El Manchester avisa al Chelsea de Mourinho

Exquisito por lo vertical, el Manchester desacreditó al Chelsea como equipo omnipotente de la Premier. Firmaron las tablas, pero, más que dilucidar si uno se escapaba o el otro le pillaba al frente de la tabla, el choque de Old Trafford demostró que el United puede batirse y luchar por cotas mayores ante los blues. Dictador en los dos últimos cursos, el equipo de Mourinho se había erigido en el maltratador del torneo; si un rival le retaba, quedaba retratado con una paliza. Ya no. Sobre todo porque sir Alex Ferguson, con un ligero retoque a su filosofía futbolística, ha contrarrestado la propuesta universal y millonaria del Chelsea. Carrick es la pieza que le faltaba; Rooney y Saha, los estiletes. Pero al Chelsea, todavía, nadie le tose.

En la década pasada, la dupla Yorke-Cole se puso las botas con los centros de Beckham y Giggs. Fútbol vertiginoso que se relamía con las piernas de sus extremos. Con los años se marchitaron los arietes y se difuminaron las bandas. Pero Ferguson, obcecado con su idea, ha recuperado al mejor Giggs y otorgado los galones a Cristiano Ronaldo, que, pegado a la línea de cal, es tan incisivo como fulminante si no se enreda con sus piernas. El Chelsea acusó la propuesta hasta que Mourinho adivinó el problema: sustituyó a Geremi por Robben y situó a Essien de falso lateral derecho. No sólo correspondió al contrario con la misma moneda, con fútbol por los carriles, sino que abrió el campo para desmembrar la banda izquierda rival: Giggs ya tiene unos años para corretear de arriba abajo.

El medio centro Carrick demostró su peso en los red devils. Con una equidad salomónica, con un toque de primera, se hartó de repartir el juego. Así, Carrick alcanzó a Rooney, que se había dejado caer al costado; éste levantó la cabeza y adivinó el movimiento de Saha, que, desde fuera del área y con un tiro raso y colocado, batió a Cudicini. En el área rival, Shevchenko y Drogba, desconectados, se morían de envidia.

Pero el Chelsea, mentalidad ganadora y orgullo de aúpa, se crece ante las adversidades. Quizá no juega con soltura, pero intimida con los disparos lejanos de Lampard o las galopadas de Robben. Y, a balón parado, es infalible. Lampard lanzó un saque de esquina y Carvalho remató a la red tras una falta previa de Drogba. Suerte de campeón; respuesta de ganador.