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Reportaje:

Formatos de televisión al límite de lo correcto

La 12ª edición del Miniput muestra programas que buscan el humor en barrios marginales

El sábado, el mismo día en que -como era de prever- se produjeron las primeras protestas por el anuncio de hamburguesas que incita a comer "como un hombre", los aficionados a la televisión estaban viendo un festival en el que la mayoría de programas superaban los límites de lo considerado correcto. En el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona tenía lugar la 12ª edición del Miniput, un certamen que presenta programas novedosos y genera debates entre profesionales y aficionados a la televisión. Francesc Escribano, jefe de programas de TV-3 (y autor de documentales de gran calidad y audiencia, como Bellvitge Hospital), o los críticos televisivos Jordi Balló y Ferran Monegal eran algunos de los organizadores.

Durante la mañana se proyectó un curioso documental de divulgación, Autopsia, de Gran Bretaña, protagonizado por el doctor Gunter von Hagens (ya famoso por diseccionar cadáveres). También vimos Speer and Hitler, una ambiciosa y cuidada recreación de la vida del arquitecto de Hitler a través de las palabras de sus tres hijos, las imágenes originales del juicio de Núremberg y dramatizaciones de gran nivel.

A lo largo de la tarde, el público disfrutó con el humor de los nuevos formatos. Joy in the hood es un docudrama protagonizado por el cómico Des Bishop, que se dedica a viajar a zonas deprimidas de Irlanda para buscar nuevos talentos que participarán en un festival de monólogos. El director del trabajo, que estuvo en la sala, explicó que no se impuso ningún límite, pero que tuvo problemas con los políticos y la comunidad gitana de Cork. El actor protagonista dijo que un niño gitano de esa ciudad le había robado los dos últimos euros que le quedaban. Algunos críticos consideran que el programa sólo pretende aprovecharse de los habitantes de las zonas deprimidas.

Tal vez por eso, el director contó que quizá el formato no habría funcionado de haber sido rodado en zonas acomodadas. En todo caso, sorprende comprobar que los monólogos de estos actores amateurs no tienen nada que ver con las costumbristas y adocenadas bromas a las que El club de la comedia nos tiene acostumbrados. Si los cómicos de aquí ironizan sobre lo difícil que es programar el DVD, los de allí lo hacen sobre la delincuencia, las drogas o sus desestructuradas familias.

Pero una de las propuestas más interesantes fue We can be heroes, de la televisión australiana. Se trata de un documental de humor (se le llama mockumentary). Utiliza técnicas de reality, de documental y de ficción, pero los argumentos son tan surrealistas como incorrectos. El actor Chris Lilley interpreta a cinco candidatos (femeninos y masculinos) a ser "australiano del año". Entre ellos, una estudiante que ha adoptado a 80 sudaneses o un bombero que salva a unos chavales. Sorprende y alegra comprobar que "televisión pública de calidad" no siempre es un oxímoron.

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