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Reportaje:Tenis Masters

Otra lección maestra de Federer

El 'número uno' cierra su espectacular temporada con 12 títulos y desquiciando al estadounidense Blake en la final de Shanghai

Su último partido de la temporada fue una auténtica lección. Roger Federer acabó el año 2006 con un festival de juego y desquiciando por completo a un James Blake, convertido ya en el número uno estadounidense y cuarto mundial, que nunca encontró armas para contrarrestarle. Fue una demolición en toda regla. Blake, el hombre que había derrotado a Rafael Nadal en la segunda jornada, se quedó indefenso frente al poderío de los golpes del tenista suizo y perdió por 6-0, 6-3 y 6-4 en 1 hora y 37 minutos. En los seis partidos que llevan disputados, el norteamericano le ha ganado sólo una manga.

La victoria situó a Federer todavía un peldaño más alto respecto a todos sus rivales. Ni siquiera Nadal se le puede comparar. Ha ganado 12 títulos, entre ellos tres del Grand Slam. Ayer sumó en su cuenta corriente 546.791 euros más y esta temporada totaliza 6,5 millones, lo que constituye un récord absoluto de ganancias. Sin embargo, lo que más le aleja del número dos son los 8.370 puntos con los que concluye el año. Ningún jugador había sumado tantos en el pasado. Nunca resultó tan difícil alcanzar al líder de la clasificación. Nadal está ahora a 3.900 del helvético y sin ninguna posibilidad de igualarle prácticamente hasta Roland Garros.

"¿Hasta dónde llevará su dominio?", se preguntan sus propios compañeros del circuito. De una u otra forma, todos han sufrido la dictadura de Federer, de 25 años, que a lo largo de la temporada ha perdido sólo cinco partidos de los 97 que ha disputado. Da la sensación de que Nadal es el único jugador capaz de inquietarle, de crearle tensión, de ganarle. Lo hizo cuatro veces este año -la otra derrota fue ante Murray en Cincinnati- en las finales de Dubai, Montecarlo, Roma y Roland Garros. Pero ahora incluso a él le ha superado dos veces consecutivas, en la final de Wimbledon y en las semifinales del Masters.

Otros le tuvieron también contra las cuerdas, pero siempre acabó salvando la situación. Juan Carlos Ferrero dispuso de dos bolas de partido ante él en Dubai, pero acabó perdiendo. Y lo mismo le ocurrió a Andy Roddick esta semana en Shanghai: jugó el partido de su vida contra Federer en el round robin, le tuvo tres veces en bola de partido, pero el suizo se levantó y le superó.

"Durante dos sets me he sentido mejor jugador", comentó entonces Roddick; "si ahora no creo que le puedo ganar, no voy a creerlo nunca. Pero es cierto que resulta frustrante salir así de la pista, tras haber jugado uno de los mejores partidos de la temporada". Fue una reacción lógica, realista. Una confesión personal, similar a la que realizó Ivan Ljubicic tras perder contra él también esta semana: "Todo el partido me estuvo exigiendo mucho. Estaba jugando al límite de mis posibilidades, sintiendo la presión en cada uno de mis saques y viéndome obligado a tomar más riesgo en cada uno de mis golpes. Es realmente duro jugar así todo un partido". Y, luego, la respuesta de Nadal tras perder en dos mangas en las semifinales: "Roger está con una confianza impresionante. Es un fenómeno. Hace cosas que nadie más es capaz de hacer. Creo que es el mejor jugador de la historia y lo está demostrando".

Sin embargo, Nadal sigue siendo el único capaz de perturbarle. Durante su partido se produjeron los únicos momentos de titubeo de Federer. Ni siquiera en los match-ball ante Roddick había sufrido tanto como cuando Nadal le rompió el saque para recuperar el break y colocarse con 4-5 en la primera manga.

Pero todo el mundo tenía claro que, superado aquel obstáculo, en la final se vería al mejor Federer. Y eso fue lo que ocurrió. Liberado por completo de complejos, el suizo salió ayer ante Blake dispuesto a disfrutar del partido. Los golpes fluyeron de su raqueta de una forma tan natural que parecía sencilla. Sus bolas se ajustaban a las líneas, una tras otra, a la derecha, a la izquierda, en el fondo. Y Blake se fue desesperando y abatiendo.

"No había nada que pudiera hacer. ¡Jugó tan bien!", confesó Blake; "acabaría los adjetivos para describir sus excelencias. Es increíble. Tal vez yo no jugué mi mejor partido pero, si soy honrado, no sé si habría podido cambiar mucho las cosas a mi mejor nivel". Federer, el intocable, el admirado, ganó su tercer título del Masters y puso el mejor colofón a una temporada en la que había levantado ya los trofeos en el Open de Australia, Wimbledon y el Open de Estados Unidos. Le queda Roland Garros. Y seguro que ya está pensando en ello.

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