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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Juegos de artificio

Abre temporada el museo con una muy atractiva exposición, comisariada por su director, José María Parreño, en la línea establecida en temporadas anteriores por otras colectivas de orden temático que indagaron en torno a las poéticas de la noche, las derivas del realismo o la escultura en madera, prolongada ahora en esta deriva de lo Naturalmente artificial que, como advierte su autor, por igual podría haberse titulado, con idéntico sentido, como "artificialmente natural". Parece, en todo caso, oportuno recordar el antecedente que nos sitúa aquella otra muestra titulada Naturalezas españolas, presentada en el Reina Sofía en 1987. No en vano, ambas vienen a centrar por igual su atención en el mismo asunto, las relaciones entre arte y naturaleza en la plástica española contemporánea, y abarcan en sus respectivos balances cuatro décadas: de 1940 a 1987, en el primer caso; entre 1968 y 2006, para el que hoy comentamos.

NATURALMENTE ARTIFICIAL

Museo Esteban Vicente Plazuela de las Bellas Artes Segovia

Hasta el 10 de diciembre

Sin embargo, los veinte años transcurridos entre una y otra exposición, determinan una distancia radical entre ambas, en su planteamiento, orientación y contenidos. Pues si aquellas naturalezas hispanas, que arrancaban en el tramo de la posguerra y vivían de hecho, en el curso de los ochenta, un tiempo de particular énfasis de lo pictórico, ponían todavía el acento principal en las modulaciones determinadas en los géneros del paisaje y la naturaleza muerta por el curso avanzado de la modernidad, lo que viene a aflorar ahora en estos juegos de artificio segovianos es justo el giro radical que han privilegiado, en su actitud y comportamientos frente al imaginario de lo natural, las estrategias dominantes en el tramo final del siglo. De ahí, valga como ejemplo elocuente, que aun correspondiendo en rigor a la etapa que englobaba, el conceptual patrio apenas encontrara eco en el marco de la exposición de 1987, mientras que en la muestra actual, reivindicado como referente por la generación más reciente, pasa a ocupar, en la trama del discurso, un lugar privilegiado.

Pero, sin duda, entre los aciertos mayores del proyecto planteado por el Museo Esteban Vicente es la voluntad de explorar ese nuevo horizonte de lo "naturalmente artificial" no tan sólo en sus estereotipos canónicos -las secuelas del ya mencionado modelo conceptual, el land art, el earth art, las prácticas de corte ecológico-, sino buscando en su entraña las vueltas y revueltas más extremas, excéntricas incluso, entre las que cabría situar cadencias como las fabulaciones naturalistas de Fontcuberta, las trasmutaciones del paisaje visionario de Juan Carlos Savater, la ensoñación de las cumbres ingrávidas de Pamen Pereira o ese otro entorno natural tan consustancial al presente que definen los desastrados parajes suburbiales de Ugalde, Belinchón o Xavier Ribas.

Y en esa misma lógica, ca

be destacar por igual el hecho de que, aun sin pretender en modo alguno agotar lo inabarcable, la selección planteada ha atinado a entretejer, con preciso equilibrio, la presencia de los protagonistas determinantes dentro de este relato -como Adolfo Schlosser, cuya sobrecogedora Bóveda abre oportunamente el recorrido de la muestra, Fernando Casás, Miguel Ángel Blanco, Perejaume o las intervenciones territoriales de Nacho Criado, Abad o Ángels Ribé, entre otros- con elecciones de lejos más insólitas, pero en modo alguno menos pertinentes, a modo de los formidables lienzos de Ameztoy, los híbridos perversos de Martínez Peral o la incisiva pieza de Mateo Maté. Todo, en fin, para componer en el espacio escénico de la muestra la muy sugerente y jugosa geografía con la que el arte español más reciente da cuenta de esa errática invención de la que se nutre hoy, por así decir, nuestro nicho ecológico. Pero además, por si no bastara, el museo rompe en esta ocasión por primera vez sus costuras para extender la muestra por el jardín colindante y diversos rincones de la ciudad con una pieza de Casás e intervenciones específicas de Iraida Cano y, ante todo, la estupenda huerta trenzada por Lucía Lorén.

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