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Reportaje:LA HERENCIA DEL COLONIALISMO

¿Qué hiciste, Thomas Cholmondeley?

El juicio de un aristócrata blanco por matar a un cazador furtivo negro desata viejos odios en Kenia

Mientras sus compatriotas sufrían los ataques aéreos alemanes a las ciudades británicas durante la Segunda Guerra Mundial, ellos, representantes de la aristocracia más decadente, se dedicaban en el Happy Valley (Valle Feliz), en el norte de Kenia, a una vida de indolencia y juerga: bebida, drogas, intercambio de parejas, juego y apuestas excéntricas.

Entre los lores y condes que hicieron de la colonia británica un refugio para libertinos y que popularizaría en la Inglaterra de entreguerras el dicho de "¿estás casado o eres de Kenia?", destacaba el barón Delamere, uno de los primeros en llegar al país en 1903, quien atrajo a sus escandalosos correligionarios a África.

Y es su último descendiente y heredero, Thomas Cholmondeley, el que continúa con una historia de escándalo: con una finca de más de 22.000 hectáreas situada en pleno territorio masai, el tataranieto del barón Delamere está siendo juzgado por el asesinato, el mes de mayo pasado, de un cazador furtivo al que sorprendió en sus tierras, y podría ser condenado a la pena capital.

No es el primer encuentro del aristócrata con la justicia. El año pasado fue absuelto de la muerte de un guarda al que dijo confundir con un ladrón
El fiscal dice que Cholmondeley disparó contra el cazador cuando estaba huyendo como venganza por entrar sin permiso en su finca

Segundo acto

No es el primer encuentro del aristócrata con la justicia. El año pasado fue absuelto de la muerte de un guarda forestal al que dijo haber confundido con un ladrón armado. El juicio actual reaviva en Kenia soterradas cuestiones como la injusta posesión de la tierra y la supuesta protección del Gobierno a los terratenientes blancos.

Entre los que cuestionan con dureza la actuación del fiscal que exoneró a Cholmondeley, de 38 años, de la muerte del guarda forestal Samson Ole Sisina, están los masai, a los que los antepasados del aristócrata desposeyeron de sus tierras. Ole Sisina, un guarda del Servicio de Protección Animal de Kenia y también masai, se encontraba el 19 de abril de 2005 investigando el contrabando de carne de animales salvajes.

Supuestamente, el contrabando se realizaba desde la finca Soysambu, propiedad de los Delamere. Ole Sisina, vestido de paisano y acompañado de otros dos guardas, entró en la finca a detener a 16 trabajadores a los que encontraron en posesión de animales y la piel de una jirafa. Los dos guardas corrieron al interior del matadero cuando vieron llegar a Cholmondeley y a un guardia de seguridad, armados. Ole Sisina, de 45 años y padre de ocho hijos, se quedó en el exterior. Se oyeron disparos y el aristócrata, según los guardas, aseguró: "He matado a uno de los vuestros". Y entonces llamó a la policía diciendo que "había disparado contra un ladrón".

La decisión del fiscal de no acusar a Cholmondeley despertó las iras de los masais, que amenazaron con ocupar la finca. "Ésta es la gente que nos negó el uso de nuestra tierra, la tierra de nuestros ancestros", aseguró Nickson Ole Nkuruna, representante masai en Naivasha, a los medios kenianos. La ira no fue sólo de los masai y el agravio público supuso la destitución del fiscal general.

El primer encuentro del aristócrata con las autoridades despertó en un principio la solidaridad de la comunidad blanca en la zona, que ha visto cómo en los últimos años la criminalidad en las áreas rurales se ha incrementado al ser desplazada de la capital, Nairobi, donde se ha intensificado el trabajo policial. Tras la retirada del dominio británico en 1964, apenas quedan 5.000 blancos en Kenia, la mayoría nacionalizados, y cien de ellos disponen de grandes fincas comerciales. Una buena parte de los que se quedaron establecieron lazos con el partido del Gobierno; con el primer presidente independiente, Jomo Kenyata, y con sus sucesores. Lejos queda el Happy Valley del primer Delamere, de las carreras de caballos y del champaña rosado. Y los terratenientes, dedicados muchos de ellos al cultivo de flores, van a la cama con una pistola a mano, por si acaso.

Tras su primera detención, el aristócrata, educado en Eton y padre de dos hijos, aseguró que se le perseguía sin motivo y cuestionó la actuación de los guardas.

No tardaría en encontrarse de nuevo entre rejas. En mayo de este año sorprendió a un grupo de hombres cazando furtivamente en su finca y disparó contra uno de ellos, Robert Njoya, que falleció en el hospital. De nuevo, Cholmondeley dijo que fue en defensa propia. Esta vez no iba a salir tan bien librado y su juicio se inició a finales de septiembre.

El fiscal, Keriako Tobiko, considera que la actuación del terrateniente no tiene justificación puesto que disparó cuando los hombres que sorprendió "estaban huyendo" y que lo hizo "como venganza porque entraron sin permiso en su finca y estaban cazando". Uno de los furtivos, Peter Gichuhi, aseguró en el juicio que entraron en las tierras a cazar "buscando algo que comer".

¿Homicidio o asesinato?

El proceso judicial se ha pospuesto hasta finales de octubre y Cholmondeley podría enfrentarse a la pena capital o a una larga condena, dependiendo de si se le condena por asesinato o por homicidio. El acusado sostiene que los hombres le atacaron con perros a los que tuvo que disparar y que "por equivocación" dio a Njoya, al que él mismo condujo al hospital.

No es el primer encuentro de los Delamere con un asesinato. El Happy Valley ya se hizo famoso en 1941 por el asesinato de uno de sus más notorios playboys, Josslyn Hay, conde de Erroll, amante de Diana Broughton. Las sospechas recayeron en el marido de Diana, Jock Broughton, que fue absuelto. Jock Broughton se suicidó un año después. Diana Broughton se casó con el abuelo de Thomas Cholmondeley en 1955. Los hechos basaron la trama del libro White mischief, posteriormente llevada al cine.

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