España resiste en Módena
Los jugadores italianos lo tienen claro. Deben de tener una especie de ADN futbolístico que les hace parecer jugadores en serie, competitivos, incansables, sin mucho margen para la improvisación. Y peligrosísimos en los minutos finales. Su estilo de juego es como la marca de la casa. Viene incorporado con la azzurra. Contra España, en la eliminatoria en que ambos se juegan un billete para el Europeo del próximo año, a ningún italiano le importó regalar la pelota y ceder el timón. O que el equipo lanzara a puerta por primera vez a la hora de partido. Todo vale si la portería está a salvo. España, que conocía la historia, se enfrentó al muro con paciencia. Qué remedio.
Las dos líneas defensivas italianas parecían un ejército en formación. Todos a una, adelante o atrás. El grupo de Casiraghi se replegó como un acordeón según se movía la pelota a su alrededor. Arrancó el partido con la defensa muy lejos de su portero, el romano Curci, pero poco a poco fue acercándose a la cueva. España hiló el juego sin riesgos, de manera un tanto funcionarial. El muro italiano se levantaba infranqueable y sólo Silva se atrevía a intentar la excursión. Claro que sus tobillos estaban en el punto de mira de los defensas y medios italianos. El pequeño mediapunta rodó por los suelos y el equipo se quedó desconectado en el último cuarto del campo. Zapater movía el juego por delante de la defensa, demasiado lejos de Kepa, otro que jugaba con los grilletes puestos.
ITALIA 0 - ESPAÑA 0
Italia: Curci; Potenza, Andreolli, Mantovani, Chiellini; Rosina (Lazzari, m. 83), Nocerino, Montolivo, Aquilani; Palladino (Rossi, m. 55) y Pozzi (Pelle, m. 69). No jugaron Viviano, Scurto, Pigani, Cigarini y Cazzani.
España: Moyá; Flaño, Melli, Albiol, Garrido; Raúl García, Zapater; Arizmendi (Cazorla, m. 77), Silva (Jurado, m. 71), Gavilán; y Kepa. No jugaron Adán, Barragán, Piqué, Valera, De la Red y Soldado.
Árbitro: Darko Ceferin (Eslovenia). Amonestó a Aquilani, Gavilán, Melli, Nocerino y a Rosina.
Unos 10.000 espectadores en el estadio Alberto Braglia de Módena. Ida de la eliminatoria para la clasificación para la Eurocopa de Holanda y los Juegos Olímpicos de Pekín. La vuelta se juega el martes en Palencia.
Italia puso la máquina a funcionar. Sus laterales practicaron el lanzamiento del balón al área desde el medio campo y sus delanteros no pararon de incordiar. Lo que se dice fútbol, más bien poco. Les bastaba con poner el tapón a la bañera. La propuesta de España, demasiado empeñada en encontrar un agujero por el centro, les facilitó las cosas.
A los muchachos de Sáez les quedaba mover el juego con velocidad para hacer algo de daño. El equipo español era casi siempre engullido en sus ataques, poco picante por las bandas y demasiado atado en el eje. Los remates se contaban con los dedos de la mano por parte de los dos conjuntos, ambos envueltos en la pelea del círculo central. España no se asomó por el área de Curci hasta que Raúl García sacó el cañón en un lanzamiento lejano en el minuto 54 que se marchó muy alto. E Italia dio señales de vida poco después. Rosina, un agitador que consumía kilómetros sin parar, dejó clavado a Zapater y Moyá tuvo que estirarse como un gato.
Sáez movió el árbol en el último tramo. Cambió de cerebro -Jurado entró por Silva- y Kepa exigió a Curci en un tiro cruzado. El balón era entonces propiedad exclusiva de España, dedicada como estaba Italia a las tareas de destrucción. Las líneas juntas, los tacos preparados. El grupo de Casiraghi esperaba su oportunidad, convencido de que llegaría su turno por mucho que el reloj consumiera los minutos. Y llegó, claro. De qué manera. Moyá sacó un cabezazo a bocajarro de Pelle en el saque de un córner en el minuto 90. Uno después el mismo delantero mandó fuera el balón cuando tenía toda la portería para rematar y Moyá estaba vencido. El portero del Mallorca aguantó a su equipo, exhausto en los minutos finales. España, ausente del último Europeo y los últimos Juegos Olímpicos, respiró finalmente a la espera de decidir su clasificación el martes.
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