"El intelectual es un transmisor de dogmas, no de ideas libres"
El escritor Valentí Puig (Palma de Mallorca, 1949) traza en la novela La gran rutina (Edicions 62) un desolador retrato de la sociedad catalana actual a partir de un fracasado político convergente, un pintor aquejado de cáncer y un financiero tan burgués como corrupto. Puig dice que no publica el libro con ánimo polemista, pero no se muerde la lengua.
Pregunta. Se ha basado en la sociedad catalana actual y le ha salido una novela muy crepuscular, mientras que otros no habrían pasado de un vodevil.
Respuesta. Escribo sobre lo que conozco. Los protagonistas de mi novela pertenecen a una generación perdedora, que creyó en los mitos revolucionarios de Mayo del 68. Me refiero a la denominada gauche divine, cuyos miembros se autoproclamaron enemigos del convencionalismo y partidarios de la transgresión. Al final han descubierto que la vida es una rutina marcada por el dolor, la piedad y la muerte. Con las últimas elecciones autonómicas su desengaño es mayor porque su gran líder era Pasqual Maragall. Mis personajes sólo encuentran un camino, el de ir tirando a base de Viagra y otros elixires rejuvenecedores.
"De la 'gauche divine' no se puede aprovechar nada porque eran demasiado vagos"
P. La novela está llena de comentarios sobre la política nacional, entre los que no faltan pullas al presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Sin embargo, esto es ficción. ¿No teme que el lector confunda al narrador y al autor, también analista político?
R. Puede ocurrir, aunque he tratado de dar al narrador una dimensión distinta de la mía. No es un ensayo sociológico. He escrito sobre gente a la que he tratado: pintores, políticos y editores. A lo mejor, hasta he insinuado alguna pequeña verdad sobre esta clase ilustrada y supuestamente bohemia.
P. Parece un ajuste de cuentas.
R. Pues no era mi intención. Nunca me he sentido integrado en una generación porque siempre he ido a mi aire. Hace tiempo que me definí como conservador, mientras que la gente de mi edad se presentaba como progresista.
P. ¿Por qué utiliza la etiqueta conservador? Antes se solía decir: "Soy de derechas".
R. No es lo mismo. La derecha se hereda. Es gente que ha estudiado en ciertos colegios religiosos, sus padres son personas acomodadas, muy tradicionalistas, adeptos de toda la vida... Apoyaron al régimen franquista y sus hijos se enfrentaron, vestidos con americana y corbata, a los comunistas en las asambleas universitarias. No me identifico con ellos. Mi padre era republicano y estuvieron a punto de fusilarlo en la Guerra Civil. Cuando vine a Barcelona, participé en los movimientos estudiantiles. Todo cambió al trasladarme a Irlanda del Norte como profesor de español en una época muy turbulenta. Empecé entonces a pensar en términos de orden. Concluí que sin orden no hay libertad, y eso es conservadurismo puro.
P. No será que pesa la edad...
R. Es evidente que hay una decrepitud física inherente a todo ser humano. Pero una mente puede ser soberana en un cuerpo decrépito y la propia de un sapo en un joven apolíneo. Hoy prima el narcisismo del lifting y así nos va. Creo en cierta moral y en una noción de la verdad tanto en la vida como en el arte.
P. ¿Y dónde está el problema?
R. En la vida, ninguno. Sólo queda aguantarse. En el arte se debería recuperar la idea de continuidad, tan denostada. Hay que valorar de nuevo la transmisión de experiencia cultural de una generación a otra.
P. ¿Y de la gauche divine no se puede aprovechar nada?
R. Eran demasiado vagos.
P. Me temo que si se le califica de intelectual, le da un ataque de alergia.
R. La del intelectual es una figura que detesto, surgida en Francia a partir del caso Dreyfus. El intelectual tuvo su auge en el siglo XX y ahí se tendría que haber quedado. Es un transmisor de dogmas, no de ideas libres. A ellos les debemos el nazismo y el comunismo.
P. ¿El peor?
R. Sartre. Se equivocó en todo.
P. ¿Y en España?
R. El paradigama es Ortega y Gasset.
P. ¿También se equivocó en todo?
R. No, no, no. De Ortega se pueden aprovechar muchas cosas. Además, desde la transición hasta ahora, en España no ha aparecido ningún pensador relevante.
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