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Columna
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Hambre de gobierno

No estoy muy seguro si la confesión de Javier Arenas de que tiene "hambre de gobierno" obedece a un desahogo o es la expresión de una estrategia política que no se conforma con mantener al PP en una situación como la actual, que lo convierte en eterna alternativa pero jamás en gobierno. Porque Javier Arenas parece que cada vez que se dedica a la política andaluza se pone a dieta. Sus años de gobierno en Madrid le hicieron comprender el cínico aserto de Andreotti de que el poder desgasta a quien no lo tiene. Y el PP, hasta ahora, se ha convertido en aquello que K.S. Karol llamaba "el factor K" en Italia: el efecto que producía en el sistema político italiano el hecho de que el Partido Comunista, el principal de la oposición, no tenía opciones reales de llegar al poder. Así parece que el PP, con un importante caudal de votos en Andalucía, con una amplia presencia municipal, nunca ha ganado el gobierno autónomo. Por mucho que los dirigentes populares repitan el mantra de los más de 20 años de gobiernos socialistas, eso no refleja más que su propia impotencia para poder llegar al gobierno a pesar de los años. Eso debe ser el hambre. El propio Javier Arenas ha catado ya en más de una ocasión su derrota en las urnas andaluzas, motivo por el cual quizás se fue para saciar su apetito a los pastos madrileños, donde su partido vivió ocho años de gobierno. Cogió su cayuco y huyó del hambre de Andalucía, a donde ha vuelto una vez desalojado su partido de la mesa del poder.

Es loable su intento por articular un proyecto que concite apoyos más allá de los propios, lo que ocurre es que es tan limitado y está tan constreñido por la política nacional del PP que no parece que suponga de verdad un proyecto reformista y moderado. La agenda política del PP la marca la dirección nacional con la ayuda de la Cope y El Mundo, por lo que los delirios del 11-M y la inmigración, en su vertiente más xenófoba, parece ser los temas de primera fila. Da la sensación de que el PP quiere convertir las próximas municipales en un ensayo de las generales y que el propio Arenas quiere darle ese enfoque, el tiempo dirá si acertado para sus intereses. Los avances en la negociación del proyecto de Estatuto de Autonomía pueden venirle bien al dirigente popular andaluz si quiere de verdad jugar en el centro del terreno de juego para ver saciada su hambre de poder. En la Convención Popular de Málaga ha formulado un programa dirigido hacia unas elecciones autonómicas, con un refrito de propuestas anteriores. Lo malo que tiene la política es que no basta con decir las cosas, hay que hacerlas allí donde se tiene oportunidad, y esto no se confirma con los hechos en los Ayuntamientos populares ni, por supuesto, en los años del aznarato. Está bien pedir neutralidad a los medios públicos y que estos dependan del Parlamento pero la gente todavía recuerda las burdas manipulaciones de Urdaci o las listas de tertulianos afines que hacía La Moncloa. Y lo que es peor ¿nadie le va a decir a Arenas que en el Consejo de Administración de la televisión municipal de Cádiz su partido no ha permitido que participe el PSOE? Es maravillosa la austeridad pero se contradice con los 6.000 euros diarios que gasta el Ayuntamiento de Cádiz en propaganda política. De nada sirve todo lo que diga Arenas si luego su partido hace lo contrario donde gobierna. Es verdad que el transfuguismo es una plaga, pero siempre se usa contra el adversario, nunca se mira en la casa propia donde pastorean todo tipo de concejales de la época del GIL, algunos tan peculiares como el alcalde de La Línea y sus conmilitones. Aparte, por supuesto, de que hay que establecer los límites de la norma. Por ejemplo ¿son tránsfugas el exconcejal de IP candidato del PP a la alcaldía de El Puerto o el exconcejal de IU que lo es a la de Tarifa? Parece que no, tan sólo muestra la capacidad del PP de cobijar en su seno a todo antisocialista con "hambre de gobierno". Por cierto ¿con qué criterio se eligen a quienes firman libros en las convenciones del PP?

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