_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

No me arregle la vida, por favor

La ventaja de ser viejo, como yo ya voy siendo, es que recuerdas el pasado y esto te permite, a veces, apreciar mejor los cambios. Digo esto porque me parece patente que ahora los gobiernos intervienen menos en el ámbito económico -tienen mucho menos margen, con eso de la globalización, la inmigración y las nuevas tecnologías-, pero lo hacen mucho más en aspectos que hasta ahora considerábamos que pertenecían a nuestra vida privada: la dieta, la vida sexual, la salud, la manera de comportarnos como padres, el consumo de alcohol, las actitudes hacia las minorías, el lenguaje...

"Pues tendríamos que darles las gracias", me sugiere un lector, "porque a menudo es difícil saber lo que nos conviene en cada caso". Démosles las gracias, si al lector le parece bien, pero recordemos los riesgos de esa, digamos, politización de la vida privada, que además suele ir acompañada de la despolitización de la vida pública, de modo que la política educativa, por ejemplo, acaba centrada en las hamburguesas, o en la necesidad de que un equipo de psicólogos se haga cargo de la salud mental de los niños cuando, por ejemplo, el autobús escolar sufre un accidente.

Los políticos creen que necesitamos la ayuda de profesionales para saber lo que está de acuerdo con nuestros intereses

Este cambio de enfoque implica acabar convirtiendo al ciudadano en un menor de edad, inmaduro, vulnerable y sin recursos. ¿Engordamos? El problema, según el político -que, como es lógico, está de acuerdo con el experto-, es que carecemos de los conocimientos y las capacidades necesarias para cocinar bien, o del equipo adecuado. Necesitamos, no ya información, sino ayuda. ¿Nuestros hijos tienen problemas en la escuela? Es que no sabemos educarlos: en el fondo, no somos más que adolescentes creciditos, que están jugando a ser padres. De nuevo, necesitamos ayuda.

Y ofreciéndonos esa ayuda continua, resulta muy difícil que maduremos como personas, porque nos quitan algo necesario para ese crecimiento, que es el juego de la libertad y la responsabilidad. La responsabilidad la asume el gestor, claro, que nos dirá cómo hemos de vivir. Durante décadas nos dieron medios económicos: subvenciones, desgravaciones fiscales, gratuidad... Ahora han descubierto que esto no basta: quieren mejorar nuestra salud física y mental, el "bienestar", que es la nueva panacea de las políticas públicas.

Y no se le ocurra protestar diciendo que usted ya sabe cómo cuidar su salud o educar a sus hijos. Nuestros políticos han llegado a la conclusión de que carecemos de la capacidad mínima necesaria para actuar como ciudadanos responsables sin la ayuda de profesionales que saben mejor que nosotros lo que está de acuerdo con nuestros intereses. Claro que, si esto es así, ¿dónde queda la democracia, esta capacidad de los ciudadanos de asumir como propios los problemas de la nación y hacerles frente con iniciativa y creatividad? Si no somos capaces de dejar de fumar o de hacer ejercicio regularmente, ¿quién podrá confiarnos el control de los asuntos de nuestro país? ¿No es lógico que los dejemos en manos de los políticos y expertos que, es verdad, también fuman y engordan, pero ellos sí saben cuál es el régimen de vida que nos conviene?

Siempre ha habido problemas: los niños siempre se han pegado en la escuela -yo también-, y esto formaba parte del aprendizaje de la vida y servía para hacernos fuertes y formar el carácter. Ahora ya no hay "problemas": todas las peleas infantiles son una prueba de un déficit psicológico o de un comportamiento desviado que hay que corregir, y hacerlo como dice el político, claro. Porque sólo los padres que tengan el "estilo de vida" adecuado serán capaces de "socializar" a sus hijos de acuerdo con las "mejores prácticas" propuestas por los expertos.

"Exageras, Antonio", me dice el lector. Un poco sí, pero poco. Las llamadas "políticas de conducta" y el "bienestar positivo" están ya ahí. En las ciencias sociales, las predicciones pueden ser tan seguras como en las ciencias físicas, pero son más difíciles de descubrir y tardan más tiempo en manifestarse. En todo caso, sus efectos nos golpean con no menor fuerza. No se atreven a decir a los ciudadanos qué deben creer, pero se sienten autorizados a darnos instrucciones sobre cómo debemos sentirnos y actuar. Y de este modo, nuestra vida privada adquiere una dimensión pública: alguien con autoridad nos tiene que decir qué debemos comer, cómo debemos educar a los hijos y qué debemos sentir. Poco liberal, ¿no?

Antonio Argandoña es profesor del IESE.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_