60 años de Museo Marés
Frederic Marés i Deulovol (Portbou, 1893 - Barcelona, 1991) compaginó la escultura con el coleccionismo y llegó a reunir más de 60.000 objetos entre pinturas, retablos, esculturas, elementos arqueológicos y piezas de indumentaria y complementos femeninos, un conjunto que donó al museo que él mismo había creado en 1946 y que hoy cumple sus 60 años de existencia. Situado en pleno barrio Gòtic de Barcelona, en el Palau Reial Major junto al Saló del Tinell, el Museo Marés cuenta con uno de los espacios de uso público más hermosos y agradables de la concurrida zona turística del casco antiguo de la ciudad. Pilar Vélez, la actual directora, ha sabido dar vida al legado de Marés, promocionando su espléndido contenido -que ocupa más de 4.000 metros cuadrados-, y difundiendo su obra como escultor, sin desaprovechar a la vez la privilegiada ubicación del museo como un buen punto de encuentro.
El Museo Marés tiene uno de los espacios de uso público más hermosos y agradables del casco antiguo
En el marco concurrido y jovial de la fiesta de celebración del 60º aniversario, la institución municipal barcelonesa recibió el pasado martes una donación del Gremi d'Antiquaris de Catalunya, de la mano de su presidente, Jaume Xarrié, que consistía en una escultura en terracota realizada por Marés en 1944. Se trata del modelo para el ángel custodio en madera destinado a Eugeni d'Ors que fue encargado a Marés por un grupo de artistas e intelectuales, entre otros Pere Pruna, Lluís Plandiura, Camilo José Cela, Eduardo Marquina, Carles Pi i Sunyer, Olga Sacharoff, Rafael Zabaleta y Manuel Machado, para obsequiar al Pentarca castizo. El tema de los ángeles era, por aquel entonces, uno de los favoritos de Xénius y fue él mismo quien escogió el motivo de la escultura. El actual acto de donación, presidido por Carles Martí, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, contó con unas palabras que envió Fabián Estapé -antiguo rector de la UAB y paisano y amigo personal de Marés- que por motivos de salud no pudo asistir al evento. A su vez, el museo ha reeditado las curiosas memorias de su fundador publicadas en 1977.
Aunque el escultor de origen ampurdanés, de estilo árido y académico, tuvo un breve pasado republicano y durante la Guerra Civil ayudó a preservar el patrimonio eclesiástico, tal como recuerda Estapé en su libro Deu grans catalans (RBA, La Magrana), fue también uno de los más celebrados durante la posguerra española en Barcelona, laureles que compartió con su colega Enric Monjo. Cada uno por su lado catalizó un gran número de encargos oficiales y restauraciones. Entre otros monumentos Marés se encargó de rehacer las tumbas de Poblet y reconvirtió el monumento barcelonés de la Republica, obra de Josep Viladomat, en una alegoría del nuevo régimen que paradójicamente aún sigue en pie. Sin embargo, su alucinante faceta de coleccionista -digna del más puro Ciudadano Kane, de Orson Welles- ha acabado sobreponiéndose a la de escultor. A lo largo de su dilatada vida, Marés coleccionó muchas piezas de arqueología pero tuvo una gran predilección por el arte sacro antiguo, reuniendo un apabullante número de vírgenes y cristos -una de sus grandes y enfermizas obsesiones- además de retablos y relieves, algunos de gran relevancia, como los fragmentos de Sant Pere de Rodes y otras tantas piezas de primerísima calidad. A la vez, y quizá como contrapeso a la densidad y truculencia de la iconografía cristiana, Marés también sintió especial predilección por ciertos aspectos livianos de la feminidad y se hizo con innumerables láminas de moda decimonónicas y complementos de indumentaria como bolsos, abanicos, bisutería y demás abalorios, y se dejó seducir por las transparencias de las blondas y los encajes, hasta tal punto que esta curiosa afición daría pie a otro museo propio, de carácter monográfico, instalado en Arenys de Mar.
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