Un liderazgo demasiado compartido
La dificultad de Rajoy para apuntalar su popularidad, principal problema del PP
Las inmediatas elecciones catalanas y la proximidad de las elecciones municipales y autonómicas están haciendo que todos los partidos políticos reexaminen sus posiciones. En el principal grupo de la oposición, el Partido Popular, crece la perplejidad por el aparente abandono de la estrategia del partido en manos del secretario general, Ángel Acebes, y, sobre todo, del portavoz del grupo parlamentario, Eduardo Zaplana, al que cada vez más parlamentarios consideran extrañamente obcecado en la resurrección del 11-M y demasiado vinculado a las guerras de grupos mediáticos.
El tipo de liderazgo que ejerce Mariano Rajoy, al que nadie disputa su papel como candidato a presidente del Gobierno en las próximas elecciones generales, y al que todos aprecian personalmente, comienza también a despertar cierta inquietud. Muchos creen que ejerce una dirección interna demasiado débil, que se refleja en su imagen exterior. "La idea de un dirigente de partido que, simplemente, deja hacer, termina calando y difuminando su perfil", explica uno de los expertos del PP en comunicación e imagen política. "El Partido Popular tiene que darse prisa en demostrar que Rajoy está al frente de un equipo poderoso, que él dirige y manda, algo que no sucede en estos momentos. Ni el equipo es lo bastante potente ni él da la imagen de dirigirlo con firmeza".
Todos los dirigentes del PP comparten la idea de que el balance de estos dos años ha sido positivo para su partido dadas las circunstancias del 14-M
La diferencia de popularidad entre Rodríguez Zapatero y Rajoy es comparable a la que existió entre González y Hernández Mancha
El aparente abandono de la estrategia política del PP en manos de Eduardo Zaplana inquieta a sectores del partido, críticos con el portavoz
El Partido Popular ha mantenido su suelo electoral con solidez y confía en que el PSOE no consiga consolidar su techo en el 14-M
Un resultado electoral en Cataluña que llevara a una coalición CIU y PSC echaría por tierra cualquier expectativa popular para las generales
"Es injusto acusar al PP de extrema derecha; basta leer su programa. La extrema derecha se está expresando a través de portavoces mediáticos"
De hecho, lo que más preocupa en los cuadros populares no es la diferencia que pueda existir entre la intención de voto del PSOE y del PP, que consideran razonable, o incluso buena, a mitad de la legislatura, sino la extraordinaria diferencia que se dibuja entre la popularidad del presidente del Gobierno y la del jefe de la oposición, solo comparable a la que mostraron las encuestas entre Felipe González y Antonio Hernández Mancha, a finales de los ochenta. Los expertos del PP aseguran que, según sus encuestas, el Partido Popular ha mantenido su suelo con solidez, mientras que el PSOE no ha consolidado su techo del 14-M. "Si el Gobierno se pone nervioso, podremos dar realmente la batalla en 2008", es el mensaje que se repite con más frecuencia en la sede del partido.
El gran problema no es la solidez del PP sino la de su líder. En el peor momento de José Luis Rodríguez Zapatero, a raíz de la negociación del Estatuto de Cataluña, que permitió que los populares se acercasen a menos de dos puntos del PSOE, hubo un 74,9% de los ciudadanos encuestados que siguió mostrando poca o ninguna confianza en Rajoy, frente al rechazo del 56,6% que suscitaba el presidente del Gobierno. En los mejores momentos de Zapatero, la distancia entre los dos se hace todavía mayor. Ése es el principal problema del PP, según sus propios analistas, y el que necesita una corrección más urgente. La imagen de Rajoy no esta bien definida ni entre sus propios seguidores.
Son muchos en el PP los que creen que para mejorar esa imagen de Rajoy sería necesario reformar antes su equipo y la imagen de quienes le rodean. Sorprende que no haya nadie en su entorno con peso económico suficiente, capaz de plantear un debate con el ministro socialista Pedro Solbes, y que el presidente del partido se conforme con un grupo técnico, bien preparado pero de nula proyección política, como Ana Pastor, Soraya Saénz de Santamaría o Francisco Villar. La proyección política, admiten muchos cuadros populares, ha quedado totalmente en manos de Eduardo Zaplana y de Ángel Acebes, y en los últimos meses, especialmente del primero.
"Acebes es completamente leal al partido y aunque humanamente quiera reivindicar su acción al frente del Ministerio del Interior el 11-M, sabe que no podrá recuperar el protagonismo que tuvo", asegura un parlamentario que se declara "admirador" del ex ministro. "Pero hasta Acebes comienza a estar preocupado y a darse cuenta de que el protagonismo de Zaplana es excesivo", puntualiza.
