor ni en contra de nadie.
P. En estos años de carrera ha llevado centenares de asuntos, pero ha de admitir que siempre se le recuerda, como a Carlos Jiménez Villarejo, por el caso Banca Catalana, un asunto en el que no encontró el apoyo de los jueces.
R. La posición de la fiscalía fue la que fue, pero no solamente de Villarejo y Mena, sino también del entonces fiscal general del Estado, Luis Burón Barba. No es bueno que se crea que fue un tema personal nuestro, porque en su día también se dijo que era la posición de Villarejo y mía. Se hizo lo que tocaba. No deseo hacer una valoración ni del tribunal ni de la posición de la fiscalía, porque también podría decirse que si no convencimos a los jueces fue un fracaso nuestro. No quiero asumir esa interpretación y prefiero que cada cual siga pensando lo que sea.
P. Parece que no quiera explicar todo lo que sabe.
R. En efecto. Ese tema es historia pasada y, además, quedar uno etiquetado en un asunto que, usando un símil futbolístico, fue un partido que no se ganó, tampoco es grato.
P. Perdieron el partido porque eran dos fiscales contra 41 jueces o porque el árbitro les perjudicó notablemente.
R. Resulta curioso y simpático que plantee la cuestión mezclando al árbitro y al equipo contrario, como si hubiéramos jugado contra un equipo que, a la vez, chutaba y pitaba. Lo ha dicho usted y lo oigo con agrado.
P. ¿El procesamiento de Jordi Pujol podría haber cambiado la historia reciente de Cataluña?
R. Habría sido bueno en la dinámica española que muy desde el principio se hubieran abordado los modos de financiación extrarregulares de determinadas instituciones políticas y su entorno. A lo mejor así otros acontecimientos posteriores se habrían evitado, pero no se cerró un modo de comportamiento que debería haberse contenido
P. Concrete un poco más. ¿Habla de comportamientos de jueces o de políticos?
R. Me refiero a comportamientos socioeconómicos, institucionales y políticos con todo su entorno. Es una madeja especialmente compleja, que está ahí. No se trata sólo de un reproche jurídico. Hubiera sido bueno abordar lo que luego ha resultado ser un grano importante en la convivencia democrática.
P. Pero el abogado Piqué Vidal ha acabado en la cárcel...
R. Pero por razones distintas. El caso de Piqué Vidal fue un problema de gansterismo ordinario, como el de un juez (Estevill). Y aprovecharon, además, de manera innoble, la posición de la fiscalía de pedir prisión en algunos de los casos que llevaban. Eso nos ha producido a los fiscales un disgusto muy especial.
P. ¿Jamás imaginaron lo que estaba ocurriendo?
R. No sólo no lo podíamos imaginar, sino que cuando ciertos sectores acomodados de la sociedad barcelonesa ya conocían que estaba ocurriendo, nosotros no lo sabíamos. Nos enteramos los últimos, como los cornudos de los cuentos.
P. Pero fueron esos sectores los que denunciaron.
R. Nos enteramos cuando vinieron, pero lo sabían antes porque lo estaban sufriendo. Queda la sensación muy desagradable de que se pudiera pensar que la fiscalía lo sabía y no nos movíamos, lo cual produce casi urticaria. Fue una sensación muy desagradable y por eso me expreso con especial acritud contra ese abogado y ese juez.
P. ¿Piqué Vidal debe gozar del régimen de semilibertad que le ha concedido la Generalitat?
R. Una cosa es lo que crea y otra lo que sienta. Piqué Vidal es un delincuente y se le debe dar el mismo tratamiento penitenciario que a los demás. Si ni siquiera pasa unas Navidades en prisión es muy desproporcionado con lo que le pasa a cualquier ladrón de bolsos de La Rambla. Es una situación demasiado beneficiosa para este anciano delincuente.
P. ¿Si fuera fiscal, daría órdenes para que se recurriera la decisión de la Generalitat?
R. Ya no debo hablar de eso. Verá que no me pilla, ¡eh!
P. ¿Cataluña va bien?
R. Creo que sí, y hay que salir para verlo. Es un país lleno de fuerza, riqueza y pluralidad. Cuando uno sale de aquí comprueba que se habla de lo que hacemos en Cataluña, al menos en el mundo en el que yo me desenvuelvo, con mucho respeto e incluso con una admiración que no nos merecemos. Me satisface que haya un Gobierno progresista, moderadamente de izquierdas, dispuesto a hacer esfuerzos para una mejora en profundidad de la sociedad.
P. ¿Montilla o Maragall?
R. El que está hoy es Montilla. Maragall era un personaje peculiar, en el sentido de único. Hombre especialmente inteligente y ocurrente, tiene grandes virtudes personales. Su momento político ha pasado por determinadas razones, algunas de ellas anecdóticas y marginales. Montilla me parece un hallazgo de la pluralidad de Cataluña. Es especialmente positivo y estimulante que haya un presidente que se llame José y no Josep.
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