Chevantón bate a Ronaldo
El delantero uruguayo del Sevilla da la vuelta a un partido del que el brasileño se retiró lesionado
Ganar es ganar. Los grandes tienen distintas maneras de hacerlo. Y, ahora, algunos de los postulantes también. El Sevilla venció ayer al Madrid por una combinación de lucha colectiva y talento individual. Los rasgos de un candidato a ganar la Liga.
Los dos contrincantes buscaban ser la alternativa al Barcelona en la competición liguera. Desigual, errático, incluso caprichoso podría llamársele tras el enfrentamiento de ayer contra la Real Sociedad. Pero es el líder. Sevilla y Madrid se postulaban como opción a esa posición de liderazgo futbolístico, que visto lo visto ayer, no significaba necesariamente lo mismo que hacer el mejor juego. El Sevilla y el Madrid se presentaron a la disputa con la versión más básica de sus principios. El Madrid demostró cierta rentabilidad de su política de salarios con un gol de Beckham y el Sevilla respondió con una jugada de combinación culminada en gol por Kanouté.
SEVILLA 2 REAL MADRID 1
Sevilla: Palop; Alves, Javi Navarro, Escudé, David; Navas, Poulsen (Maresca, m. 61), Renato, Adriano (Puerta, m. 72); Kanouté y Luis Fabiano (Chevantón, m. 64). No utilizados: Cobeño; Ocio, Martí y Duda.
Real Madrid: Casillas; Míchel Salgado (Mejía, m. 46), Sergio Ramos, Cannavaro, Roberto Carlos; Emerson, Beckham; Guti (Reyes, m. 80), Raúl; Ronaldo (Robinho, m. 69) y Van Nistelrooy. No utilizados: D. López; Pavón, Sergio, De la Red y Cassano.
Goles: 0-1. M. 13. Falta lanzada por Beckham, muy escorado a la derecha, que sorprende a Palop. 1-1. M. 17. Kanouté golpea un balón que escupió el larguero. 2-1. M. 77. Falta que bota Alves desde la derecha, Puerta la peina atrás y Chevantón la engancha de chilena.
Árbitro: Muñiz Fernández. Amonestó a Javi Navarro, Luis Fabiano, Míchel Salgado y Beckham.
45.500 espectadores en el Sánchez Pizjuán.
El Madrid intentó meter miedo con Ronaldo, el búfalo, para algunos hagiógrafos. Si el brasileño, una herramienta de uso circunstancial para Capello, la liaba, no se podía esperar nada menos del que se supone el mejor goleador del mundo. Si la cosa no salía: la culpa la tenía la indolencia, la distancia, la falta de compromiso de la estrella.
El Sevilla vive gracias a otros pulsos, como consecuencia de otro contrato más trabajado que el que te pone como el mejor del mundo en tu puesto. Pero ayer se dejó llevar por la jerarquía histórica de su oponente. El equipo de Nervión dejó a un lado su ventaja de campo -el Sánchez Pizjuán es un verdadero fortín en el que los de casa no han perdido desde hace diez meses- y se entregaron a una brega cuerpo a cuerpo, metro a metro, que sólo beneficiaba al que más apostaba por ese tipo de juego.
El Madrid se encontró con el gol... y con el control de los acontecimientos. El Sevilla empató, pero no supo imponer su jerarquía en el juego a partir de entonces. Un jugadón de Navas, colándose como una anguila entre un mar de contrarios, lo desperdició Navas en el remate.
El Sevilla se enfrentaba al Madrid, pero este choque en realidad era el símbolo del pedazo de cielo al que aspiran los de Nervión. Cuando el juego se enfangó, el entrenador sevillista tiró de todo lo que tenía a mano para intentar lograr una jerarquía sobre el juego que no había logrado. Un delantero de los que incordian, de los que no dan un balón por perdido aunque parezca que lo esté, saltó al terreno de juego para inventarse lo que fuera necesario para batir al Madrid. Y lo consiguió.
El delantero uruguayo llegó cuando no le esperaban, donde no se esperaba que estuviera, y, sobre todo, de la forma en la que remató. El duelo táctico, la lucha entre pizarras, se resolvió por una jugada de funambulista. El uruguayo remató con un escorzo raro, un pase que simplemente iba al hueco. El fútbol y un futbolista rompieron una pizarra y varias libretas de cálculo de probabilidades.
El Sevilla es un equipo al que se le pueden perdonar sus tembleques de piernas ante la eminencia de loa grande. Es novato en estas lides, pero no falto de cualidades. El conjunto sevillista tuvo ayer un encuentro bastante menos plácido de lo que podría haber predicho. Pero lo hizo.
El Sevilla no es un equipo de los que siempre lucha por los títulos y que se ha organizado alrededor de la estructura, del concepto que más práctico le parece. El conjunto de Nervión nació en el hoyo, y desde el mismo ha crecido hasta lo que es hoy. No es un equipo -al menos desde que Juande Ramos está al cargo del proyecto- que especule con su juego y con el metafútbol: miedos escénicos, futbolistas intimidantes, etcétera. El Sevilla de Juande Ramos se maneja con un plantel de profesionales que saben lo que hacen y que también saben lo que les piden.
Ayer, lo que se suponía que tenía que suceder, era que el delantero calificado ahora como búfalo y en otros tiempos fenómeno, decidiera el encuentro por sí mismo. A pesar de quien fuera y en beneficio de quien corresponda. Pero el Sevilla lo impidió. No con su habitual juego de conjunto, sino también gracias a una acción concreta de un jugador concreto. El Sevilla es el aspirante a batir al Barcelona, tanto por su juego de equipo como por el de sus individuos.
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