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Columna
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Penoso

Júroles que, últimamente, antes de sentir cualquier satisfacción primero leo los periódicos. Me levanto de mañanita, me aseo, me visto el fular y los guantes, y espero con impaciencia, sentado en la cama, la llegada de la prensa. El fular y los guantes, no se crean, no forman parte de mi indumentaria habitual. Ocurre que, en la soledad de la espera, sin nada que me entretenga, soy muy dado a las imaginaciones felices, o sea, a reírme solo, y utilizo esas prendas para impedirme cualquier felicidad.

A nada que me asalta una ocurrencia, en cuanto asoma en la media luz de la mañana el menor atisbo de una posible carcajada, tiro de los extremos del fular como si se tratara de una campanilla y el ahogo consiguiente me trae tan sólo el recuerdo de la Estigia. O bien cojo el libro, pues siempre me acompaño en ese momento de un libro, preferentemente la Melancolía de Burton en una vieja edición inglesa en papel biblia, y trato de pasar las hojas con los guantes puestos. Les aseguro que esta segunda es la más atroz de las dos, ya que siempre acaba, al menos en mi caso, en un desquiciado empeño por devorar, como Ezequiel o el ángel del Apocalipsis, el libro que tan tozudamente me niega la seda de sus páginas.

Eso sólo prueba su gran habilidad propagandística para vender como triunfo su inapelable derrota

Hasta que llega, en el hervor de mi masacre, la prensa deseada. Y entonces, qué se creerán ustedes que hago entonces. Entonces, busco con fruición los motivos por los que se siente satisfecha Batasuna en el día y tomo así conocimiento de todo aquello con lo que no debo sentir satisfacción. ¡Quién les iba a decir a los batasunos que acabarían convirtiéndose en nuestros guías espirituales!

Miren, entre los adalides del antirrelativismo, tanto moral como cognitivo, resulta que no son raros quienes hacen depender cualquier valoración de lo que nos ocurre, o de lo que se nos ocurre, del estado de ánimo que puede suscitar en el rebaño batasuno: que a Batasuna le causa satisfacción tal o cual iniciativa, pues malo ha de ser que sea buena, luego conviene rechazarla. Y no conformes con el rechazo, todavía dan un paso más y pasan a atribuir al satisfecho el origen de la iniciativa misma. Creo que me quedaría corto si tratara de enumerar todas las iniciativas que ahora mismo algunos atribuyen al magín de ETA-Batasuna, cuando de lo que sí estoy convencido es de que a ese binomio, salvo el hecho de liquidar a sus oponentes, casi nunca se le ha ocurrido nada que previamente no se les haya ocurrido a otros.

Llevamos decenios girando en torno a conceptos, mesas y territorios que ya dejaron huella en el mismo texto constitucional. La misma mesa extraparlamentaria que tanto centra nuestro interés político -y que algunos atrbuyen a la iniciativa batasuna, de la que sería buena prueba la satisfacción que les procura- tiene varios precedentes en nuestro reciente pasado -véase la Mesa de Ajuria Enea, pero consúltese también el plan Ardanza, sobre el que, curiosamente, nadie habla-, precedentes que no nacieron de la iniciativa de ETA, sino que sólo recibieron su rechazo. Que ahora ETA-Batasuna los haga suyos, y que los exhiba con una inmensa satisfacción, sólo es prueba de que la necesidad le obliga apropiarse de proyectos ajenos y de su tremenda habilidad propagandística para vender como un triunfo su inapelable derrota.

Ninguno de los asuntos que barajamos últimamente, ya sea el derecho a decidir, la autodeterminación, la soberanía, la anexión de Navarra, la creación de un organismo de cooperación con esta última comunidad, el reconocimiento europeo del conflicto, o cualquier otro, le es ajeno al nacionalismo institucional, esto es, al PNV. Lo ha sabido ver muy bien Jon Juaristi en un artículo reciente, en el que considera al PNV como verdadero beneficiario de lo que está ocurriendo, y éste es ya otro cantar y poco tiene que ver con la satisfacción o la insatisfacción de Batasuna. Ésta, en estos momentos -a diferencia de lo que sí ocurrió en Lizarra, con su proceso de creación de instituciones paralelas, censos a conveniencia, y refrendos no ya ilegales sino al margen de cualquier institución- no propone nada que no haya sido propuesto antes por el nacionalismo institucional.

Y es ahí donde debiera residir el núcleo de nuestras preocupaciones y no en la satisfacción o insatisfacción de Batasuna. Una vez disuelta ETA, o con la previa garantía de un proceso irreversible de disolución, ¿conviene que nacionalistas y no nacionalistas, derechas e izquierdas, alcancemos un pacto de convivencia duradero que respete nuestra pluralidad? Es lo que debiera plantearse el PP, aun admitiendo que pudiera ofrecer una respuesta razonadamente negativa. Pienso que es esa la pregunta que debiera formularse, en lugar de caer en un relativismo desaforado que juzga la realidad en función del ojillo más o menos alegre con que se haya despertado cada mañana Batasuna.

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