El otro 'Barbero'
Al pobre compositor italiano Giovanni Paisiello (1740-1816) la historia le ha jugado una mala pasada. El 15 de septiembre de 1782 estrenó en el teatro del palacio imperial de San Petersburgo el mayor éxito de su prolífica carrera como compositor operístico, una versión de El barbero de Sevilla con libreto de Giuseppe Petrosellini de soberbia comicidad que causó furor en su época. Pero cuatro meses antes de su muerte -falleció en Nápoles en junio de 1816-, un astro de la lírica también italiano, llamado Gioacchino Rossini, estrenó en el teatro Argentina de Roma su propia ópera basada en la misma comedia de Beaumarchais, y desde entonces la obra de Paisiello, a pesar de sus méritos, malvive a su sombra, condenada a ser eternamene el otro 'Barbero'.
La joya de Paisiello cerró la semana pasada 11ª edición del Festival de Ópera de Bolsillo y Nuevas Creaciones en la flamante sala de cámara del Auditori de Barcelona con la tercera y última función de un sencillo montaje producido por Antoni Colomer y La Porta Clàssica con dirección escénica de Joan Anton Sánchez y musical de Xavier Puig. El festival, que ya presentó con éxito esta deliciosa ópera bufa en la edición de 1997 en el tristemente desaparecido teatro Malic, no acertó en esta ocasión ni con el planteamiento escénico ni con la propuesta musical.
Falló el espacio, la flamante sala de cámara del Auditori, cuyo escenario ocupa casi por completo una orquesta de más de 30 músicos. En el pequeño espacio libre, sólo había una silla y un piano. Nada más. Con estos pobres mimbres, un director teatral tan experimentado en el género bufo como Joan Anton Sánchez basó su propuesta -ambientó la acción en la Sevilla de la década de 1950, evocada únicamente por el vestuario de Mireia Costa- en la caracterización de los personajes.
Mantuvo un buen ritmo teatral, resolvió las situaciones cómicas con mucha eficacia y dibujó bien el perfil de cada personaje, pero su minucioso trabajo se tambaleó por la poca naturalidad de un equipo de cantantes de poca soltura teatral y discreto nivel vocal. Sólo se salvó, por tablas, Toni Marsol en el agradecido papel de Fígaro de un reparto que incluyó también a Marc Sala, Laura Sabatel, Xavier Mendoza y Joan Sebastià Colomer.
A la inexperta compañía de voces no le ayudó gran cosa la dirección musical de Xavier Puig, tan volcado en obtener un resultado orquestal digno de la muy discreta Orquestra de la Academia del Teatro del Liceo, que provocó no pocos desencuentros entre los cantantes. Otra vez será.
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