El portavoz popular no cuenta con las mismas simpatías que el secretario general. "Primero porque es una persona muy absorbente que no reparte juego a los demás dentro el grupo parlamentario, y que está siempre delante de las cámaras; y, segundo, porque algunos no entendemos qué está haciendo y en qué nos beneficia a todos, como partido", se suma a la crítica un parlamentario regional, molesto con lo que considera una alianza personal de Zaplana con el director del diario El Mundo, Pedro J. Ramírez, y con el principal comentarista de la cadena Cope, Federico Jiménez Losantos.
"Es injusto que el PSOE intente asociarnos con la extrema derecha. Basta con leer el programa del partido para darse cuenta de que eso es una ignominia. La extrema derecha en España es una sensibilidad que se está expresando, no a través del PP sino de unos portavoces mediáticos, con los que, desgraciadamente, Eduardo Zaplana mantiene amistad, pero que, al mismo tiempo, insultan a otros dirigentes populares", analiza otro diputado.
La inmediatez de las elecciones autonómicas catalanas y municipales hace, sin embargo, que nadie se decida a tomar iniciativas para reforzar y reorientar el papel de Rajoy. "Hay lo que hay. A algunos nos gustaría empezar a hablar de otra estrategia, pero está claro que no tenemos ninguna capacidad de influir. Las cosas son así", reconoce un diputado vinculado a la dirección, que reconoce "una cierta apatía" entre quienes puedan compartir sus puntos de vista.
Algunos echan de menos la presencia en el partido de personajes como Javier Arenas, cómodamente instalado en Andalucía y ajeno a la vida "nacional", y, sobre todo, la de Rodrigo Rato, dedicado a sus actividades internacionales. Son muy pocos, sin embargo, quienes creen que alguno de los dos se pueda reincorporar a la vida política nacional. El mandato de Rato al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba en 2009 y para ser diputado en las listas de 2008 y optar a convertirse de nuevo en líder del partido tendría que dimitir antes, lo que no parece probable.
Arenas, por su parte, participa en los llamados maitines, pero esas reuniones parecen haberse convertido en una simple tertulia, con nula influencia en la marcha real del partido. Lejos de funcionar como un grupo de confianza de Rajoy, en el espacio en el que se pudiera hablar de todo, la realidad es, según alguno de los asistentes, que se trata de una reunión de perros viejos en la que todos desconfían de todos. En el caso de Arenas, además, es manifiesta su antigua enemistad con Zaplana, que le deja completamente al margen. "Aunque quizás ahora Eduardo Zaplana lo tenga que pagar, porque Javier es presidente del Comité Electoral Nacional y es seguro que en las próximas listas municipales y autonómicas dará todo su apoyo a Francisco Camps, el presidente de la Comunidad Valenciana y el más enemistado con su antiguo jefe", calcula un diputado valenciano.
En el entorno de Eduardo Zaplana se desmienten todas estas críticas. "Zaplana dice lo que dice y hace lo que hace porque Mariano Rajoy le respalda. Todo el mundo esta de acuerdo en dar leña hasta las elecciones generales. En lo único en que pueden existir diferencias es en la intensidad de esa batalla, pero no en la estrategia: lo único que ha funcionado en el PP ha sido el ataque total, la técnica de 1993 contra Felipe González", asegura un diputado próximo al portavoz parlamentario.
"A mí nadie me ha dicho lo que usted afirma que dicen en mi partido", ironiza Zaplana. Y es cierto que prácticamente todos los dirigentes y cuadros del PP, independientemente de su procedencia ideológica, se quejan del empeño en presentarles como desunidos o discrepantes con la estrategia seguida hasta ahora. La gran mayoría comparte, por el contrario, un mismo balance de los dos primeros años de legislatura, que consideran en términos generales "positivo", "satisfactorio" o "razonable". Es difícil encontrar voces que no estén de acuerdo en un hecho principal: la actual dirección consiguió algo extremadamente importante: que el PP no se hundiera tras el terrible impacto de las elecciones del 14 de marzo de 2004. "Otro partido u otros dirigentes hubieran sido incapaces de evitar una desbandada y el hundimiento de nuestras expectativas electorales. Toda nuestra estructura estaba preparada para una victoria y tuvimos que hacer frente a una derrota totalmente inesperada", asegura uno de los responsables de que ese suelo electoral se haya mantenido con bastante solidez.
