A ritmo de jazz
La sabiduría de Sloan, que lleva 18 años en el banquillo, hace a Utah líder del Oeste
A lo largo de la historia de la NBA, muchas son las franquicias que se han mudado de ciudad. Por la avaricia de algunos propietarios, los equipos cambian de paisaje, recinto, hinchas... En algunos casos, modernizan los logos, pero son muy pocos los ejemplos en los que cambian el nombre, que debería ser algo así como la identidad. De esta manera, al equipo de Minnesota se le llamó Lakers por los 10.000 lagos existentes en ese estado. Cuando cambiaron Minneapolis por California, en 1960, poco tuvieron en cuenta que el océano Pacífico sea la única vista con agua de la que disfruta Los Ángeles. Posiblemente haya numerosos osos grises en las montañas de Oeste de Canadá, pero no importó para que mantuvieran su nombre cuando los Vancouver Grizzlies se mudaron a Memphis. Hubo un intento de denominar al equipo Memphis Express, pero la NBA lo frenó debido a que posiblemente detrás de la iniciativa estaba la compañía más poderosa de la ciudad: Federal Express (FedEx).
El estadounidense Boozer, el turco Okur y el ruso Kirilenko tocan la sinfonía
Pero ningún nombre tenía menos sentido que el de la franquicia del estado de Utah, que llegó de Nueva Orleans en 1979 para establecerse en la ciudad opuesta a la capital del jazz. Sobria, legalista, hasta cierto punto oscura y muy sosa, Salt Lake City poco tiene que ver con la fiesta constante en la que vive la ciudad en la que se estableciera el primer y más famoso barrio rojo de Estados Unidos. Para colmo, durante casi dos décadas, las mejores del equipo, el Utah Jazz fue un dueto con ritmo de marcha militar. El un, dos, un, dos era sencillamente un Stockton a Malone, Stockton a Malone y así una y otra vez. Cuando John Stockton se retiró y Karl Malone emigró en busca del ansiado título que nunca acabó de llegar a la capital mormona, era presumible que los Jazz tardaran mucho en asumir un nuevo estilo, pero en menos de cinco años Utah puede haber encontrado por fin su banda de jazz.
Utah tiene un poderoso pívot turco, Mehmet Okur (14,9 puntos y 8,2 rebotes de promedio), que también se prodiga desde la línea de tres puntos (34,4% de acierto) y un ala-pívot de Alaska, Carlos Boozer, que apenas pasa de los dos metros, pero cuya versatilidad le permite atacar cualquier defensa (22,3 puntos y 12,3 rebotes de media). Además, cuenta con un base disciplinado, Deron Williams, que no había nacido cuando Jerry Sloan asumió la posición de segundo entrenador de los Jazz en 1984, y un ruso, Andrei Kirilenko, con unos tentáculos como brazos que abarcan toda la pista y una esposa que le hizo una oferta que puso patas arriba la NBA.
Andrei Kirilenko y su esposa, Masha Lopatova, antigua reina del pop ruso e hija del ex jugador soviético Andrei Lopatov, llevan una doble vida. En Rusia son estrellas del rock. En Utah, ciudadanos modelo. Si no fuera porque Masha le ofreció a su marido tener relaciones sexuales una vez por temporada, y solo una, con otra mujer, se llevaría de maravilla con el resto de las esposas de los jugadores. Desde entonces no le dirigen la palabra por miedo a que sus maridos exijan los mismos derechos de los que disfruta Kirilenko. El ruso, no obstante, ha bajado sus números en ese curso, en el que promedia 8,5 puntos y 5,6 rebotes.
Carlos Boozer fue un fichaje sonado. Le ofrecieron un contrato de 60 millones de dólares por cinco temporadas, que, obviamente, aceptó, pero en sus dos primeras campañas las lesiones le hicieron perderse 80 partidos, algo que hizo asumir a los hinchas que estaba fingiendo para forzar un traspaso. En su primera temporada completamente sano, Boozer se ha convertido en la revelación del torneo y su estatura, 202 centímetros, no le impide zarandearse con el que sea en el poste bajo.
Con 14 victorias y cuatro derrotas, Utah está en los más alto de la Conferencia Oeste y va camino del mejor comienzo de temporada de su historia. Sloan, que cumple su 18ª temporada en el banquillo de los Jazz y acaba de ser elegido el técnico del mes, puede por fin haber encontrado una banda con gran habilidad técnica, que toca en perfecta sintonía y que deja momentos para la improvisación gracias a sus excelentes solistas. Puro jazz.
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