La fuerza de los derechos
Rocío Domínguez funda la Asociación de Gitanas Progresistas de Huelva para que las mujeres sean reconocidas
Rocío Domínguez, de 37 años, tiene un sueño desde hace más de tres lustros. Sueña con organizar una asociación de mujeres gitanas como ella, para ofrecerles una oportunidad de desarrollo personal y profesional. La idea que Rocío ha larvado durante años, poco a poco empieza a tomar forma con la Asociación de Mujeres Gitanas Progresistas de Huelva. "La asociación lleva muy poquito tiempo, pero he dado con personas que me han ayudado mucho, como el Instituto Andaluz de la Mujer, la Diputación de Huelva o la Delegación de Asuntos Sociales, que me ayudaron a redactar los estatutos y saben de mis proyectos y de mis inquietudes", explica. A pesar de todo, echa en falta una mayor implicación de las administraciones y los colectivos sociales. Ahora, está pendiente de que alguna administración le conceda un local y de las subvenciones que solicitó.
Pero, a falta de que se vislumbre una sede física, Rocío afirma que el proyecto ya está en marcha. De hecho, explica que en los próximos meses empezará el primer taller: "Con el Instituto de la Juventud vamos a hacer uno de peluquería. Será una plataforma de lanzamiento. Cuantas más mujeres se interesen, más posibilidades tendremos que se involucren las administraciones y los colectivos. Lo que quiero es que de esto salgan más cursos de formación profesional, de peluquería, repostería, da igual, que permitan puestos de trabajo y sueldos dignos para que las mujeres se realicen", comenta.
El camino que ha seguido Rocío hasta lograr poner los cimientos de la organización ha estado plagado de baches, en los que ha conocido el maltrato de una pareja. Rocío nació en Huelva capital, en una familia gitana integrada en el mundo payo. A los 20 años se casó y tras una dolorosa relación de casi tres lustros, de la que nacieron dos niñas, que hoy tienen 11 y 13 años, decidió cortar por lo sano y abandonar su hogar. Tras unos meses refugiada en una casa de acogida con sus dos hijas, Rocío regresó con sus pequeñas a Huelva, dispuesta a rehacer su vida. Y volvió queriendo dar forma al proyecto que le había desvelado: dar a la mujer gitana que lo desee la oportunidad de emanciparse.
Ya a los 24 años había intentado organizar una asociación de mujeres gitanas jóvenes para "tener una iniciativa diferente al de las mujeres gitanas mayores, ver la vida de manera distinta, pero el padre de mis hijas no me permitió seguir". Aquel proyecto nunca cuajó. Hoy, Rocío se autodefine como una mujer distinta, que recoge su fuerza de su pasado: "Miro hacia atrás, y ver lo que yo había pasado y vivido, ver en la situación en la que estoy ahora: con mi casa, mis hijas, mi medio de vida [una tienda de ropa recién abierta en Gibraleón] y mis proyectos... todo eso me da mucha fuerza".
La fundadora de la asociación pretende reivindicar el papel de la mujer en el mundo gitano y su derecho a desarrollarse fuera -y si quiere también dentro- del ámbito familiar. "A mí lo que me gustaría es que la mujer gitana, como cualquier otra, exigiera sus derechos, el reconocimiento dentro de su propio hogar del trabajo que hacen en casa o fuera", zanja.
Pero sabe que su voluntad puede chocar con esquemas que aún permanecen rígidos en algunos sectores de su comunidad. "En el mundo gitano todo es como un círculo cerrado. Siempre es lo mismo, siempre es igual: se hace lo que deciden los más viejos. Cuando una persona se sale de lo establecido ya no eres igual, eres un bicho raro", lamenta. La misma Rocío siente a veces que ella es una de esas anomalías: "Yo soy gitana, pero no comparto todo lo de los gitanos. Y vivo entre los payos, pero yo no lo soy. ¿A qué pertenezco? ¿De dónde soy? Yo misma he visto que no encajaba en ningún sitio".
Para superar estas dificultades, Rocío Domínguez apuesta por la educación y la formación, sobre las que se centrará la labor de la asociación. A pesar de que cree que, en el caso de las niñas gitanas, el interés de las familias para que reciban una educación profesional es menor, insiste en que no se puede generalizar: "Empieza a ver cada vez más familias que reconocen el valor que tiene una persona cualificada".
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