Mutaciones 007
Habría que saber por qué los informativos cuentan con tanto detalle morboso las agonías de los demás medios de comunicación y de los viejos formatos narrativos, pero no dicen ni pío de la profunda crisis que atraviesa el televisor del cuarto de estar. Todas esas tecnomutaciones que acabarán con el periodismo impreso en 2043 (The Economist) reconvertirán la industria de Hollywood y aledaños en apenas un decenio (Variety), transformarán la Red en algo irreconocible, comunitario y eminentemente audiovisual (Wired), jubilarán el ciego formato disco de la industria musical y elevarán a gran fetiche global la cada día más multimedia consola on-line de los videojuegos (Wall Street Journal), son mutaciones que también, o sobre todo, tienen tratos asesinos con la pantalla dominante
Pero nuestros informativos, cuando cuentan esas mutaciones 007, que implosionarán aquí luego de la Navidad 06, jamás mencionan la premisa mayor. El primer gran damnificado de esa conjura multimedia y digital que nos llega por tierra (herciana), mar (internauta) y aire (satelitario) será ese propio televisor generalista que se consume pasivamente en el cuarto de estar. Si en 2043 morirá el periodismo de papel, vale, excuso decirles cuánto durará el actual monopolio de La Televisión, pronunciado así, con obscena mayúscula singular. Cada vez que introducimos en el hogar una máquina digital con pantalla, sea un móvil de la tercera generación, un iPod o Zune, una PlayStation 2 o 3, una conexión ADSL o una grabadora DVR, sencillamente le estamos restando horas de adoración al ex monopolio de las imágenes. Y la tele generalista nació, se desarrolló y dominó desde ese principio sagrado: todos consumiendo las mismas imágenes, al mismo tiempo y en un mismo sitio, reclinados en el tresillo familiar. A esa ceremonia exclusiva de las religiones monoteístas se le llamó prime time; a la congregación de los comulgantes, share e in illo témpore, tal fue el principio teológico y económico de La Televisión. Pues bien, adiós a todo eso desde que los diosecillos digitales de Atenas irrumpieron en el templo del Dios único.
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