Memorias y olvidos
Lo primero es anotar que es muy frecuente el título autobiográfico de "memorias". Se trata de todo un género de recuento retrospectivo en el que incurren protagonistas de ciertos hechos considerados como de importancia histórica, como los políticos y los militares, y también artistas y escritores. Pero no existe el género opuesto y así como ya existen varias "autobiografías no autorizadas", podríamos darle carta de ciudadanía a los escritos autobiográficos integrados, no por recuerdos sino por omisiones: en este caso, lo contrario de los libros de memorias, podríamos inventar una autobiografía hipotética titulada "olvidos completos".
Por otra parte, es ya un lugar común, la intención de escribir algún hecho o sobre algún personaje "para preservar la memoria". Sólo que estos textos han sido casi exhaustivamente olvidados.
La memoria es una forma barroca del olvido. Enseguida agrego que el olvido es, o bien un minucioso y obsesivo ejercicio del recuerdo, o bien un recuerdo hueco, vacío, una negación
Los temas colectivos, inventados con la buena fe de quien persigue la síntesis, suelen tomarme por sorpresa. Sucede que mis pensamientos, en sus procesos selectivos, van en otras direcciones, van solos, sin que yo los predetermine ni, mucho menos, llegue a creer que son importantes o razonables, o verdaderos. Su único mérito, o demérito, es que son los míos, tal vez la contribución de mi raciocinio a la confusión habitual y general que padezco. No, no vengan a mí en busca de certezas, no garantizo tampoco preguntas sensatas, a lo mejor, como casi siempre, me deslice -o ascienda- por el inexistente sendero de las paradojas, de los contrasentidos, de un humor que suele producir risas sólo para disimular el desconcierto.
De modo, pues, que no tengo nada que decir acerca de la memoria y el olvido. Nunca los he pensado como opuestos y, ahora, si algo los enfrenta, lo primero y, por lo pronto, lo único que se me ocurre es que memoria y olvido son lo mismo, exactamente lo mismo. Ambos fenómenos se refieren a un dato concreto; ese dato es una historia, una mera anécdota, una imagen, una persona. Ese dato, me gusta llamarlo así, el dato, el dato datado en el pasado o en presente, ese dato, si se recuerda, no necesariamente se recuerda como realmente es. Me refiero a los datos no meramente informativos, o unívocos, me refiero a los datos en donde intervienen varios sentidos y la emoción está presente.
Entonces, el recuerdo es una mera versión o, más exiguamente, una interpretación. Nunca las cosas se recuerdan con precisión, de modo que la memoria -de nuevo la identidad- es una forma barroca del olvido. La rememoración no es igual, apenas si sustituye el dato. Por eso mismo, esta nada que es el recuerdo cambia con los días, se transforma.
Aquí me detengo. Vengo hablando desde la perspectiva individual. Seguiré con el mismo rasero, pero antes me detengo para observar que hay ciertos recuerdos colectivos que, superpuestos unos con otros, se van alejando del original hasta crear una nueva versión, una especie de verdad colectiva que comienza como leyenda y puede terminar en mito. En fin, un mito no es más que una memoria colectiva construida con los olvidos de todos. Debería callarme durante diez segundos para invitarlos a pensar bajo esta perspectiva -la de que el mito es una memoria construida con los olvidos de todos- el profundo y devastador contenido de nuestro mito más activo en la sociedad actual, el mito del progreso.
Dije arriba que la memoria es una forma barroca del olvido. Enseguida agrego que el olvido es, o bien un minucioso y obsesivo ejercicio del recuerdo, o bien un recuerdo hueco, un vacío, una negación. Esta última noción no vale la pena considerarla, pues se trata de la mismísima noción de la nada, de lo que no tiene palabras. Me detengo en la primera, la definición del olvido como un ejercicio para insomnes. Un personaje de una novela que escribí hace ya años tenía el vicio de escribir sus propios poemas. Y escribió -y yo copié- un poema sobre el acto de olvidar un mal amor:
Una noche
"El día no es la luz, / es tiniebla trasparente que se viste de negro con las horas, / para que las voces del insomnio / traspasen el silencio de la noche / y el quiste del desamor se convierta en un llanto de palabras quebradas, en un clamor del aire. / El olvido es amor que se convierte en nada interminable de obsesiones, / en lento deshacerse; / al final del amor está el olvido y el olvido demora madurándose / y las voces que a veces se escuchan a la madrugada, antes de la primera luz, / son eco del silencio angustiado de los seres que olvidan, de los seres que amaron y llevan semanas y meses olvidando. / El olvido no es que algo se borre en la memoria, / el olvido te ocupa todo el tiempo, a la hora del trabajo o del aseo, cuando comes o rezas no te olvidas de olvidar. / Entretanto en la noche, cuando el silencio es la materia más consistente de lo oscuro, /se cuelan voces sin dueño, las voces silenciosas de aquellos que agonizan olvidando: / -Voy birlando tus apariciones, eludo los instantes en que sólo a ti te deseo, / eres la mía nunca más, / nadie repite, no hay regresos, lo sabemos, pero no descanso de olvidarte, / me gasto cada noche entera contigo, olvidándote. Tú bien lejos y yo aquí contigo / olvidándote, / olvidándote. / -La palabra mata / y yo te voy desollando con cada sílaba. / Dardo mi verbo, arma mortal. / Lunas en agonía hacen explosión en esta memoria de guerra. / Cuando el amor acaba todo recuerdo tortura, olvidando se convierten en espinas las dichas del pasado: / saber que me amaste es aprender que tu amor envenena; / para degradarme hoy, te amé entonces. / Estoy en guerra con lo que tengo de ti, un fantasma que se apodera de mis noches, / la rabia saber que no es el tuyo, cuando otro cuerpo. / Tengo que purificarme de ti, suicidarme de ti, mudar la piel que tú acariciaste. / Tengo que matarte en mí para no ser sólo un pedazo de pasado. / -Cómo te voy desamando, qué largo y monótono ejercicio ya no amarte y pensar en ti todo el tiempo, / qué tortura sutil sentir que mi lujuria está en abrazar un cuerpo que ya no abrazaré, / ¿cuándo un tiempo sin ti y contimo, vuelto a mí, recuperado de la droga de tu aliento? / Te expulso de mí, te exorcizo, te llamo a cada segundo para que salgas de mi alma, para que tu fantasma no me anule. / Ah, nuestros momentos de dicha quedan demasiado lejos y ya no me justifican los insomnios de este olvido minucioso. / Se me va un día entero olvidando cada minuto de nosotros. / Se me va toda la rabia cuando me doy cuenta, lacerado, de que ni siquiera pude herirte".
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