Nuevos alemanes

Hablar de escuelas de pintura a estas alturas puede parecer desfasado, pero éste es el planteamiento inicial de la muestra sobre pintura alemana que acoge el Museo Unión Fenosa (MACUF) de A Coruña. Se trata de presentar la obra de seis pintores -tres de cada ciudad- de las presuntas escuelas de Leipzig y Düsseldorf y tratar de atisbar las diferencias y similitudes entre ambas. Sin embargo, una vez advertida la inutilidad de este esfuerzo se presenta la oportunidad de acercarnos a la pintura de unos artistas que son poco conocidos en nuestro país pero que demuestran una calidad más que estimable.

Puestos a buscar alguna característica común entre algunos de ellos habría que señalar el gusto por un estilo que podríamos denominar neo-pop, con cierta inclinación por el uso de colores muy fuertes y con intentos plausibles de dar una nueva vuelta de tuerca al concepto de paisaje. Su pintura, aunque con matices, puede calificarse como figurativa pero parten de conceptos muy distintos. Sin embargo, estas generalizaciones -como suele suceder- no pueden aplicarse a cada uno de los artistas presentes en la muestra.

Cornelius Völker, por ejemplo, se caracteriza por cubrir el lienzo con grandes cantidades de pintura que hacen que las figuras que pinta amenacen con salirse del cuadro. Los temas que trata son aparentemente banales pero los recursos que utiliza para resaltar una prenda de vestir o las manos de una persona tienen la propiedad de atrapar irremediablemente la atención del espectador. Es casi imposible no sucumbir al deseo de mirar unas figuras que parecen estar dispuestas a cobrar vida en cualquier momento.

En cambio, los cuadros de Stefan Stössel aparecen llenos de objetos inanimados, como cajas apiladas en las que son visibles marcas comerciales de electrodomésticos, frutas o comida. La referencia a Andy Warhol parece inevitable, pero el artista alemán está en realidad más interesado en investigar las distintas posibilidades geométricas en la composición del cuadro. Las cajas y los logotipos son un simple medio para avanzar en este objetivo.

Peter Busch, Tilo Baumgärtel y Robert Klümpen pintan paisajes pero desde perspectivas radicalmente diferentes. El primero reproduce unos lugares que parecen haber pasado directamente de los sueños a la tela. Un velo de misterio cubre los paisajes y las figuras humanas que aparecen en ellos. Baumgärtel también pinta escenarios irreales, pero con una estética inspirada en los modelos del cómic y Klümpen prefiere reproducir paisajes urbanos de todo tipo, con especial interés por las calles iluminadas con luz artificial.

Por último, Karin Kneffel se inclina por un género en desuso como el bodegón, pero lo hace desde perspectivas nada clásicas. A veces aplica una mirada casi microscópica sobre una fruta y en otras ocasiones se inclina por realizar una mezcla entre el paisaje y el bodegón, con escenas de interiores de casas en las que destacan la omnipresencia de perros y alfombras. Cada uno de los seis artistas acumula una serie de influencias dispares que no pueden reducirse a los postulados de una escuela.