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Reportaje:

Kepa y la tienda de campaña

El goleador sevillista relata su duro aprendizaje en las categorías inferiores del líder de Primera

Hay apellidos que cuando se juntan parecen tener mala suerte para lucir en una camiseta de futbolista. González Blanco pasará a la historia eclipsado por un nombre: Raúl; y Blanco González probablemente por el de Kepa (Marbella, 1984). Como el orden de los factores parece no alterar el producto, de la unión de ambos apellidos han salido curiosamente goleadores.

Después de romper el cristal del salón de su casa en San Pedro de Alcántara, Kepa y su madre, doña Esther, sabían que aquel niño, fan del Barça y de Rivaldo, tendría que mejorar mucho para llegar a ser futbolista. Ya habían tenido alguna prueba de ello.

-Linier, le ha pitado 15 fueras de juego a mi delantero. Alguno no habrá sido, ¿no?

"Cuando debuté con Caparrós toqué una vez el balón. Aquel toque no se me olvidará jamás"

-Dígale a su delantero que levante la tienda de campaña del punto de penalti.

Así relata Manolo Jiménez una de las primeras actuaciones de Kepa en el Sevilla B. "Cuando llegó del Marbella estaba sin trabajar. Corpulento, pero sin fibra, y con unos fundamentos balompédicos un tanto rudimentarios". Tenía, eso sí, unas características que se están perdiendo en el fútbol moderno. El delantero centro de referencia. Un jugador tipo Urzaiz o Morientes, capaz de aguantar el balón despejado por la propia defensa y entregarlo al extremo para rematar el centro de este en el punto de penalti.

"Después de los entrenamientos me quedaba horas con él dándole centros para mejorar su remate. Tiene un martillo en la cabeza. Y, sobre todo, tácticamente ha mejorado muchísimo. Fíjate la calidad que tiene en el desmarque. Yo me aposté con él que acabaría jugando en el fútbol inglés", cuenta Jiménez.

En su segunda temporada en el Sevilla B, duplicó su número de goles. Era el complemento ideal para los centros de dos jóvenes extremos, hoy ya consagrados en el fútbol nacional: Jesús Navas y Puerta.

"Me fallaba la concentración. Manolo Jiménez me insistía mucho en eso. Me prohibía caer a banda. Y el trabajo fue dando sus frutos. El día más feliz fue cuando el 6 de noviembre de 2002 Caparrós me hizo debutar con el Sevilla en Linares en un partido de Copa. Jugué cuatro minutos y toqué una vez el balón. Aquel toque no se me olvidará en mi vida".

Kepa regresó a la factoría Jiménez, a curtirse en mil batallas por los campos de Segunda B. Ese aprendizaje y los duros entrenamientos con los afamados centrales del primer equipo, Javi Navarro y Pablo Alfaro, lo fueron preparando para dar el salto a la primera plantilla, donde se fue haciendo con un nombre la temporada pasada, la mejor del Sevilla en toda su historia. Sin embargo, las cosas cambiaron a finales de agosto de este año.

"El Sevilla fichó a Chevantón, delantero uruguayo de categoría. Yo me convertí en la cuarta opción, por detrás de él, de Kanouté, Luis Fabiano... Me veía en el Getafe. Todo estaba arreglado para buscar minutos en otro lado, pero las lesiones de Chevantón y Luis Fabiano me hicieron debutar ante el Levante en el primer partido de Liga. Si las cosas no hubieran salido bien no estaría ahora en el Sevilla. Mi carrera a una carta. Hat-trick en ese partido. La tortilla dio la vuelta y me quedé aquí".

Esta temporada lleva 6 goles, 3 en liga, 2 en UEFA y uno en la Copa. Ha sido internacional con las selecciones inferiores aunque confiesa que su meta es jugar con la absoluta. "Sería mi mayor orgullo". Manolo Jiménez repite una y otra vez: "Kepa, con partidos, seguro que marca goles. Lo tengo comprobado".

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