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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El tufo de la demagogia

Ese dechado de simpatía y de riesgos que es el consejero de Territorio y Vivienda, Esteban González Pons, ha querido esta semana aleccionar al PSPV en lo que a su juicio, y sobre todo en su imaginación, es un enfrentamiento del partido con el Valencia CF, "una institución tan querida en el corazón de todos los valencianos", que dice. El presidente de la entidad deportiva -que no institución-, Juan Soler, por su parte, también ha dado a entender que el dirigente socialista Joan Ignasi Pla debe explicitarle si su formación política está o no a favor del nuevo estadio que ha de sustituir al viejo Mestalla. Quien pregunta educadamente no ofende, pero según qué y cuándo, cual es el caso, puede parecer una manera de presionar.

Como ha de resultar obvio para cualquier lector y forofo, los socialistas no tienen ningún contencioso partidario con el histórico club, cuyas hazañas celebran sin duda con el entusiasmo de todo aficionado. Pero el PSPV es algo distinto a una peña, por más que muchos militantes sean peñistas, y representa intereses diversos que convergen en el interés general y mayoritario de los ciudadanos, en nombre de los cuales debe defender lo que considera justo y, sobre todo, oponerse a lo que considere ilegal, irregular, abusivo o perjudicial en términos cívicos. Y eso es exactamente lo que pasa con los pelotazos urbanísticos que están aderezando los munícipes populares del Ayuntamiento de Valencia, con Rita Barberá a la cabeza, y el consejo directivo de la sociedad deportiva anónima y homónima de la capital.

Porque la cosa va de pelotazos, repitámoslo, por más que se pretendan diluir u ocultar en la onda emocional que suscita la invocación del club de nuestros amores. Algo que hubiera ocurrido si el PSPV cede a la inercia de los hechos y no cuestiona judicialmente la recalificación prevista para el solar de Mestalla, por entender que no se ajusta a la ley, por apropiarse de suelo público -entre otros lastres- y sólo beneficia a la entidad deportiva a costa de la ciudad. Y lo mismo o muy parecido acontece con el gracioso -y fabuloso- regalo que los munícipes del PP hacen al Valencia CF otorgándole la propiedad del solar en la Avenida de les Corts, donde se levantará el moderno estadio proyectado, muy o totalmente aligerado de servidumbres públicas. ¿Que qué recibe la ciudad a cambio? Pues algo parecido a un mazo de estampitas o parcelas que están por determinar y hasta pudieran ser suelo público a recalificar. Lo dicho, un regalo. Claro que con patrimonio ajeno ya se puede ser rumboso.

Y todo esto, que la prensa -y estas páginas- ha documentado con gráficos y cifras elocuentes, se suma al pleito que ha entablado el grupo municipal socialista de Riba-roja contra el alcalde y dos concejales sobrinos suyos a propósito del ya afamado PAI de Porxinos y Más de Baló donde el Valencia se propone instalar su ciudad deportiva y promover casi 3.000 viviendas. El pelotazo de esta operación fue así descrito en su momento por el presidente valencianista, constatando un episodio al que únicamente faltó la concurrencia de personajes tan castizos como El Pocero, El Paloma o similares. No ha faltado, sin embargo, la presunta prevaricación, tráfico de influencias, información privilegiada y otros habituales jinetes del apocalipsis urbanístico al uso que han alentado las querellas presentadas.

La verdad es que el PSPV pudo haberse difuminado tanto de uno como de otro enredo dejando que se consumasen las mentadas operaciones diseñadas para alimentar la insaciable hambruna financiera del club beneficiario y de los accionistas que lo nutren. En otros trances ha dado la callada por respuesta. En cambio, denunciar las irregularidades o trapisondas aludidas equivale a desafiar el torrente demagógico tan hábilmente sacudido, entre otros, por el consejero que encabeza estas líneas. No sabemos cual será el saldo electoral de estas actitudes, pero por lo pronto acreditan coherencia moral y política, además de ser consecuentes con un principio o lema mucho más "querido en el corazón de todos los valencianos": Valencia es más que un club y no puede ser colectivamente responsable o pagana de los ahogos financieros de éste.

TRANSPARENCIA

El presidente Francisco Camps no tiene inconveniente en que se escudriñen sus bienes. Declara un piso y un coche antiguo por todo patrimonio. Otras cualidades suyas pueden cuestionarse, pero nunca la honradez y austeridad, lo que deberían ser credenciales de todo político, y de hecho lo son de la mayoría. Por eso nos parece de perlas que los alcaldes socialistas hagan públicos sus bienes y sean accesibles las declaraciones de patrimonio que se conservan en el registro de las Cortes. No supone ninguna garantía, pero siempre será un obstáculo para cuantos aterrizan en la política con el fin de enriquecerse. De momento los populares no parecen sentirse llamados a esta confesión general de bienes.

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