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Reportaje:Fórmula 1 | Alonso coge el relevo de un mito

Una lucha con demasiados frentes

El asturiano se sintió solo en Renault, pero se mantuvo fuerte ante la incomprensión de sus jefes

Luchar en demasiados frentes suele llevar a fracasos irrefutables. A lo largo de la historia hay miles de ejemplos de ello. Fernando Alonso no debió pensar en ello cuando se encaramó en una serie interminable de batallas esta temporada. Sin embargo, como suele ocurrir con él, el asturiano rompió las estadísticas y acabó triunfando.

Pasó por momentos difíciles cuando comenzó a vislumbrar en el horizonte el Ferrari rojo de Michael Schumacher, acercándosele cada vez más en la clasificación hasta arrebatarle los 25 puntos que les separaban en el GP de Canadá e igualarle a sólo dos carreras para la conclusión del campeonato. Entonces la decepción era grande, especialmente porque la mayoría de las veces él no se sintió culpable de lo que le estaba ocurriendo.

"En McLaren recuperaré la ilusión de cuando comencé a correr a los 19 años"
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Al contrario, siempre entendió que era la víctima. Pagó las culpas de un equipo que no se sintió especialmente unido a él desde que en diciembre anunció que en 2007 correría para McLaren Mercedes y abandonaría Renault. Esa fue una carga excesiva. Y llevó a interpretaciones muy parciales de cada error que cometía la escudería en el coche de Fernando.

Hubo momentos en los que se combinaba la incomprensión de algunos jefes del equipo Renault con las penalizaciones que recibía el equipo -anulación de los mass damper- y el propio piloto -sanciones en Hungría y en Monza- por parte de los comisarios de la Federación Internacional del Automóvil. Entonces, Alonso tenía la impresión de estar luchando contra todo el mundo. Se sentía impotente pero seguro de sí mismo.

"Todo eso no puede crearnos estrés ni presión", confesó en más de una ocasión Luis García Abad, representante del asturiano. "Nosotros siempre hemos pensado que hacíamos todo lo posible para seguir ganando. Lo demás queda fuera de nuestro control y, por tanto, no podemos asumirlo como responsabilidad nuestra".

Al final, sin embargo, todos comprendieron que si querían ganar el título sólo tenían una opción: la de Alonso. Fisichella pareció asumir en todo momento un papel secundario, lejos de las expectativas que se habían puesto en él. Pareció sentirse cohibido al lado del campeón mundial, incapaz de soportar la presión de tener que luchar contra él. Se rebeló a veces contra su propia idiosincrasia, no la aceptó. Y ayudó a Alonso en contadas ocasiones.

Le restó incluso puntos un par de veces en Malaisia y en Estados Unidos, donde concluyó por delante de él. Alonso lo aceptó mal las dos veces. Pero especialmente en Indianápolis sufrió una gran decepción. "Fue un punto de inflexión", agrega García Abad. "No era lógico que a Fernando no le hubieran dado la última evolución de motor en Canadá y sólo unos días más tarde se la concedieran a Fisichella. Y a Fernando no le gustó recibir la orden de dejar pasar a su compañero, cuando él estaba luchando por el título".

La relación de Alonso con Flavio Briatore fue dura durante toda la temporada, desde el mismo momento en que el asturiano le comunicó que había firmado un contrato por tres años con McLaren. El magnate italiano reaccionó mal. Acabó asumiendo la situación, pero su relación con Alonso dejó de ser fluida. Ingenieros y mecánicos, en cambio, comprendieron con rapidez que deportivamente no tenían opción. En el coche es donde menos problemas tuvo. Pero fuera de él, Alonso acabó la temporada sin tener ninguna relación con los responsables de prensa del equipo y habría concluido absolutamente olvidado por los responsables de la escudería de no haber ganado el título.

"Mis cinco años en Renault serán inolvidables", confesó Alonso en un coloquio que mantuvo en Asturias con un grupo de niños. "Pero otra temporada con ellos habría sido agotadora. En la escudería hubo roces que nunca cicatrizaron. Y estoy convencido de que en McLaren recuperaré la ilusión que sentía cuando comencé a correr en F-1, a los 19 años".

El segundo título consecutivo de Alonso fue un final feliz a una historia que tuvo altibajos muy pronunciados. Cuando en 2002 fue condenado a ser piloto de pruebas de Renault, Alonso tuvo la impresión de estar perdiendo un año. Sin embargo, cuando en 2003 logró su primera pole position y su primer triunfo, en Hungría, vivió algunas de las jornadas más felices de su vida. Y cuando el año pasado ganó su primer título mundial y se convirtió en el campeón más joven de la historia, el tándem Alonso-Renault-Michelin parecía indestructible.

Pero con la entrada de Carlos Ghosn en la dirección general de la compañía Renault, aparecieron las primeras dudas sobre la continuidad de la escudería en la F-1. Y, por otra parte, Alonso pudo comprobar tanto en la pasada campaña como en la actual que a Renault le cuesta mucho evolucionar su coche. "Es el mejor coche de la parrilla en las primeras carreras", afirma el doble campeón mundial; "pero luego, mientras los otros equipos van mejorando, a Renault le cuesta mucho más avanzar".

Ésa fue la razón principal que le llevó a cambiar de escudería. Otra causa fundamental fue que sólo le ofrecían un año de contrato, lo que le creaba incertidumbre, mientras que en McLaren le hablaban de un proyecto. "Nunca fue una cuestión económica", reconoce García Abad. "Lo que más nos interesó de McLaren es que teníamos un proyecto a largo plazo, en uno de los mejores equipos de la F-1, con un proyecto técnico en constante desarrollo y un cuidado muy especial en temas de imagen".

Hay momentos de los cinco años pasados en Renault que Fernando Alonso jamás olvidará. Pero hay otros que también quedarán grabados en su retina como ejemplos de lo que no debió nunca suceder: el abandono que sintió en Hungría, tras abandonar cuando era líder por una tuerca mal puesta en su rueda trasera derecha; la ausencia de responsables cuando le sancionaron en Monza. Las dos veces, Briatore no estaba a su lado. Pero en Brasil se abrazó efusivamente a Alonso. Era la felicitación y también la despedida.

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