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VIOLENCIA EN LAS AULAS
Columna
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Revuelta

Ha estallado la revuelta. Cientos de profesores se manifiestan en las ciudades españolas para exigir un cambio legislativo radical que ataje la violencia en el aula y el sistemático desprecio e indefensión de los docentes. Se veía venir. Sólo los locos o los tontos pueden permanecer ajenos al gravísimo deterioro de las condiciones educativas que ha convertido a España en el furgón de cola de la UE. Claro que siempre hubo locos: casi todos nuestros políticos, de este partido y del de más allá, miraron ostensiblemente hacia otro lado durante demasiado tiempo, se llenaron la boca con ese discurso vacío de la calidad de la enseñanza y amontonaron una ley de educación inútil tras otra no menos dañina. También surgieron algunos tontos: hubo padres que pensaron que sus retoños eran auténticos genios y que, si amedrentaban suficientemente al maestro, les garantizarían un título sin esfuerzo al tiempo que ellos se libraban de aguantar a los angelitos. Decía Antonio Machado por boca de Juan de Mairena, ante la airada protesta de un padre que se quejaba de que a su hijo lo hubiesen suspendido sin leer siquiera el ejercicio, que le bastaba con ver al progenitor. Pues eso.

Las revoluciones suelen venir precedidas de la conjura de los insensatos y de la de los necios. Si la aristocracia rusa no hubiera explotado tan insensatamente a su pueblo y si la iglesia ortodoxa no hubiera defendido tan neciamente el expolio, tal vez el gélido viento de la revolución de octubre no se habría llevado a ambas por delante. Ahora, cuando la revuelta de los profesores no ha hecho más que empezar, políticos y familiares irresponsables, como consentidores del desastre, harían bien en poner sus barbas a remojar. Que no se engañen: esto no quedará así. Va a haber más movilizaciones, una creciente sensibilización social (es sintomático que, junto a los profesores, también se hayan manifestado muchos padres y alumnos: aún existen la dignidad y la cordura) y una lenta pero progresiva irradiación de las protestas a los puntos más recónditos de la red escolar.

Que el sistema político ya está pagando las consecuencias resulta evidente: ¿o qué se creen que la vergonzosa abstención de las recientes elecciones catalanas sería concebible en un cuerpo electoral culto e instruido al que lógicamente le preocupa la res publica? Sin embargo, más lacerante es el castigo que ya están recibiendo las familias. Todos sabemos que la "calidad de la enseñanza" consiste en que en la privada tan apenas hay violencia y en la pública sí: el resultado, lo queramos o no, es que a mejores condiciones educativas, mejor formación. Curioso sistema este en el que entre todos sufragamos el bienestar educativo de los que, a base de explotar las plusvalías que hemos generado, podían permitirse tranquilamente prescindir de nuestro subsidio. El hecho es que, mientras la mayoría de nuestros jóvenes tuvo un empleo basura en la construcción y en el turismo, el carro siguió a trancas y a barrancas. Pero ahora, cuando el ciclo económico se agota, ¿qué hará toda esa pobre juventud maleducada y mal educada? ¿Montar un botellón las veinticuatro horas del día? Desde luego, es impensable que puedan competir con otros jóvenes europeos en empleos bien remunerados de la aldea global. Y en cuanto a los puestos mileuristas o menos, ya sabemos que la ampliación de la UE va a poner pronto toda nuestra mentira en evidencia.

No será porque las señales de alarma no estuvieran encendidas hace tiempo. Palizas a adolescentes y vejaciones a profesores que se graban con la cámara del móvil, fracaso escolar masivo (no importa que pasen de curso, importa lo que han aprendido), instalaciones tercermundistas, incluso asesinato (presunto: no faltaría más) de algún docente al que, para colmo, ni los medios ni la administración supieron defender (en Valencia, sin ir más lejos). El espectáculo resulta bochornoso, pero ya ha llegado el tío Paco con la rebaja. Asistimos incrédulos al derrumbe de los tinglados especulativos montados por constructores a todo lo largo y ancho de España. ¿Para cuándo la rendición de cuentas de los responsables de nuestra ruina escolar?

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