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Columna
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Los famosos y sus animalitos

El actor George Clooney perdió esta semana a su mascota, el cerdo 'Max'

El cerdo vietnamita de George Clooney murió. No se trata de un insulto que profieren los republicanos estadounidenses por el activismo político del actor de Syrianna. Fue el titular de varios medios el pasado 4 de diciembre y se refiere a Max, un cerdo de verdad y mascota de Clooney desde hace 18 años.

La historia de amor entre el hombre más sexy del mundo, según la revista People, y el cerdo, er, ¿más adorable del universo, según su dueño?, se inició cuando Clooney hizo a su novia de entonces, Kelly Preston, el peculiar regalo. La relación no prosperó y Preston decidió seguir su vida sin el cerdo y sin Clooney, que acogió al animal e inició su "relación más duradera".

La relación entre cerdo y hombre despierta al pequeño zoofílico que la prensa sensacionalista lleva dentro. Durante los últimos días han circulado versiones en las que afirman que Max es la razón de que Clooney nunca se haya casado; que ambos duermen juntos, que el cerdo es muy exigente para acudir a las galas...

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Perrerías de moda

Clooney no es el único famoso con un gusto excéntrico por las mascotas. Paris Hilton es una fanática de coleccionar animales exóticos, que tras el furor inicial deja de lado. Además de un irritante perro chihuahua, la limitada actriz tiene un kinkajú, especie de comercio restringido, un tigre de Bengala y varios hurones. El gusto de Paris por lo exótico ha dado lugar a la página web www.tellparisno.com, donde un grupo de iracundos ecologistas despotrican contra la rubia.

Otro amante de los animales es el boxeador estadounidense Mike Tyson, quien durante su carrera se caracterizó por el amor al prójimo. En su hogar de Phoenix (Arizona) tiene 350 palomas, un león y una pareja de tigres de Bengala. Durante algún tiempo circuló en la prensa la ridícula versión de que Tyson utilizaba a los tigres como sparrings para prepararse para sus peleas. La cuestión llegó a plantearse en la sección de preguntas de Google. Un hombre de 100 kilos, como pesaba Tyson durante su esplendor pugilístico, no tiene nada que hacer contra un animal que pesa entre 200 y 300 kilos.

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