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Crítica:XIV BIENAL DE FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Utrera se quitó el luto

Los nudillos de la barra de un bar toman el golpe del yunque y lo pasan a una batería que será quien guíe al cantaor en la interpretación del martinete. Lo mismo ocurriría más tarde con la seguiriya denominada didáctica. Para ambos estilos, se eligió el baile de taconeo seco de Pepe Torres que medía e ilustraba el tiempo. Es la forma de presentar el compás de amalgama que tiene este gitano de Utrera llamado Tomás de Perrate, quien cuenta para el propósito con la complicidad de ese avanzado que ha sido y es Ricardo Pachón.

Con una carga genética de las que tiran de espaldas -pues une a la de su familia paterna la del mismo Manuel Torre-, a Tomás le costó trabajo creerse que podía ser cantaor, pero cuando se ha decidido, lo ha hecho con una convicción y una fuerza realmente llamativas.

Su forma de concebir el cante gitano del siglo XXI también le hace atreverse a presentar tangos y bulerías con acompañamiento de banda eléctrica, mientras deja para la soleá tradicional, la de los campos de Utrera y Alcalá, el solo acompañamiento de la guitarra que, tratándose de Antonio Moya, es más que un acompañamiento: es casi su otra mitad. Su trabajo en la noche del domingo fue de fuerza y brillantez a un tiempo, llevando al cantaor en volandas y luciéndose en el apartado personal.

A Tomás, en la puesta en escena de su grabación, le llevó unos minutos hacerse con la situación. Cosas de la responsabilidad y también de una disposición sobre las tablas que no era la convencional, con el cantaor en el centro y su tocaor en la posición de uno más de la banda. Pero cuando logró adquirir el tono tras la señalada toná y martinete y unos cuplés, en los que no terminaba de despegar, su cante tuvo una trayectoria tan ascendente como su dominio de la escena y de la banda, que parecía un líder rockero dirigiendo a los suyos. Pero no, él es gitano, orgulloso de su herencia, y con su voz gruesa y cavernosa siempre remitirá a la esencia de un cante que está asentado en su tierra y en su familia y que él hace tan propio como para tomarse esas libertades formales que han definido su lanzamiento.

Tres fueron los temas que se acogieron a esa modalidad y los tres sonaron tan flamencos como eléctricos. Flamencos por la fuerza cantaora de Tomás, que es capaz de sobreponerse a la potencia de los amplificadores, pero también por el acompañamiento cabal de sus hermanos y primos que palmean lo mismo en acústico que en eléctrico haciendo suya la propuesta. También está su timbre, "Como tengo voz sonora, aquí me pongo a cantar", que le sirve para el juego de hacer realidad esos infundios que son tradición familiar y que, en el disco, se plasman en el tema Compay Diego: "Yo quiero ser barítono o tenor..."

Antes de éste, sonaron los tangos de El Piyayo en clave reggae, que son todo un hallazgo, optimismo al compás del 3x4, la canción Olvidarte, de Pancho Céspedes, donde se vio la mejor muestra de esa habilidad utrerana para el cuplé en compás de bulerías, pero también de transmitir el lirismo amoroso del poema. Y más bulerías en esas antes dichas dedicadas a Diego del Gastor. No sé que diría el guitarrista si lo oyese, pero sus falsetas sonaron más que bien en los dedos eléctricos de Ricardo Moreno, aunque la escuela gastoreña realmente irradiaba de las manos de un Moya, que repetimos, estuvo prodigioso.

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Para cerrar la noche, dijo Tomás que el mejor homenaje que se le podía hacer a los desaparecidos -Fernanda de Utrera, Turronero, Manuel de Angustias, su padre y tía Perrates- era lo que venía a continuación. Una fiesta por bulerías con ese compás cadencioso y ralentizado de la tierra. En ella, puede que hubiera desigualdad, pero a esas alturas ya no importaba. Decididamente, con toda la familia arropando al continuador de la estirpe, se podría decir que Utrera se quitó el luto impuesto por desapariciones tan seguidas . Salud.

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