Aumenta la rivalidad, disminuye el drama
El Chelsea y el Barça repiten el clásico en la cumbre con el objetivo de encarrilar su pase a los octavos de final

Chelsea-Barça. Año III. Quinto acto. A juzgar por el sorteo de las tres últimas temporadas, parece como si la Liga de Campeones precisara de un enfrentamiento entre blues y azulgrana para solemnizar el torneo antes de alcanzar la última fase o que ambos equipos necesitaran batirse expresamente para saber qué futuro les aguarda. Hay clásicos europeos que se eternizan y ahora tocan muy a menudo chequeos futbolísticos de ida y vuelta en Stamford Bridge y el Camp Nou
El de hoy no tiene el dramatismo de los anteriores porque no forma parte de una eliminatoria, sino que uno y otro club aspiran a clasificarse para los octavos y, si es posible, como campeón para tener el factor campo a favor en la próxima ronda. A cambio, el choque ha ganado en rivalidad porque se juega en cierto modo el liderazgo del fútbol europeo, circunstancia que se expresa en la presencia de hasta 17 aspirantes a la Bota de Oro y diez al Premio FIFA. Así que la noche promete un buen litigio.
"Ni nosotros ni ellos estamos temblando", subraya José Mourinho, el técnico del Chelsea; "habrá menos emoción porque el uno no quedará fuera por culpa del otro y se impondrá más la razón, la tranquilidad, la calidad". Y responde Begiristain, director deportivo del Barça: "Veo al equipo muy tranquilo porque ya se sabe el guión de partidos como el de hoy o el del domingo en Madrid". El Barça viene actuando como un reloj y lleva la voz cantante en tanto que campeón. No es casualidad que su última derrota europea se registrara el 8 de marzo de 2005 en Stamford Brigde. Los azulgrana han encadenado desde entonces 15 victorias, la séptima en el mismo campo (1-2), tras una memorable actuación de Messi, que dejó al Chelsea con ganas de revancha.
El triunfo tiene, por tanto, un valor psicológico determinante porque las trayectorias de los dos equipos han quedado condicionadas por el resultado de sus cruces, por más que el Liverpool le negara al Chelsea la disputa de la final de 2005. Roman Abramovich quiere que su equipo juegue tan bien como el Barça y, por supuesto, gane la Copa de Europa. El presidente, que ha invertido más de 500 millones de euros en fichajes en los tres últimos años, ha comprado a Shevchenko y Ballack para destronar a Ronaldinho. El Chelsea ha mejorado individualmente y ha empeorado colectivamente. Los números, en cualquier caso, avalan al entrenador y comprometen al dirigente: el equipo es igual de fiable -sólo ha perdido dos partidos y ocupa el liderato de la Premier con el Manchester- mientras Sheva únicamente ha marcado dos goles.
Muy fuerte por dentro (Terry-Essien-Makelele-Lampard-Drogba), el Chelsea se ha debilitado por los costados (Robben, Cole). Pero mantiene una competitividad extrema por su calidad física y táctica. Hoy tendrá un serio problema en la portería por las bajas de Cech y Cudicini, que provocarán la alineación de Hilario. Tampoco estará Eto'o para equilibrar la contienda. Sin alcanzar su mejor punto de forma, los azulgrana han aprendido a solucionar los partidos. "A lo mejor, Ronaldinho, a un 70%, es mejor que otros al 100%", proclama Mourinho en una definición que refleja la situación del brasileño y, por extensión, del Barça, cuya duda es siempre la misma: el medio centro.
"Espero empezar con 11 y acabar con 11 y que no me pase lo que le ocurrió el domingo a Juande Ramos con el Sevilla". Mourinho apunta a los árbitros para remarcar la rivalidad con el Barça. Aunque no se jueguen la clasificación, será un partido tan exigente que los errores se pagan con la derrota. Y perder en Stamford Bridge es el anuncio de tormenta. Así que se impone la victoria en la eliminatoria del desempate.
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