La mayoría de los militantes del PP está convencido, además, de que el PSOE intentó aprovechar las circunstancias del 14-M para "destruir" al Partido Popular. "Nosotros vimos la Comisión de Investigación del 11-M como un ataque en toda regla, un intento de juzgarnos en público y fue entonces cuando, a iniciativa de José María Aznar, se montó la estrategia actual". Incluso los más críticos con la actual marcha de la dirección comparten este análisis: "Reaccionamos bien a una situación horrorosa. Gracias a aquello el partido no esta ahora completamente deshilachado", mantiene incluso uno de los diputados que ahora podría considerarse como disconforme.
"Lo que sucede es que ha pasado el tiempo y lo que fue una estrategia razonable se ha convertido ahora en algo casi incomprensible para muchos de nosotros", asegura. "Una cosa es reconocer, y agradecer, el trabajo hecho por el equipo de Rajoy, Acebes y Zaplana, y otra que no nos demos cuenta de que hay que hacer cambios con agilidad y de que no es posible seguir adelante con niveles de popularidad de Rajoy tan bajos".
¿Puede ser que José María Aznar o la fundación que preside, FAES, estén impidiendo esos cambios? Incluso los más críticos lo niegan: FAES, explican, está fuera de la estructura del partido y nadie cree que Aznar pueda volver a la política española después de aceptar un cargo en una empresa extranjera, con intereses tan particulares como la de Rupert Murdoch, estadounidense nacido en Australia. "Tiene la misma influencia que cualquier ex presidente, pero no es él quien le marca el camino a Rajoy. Simplemente, Rajoy se desliza por esa vereda", describe con cierta ironía un diputado que trabajó tanto para Aznar como Rajoy.
Lo que más divide a los cuadros del partido es la resurrección permanente del 11-M. Para unos, partidarios de la estrategia de Zaplana, es el equivalente de la batalla de 1993. Para otros, contrarios a Zaplana, es algo que no le conviene al PP de ninguna forma en estos momentos. "Le interesa a la Cope y a Pedro J. Ramírez, pero con la Cope y El Mundo no ganamos las elecciones. El 11-M fue un elemento movilizador de nuestros seguidores y simpatizantes, pero ahora puede ser un elemento movilizador del voto de los socialistas. A nosotros de lo que nos interesa hablar es de la inmigración, del gran impacto de las imágenes de los cayucos, del estatuto de Cataluña y del eventual fracaso de las negociaciones con ETA", mantiene un importante dirigente nacional. "Hablar del 11-M le conviene a la Cope y a Pedro J. Ramírez pero no vamos a ganar las elecciones con ellos. No nos van a dar el millón de votos que necesitamos o ayudar a que un millón de votantes socialistas se queden en casa", insiste.
De momento, todo el PP está parado a la espera de ver que sucede en las elecciones catalanas. "No es fácil, pero si en Cataluña los resultados llevaran finalmente a un gobierno de coalición entre CiU y PSC, nosotros sabríamos inmediatamente que no tenemos nada que hacer en las elecciones de 2008. Nuestra única posibilidad en las generales sería ganar en minoría y tener el apoyo de los nacionalistas catalanes, pero eso es impensable si hay coalición sociovergente en la Generalitat. Francamente, si eso sucede todos nos pondríamos a pensar ya en el sucesor de Rajoy para 2012", reconoce un dirigente del PP.
Lo siguiente son las elecciones municipales y autonómicas. Si los resultados no son lo suficientemente buenos, los barones empezaran a considerar a la dirección nacional una mala influencia y a reclamar un cambio de estrategia general.
Los barones del PP, Francisco Camps o Jaume Matas, son, quizás, la mejor esperanza de quienes dentro del PP desean acelerar un cambio de estrategia. Algo en lo que, además, siempre estaría de acuerdo Alberto Ruiz Gallardón y a lo que nadie renuncia a atraer un día a la cada vez más poderosa Esperanza Aguirre, por mucho que ahora aparezca muy identificada con el ala "dura". Sin ellos en la palestra, sin el poder que ellos representan, piensan muchos en el PP, no existe la posibilidad de cambiar la manera de ejercer el liderazgo de Rajoy. Sin ellos, el problema seguirá siendo su escaso ímpetu o lo que un ex ministro centrista, que le conoce bien, calificó de "falta de pasión política" y de excesiva incapacidad para hacer frente a los inevitables enfrentamientos internos que exige la dirección de un partido.
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