Juventud y experiencia
La experiencia estaba encarnada, en el concierto del pasado fin de semana de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC), por el director austriaco Hans Graf, y la juventud por la pianista Laia Masramon y la trompetista Mireia Farrés. De la amalgama entre el director y las solistas surgieron los mejores momentos de la velada. Antes, también había brillado el joven compositor barcelonés Bernat Vivancos con el estreno de la versión sinfónica de su obra Blau, en la que, con una atmósfera de una continuada serenidad y una pulcra escritura, ilustra las posibilidades que a un pintor le ofrecen las diversas tonalidades del color azul. La obra, atentamente dirigida por Graf, obtuvo una buena acogida.
El Concierto para piano, trompeta y orquesta de cuerda en do menor de Shostakóvich obtuvo una notable versión en el centenario del nacimiento de su autor, de quien ofrece un claro ejemplo de su vertiente más vital y optimista, con su habitualmente magistral y personal acentuación tímbrica y rítmica. Graf estuvo aquí especialmente afortunado al establecer las líneas maestras de una sólida y vitalista interpretación en una total coordinación con las solistas, a las que supo no tapar en ningún momento. Laia Masramon resolvió con aplomo e ímpetu las muchas dificultades de una endiablada parte pianística, mientras Mireia Farrés, que en esta ocasió salió de las filas de la OBC, de la que es trompeta solista, puso de manifiesto una sólida técnica y un sonido pulcro, homogéneo y vibrante.
En la segunda parte, con todos los riesgos comparativos que comportan las obras del gran repertorio, la Sinfonía nº 4 en mi menor, de Brahms, con una correcta prestación de la orquesta, tuvo una versión en la que la experiencia de Graf lució menos porque, si exceptuamos los aciertos del andante moderato, el resto estuvo caracterizado por una energía cercana a la rigidez, en detrimento de un mayor respiro y aliento romántico.
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