Grandes palabras
Detrás de las grandes palabras siempre hay un interés por la cartera, "la de Ubrique" si se me permite la metáfora de Tony Reguera . Toda esa impostación sobre los grandes principios y toda la palabrería suele esconder algún tipo de interés que, tarde o temprano, termina en la de Ubrique. Y si no , qué me dicen de esa gran líder marbellí que es Isabel García Marcos, que se declaró a sí misma una presa política y luego salieron publicadas unas conversaciones suyas en las que decía que no hacía un papel sin cobrar. Grandes palabras y cartera van unidas en una relación directa. Algo parecido ha ocurrido con el singular político Luis Carlos Rejón, profesor de Historia que iba a ser contratado como asesor urbanístico del Ayuntamiento de Córdoba. Al final resulta que el tan traído y llevado puesto estaba destinado a dirigir la campaña electoral de la alcaldesa Rosa Aguilar, sólo que con cargo al presupuesto municipal. En la catarata de declaraciones del interfecto a veces se reconocía tal extremo públicamente, incluso ha llegado a decir que tenía diseñada la campaña. Luego aclaraba que lo haría "en su tiempo libre". La de Ubrique al final, claro, porque nada impide todavía a Luis Carlos Rejón pedirse vacaciones para ayudar a Rosa Aguilar o dedicar las tardes a tal menester. No está claro tampoco qué ganaba Rosa Aguilar con tal nombramiento. Una vez descartado como experto en urbanismo tampoco se tiene noticia de su cualificación como organizador de procesos electorales. Una persona que levanta animadversión en su organización no parece que ayudase mucho a la alcaldesa, que por otra parte es una de las personas mejor valoradas de la política andaluza. Pero como no hay mal que por bien no venga, ya que Rejón tiene diseñada la campaña podría escribirla y enviársela a Rosa Aguilar, y los contribuyentes cordobeses se ahorrarían un dinero. Además, ahora que parece que va a dar clase de dibujo igual aprende algunas nociones que con posterioridad le sirvan para diseñar el planeamiento cordobés. Pero sin duda la cumbre de las grandes palabras fue cuando se comparó a sí mismo con Galileo. Es de lo mejor que he leído en años. Yo más bien lo había tenido siempre por el que le prendió fuego a la pira de Giordano Bruno, pero cada cual es libre de compararse con quien quiera. Para la política ficción dejaría una pregunta: ¿si Rejón hubiera sido elegido diputado de IU en 2004 hubiera luego apoyado a Europa de los Pueblos a sabiendas de que quedaría fuera de la organización?
Otro adicto a las grandes palabras es Julio Anguita. Habíamos perdido de vista su descomunal ego. Alguien que no se ha equivocado jamás, de una pureza y unas convicciones joseantonianas, que ahora nos adoctrina en el libro El tiempo y la memoria donde todo queda claro. Aconsejable para quienes vivan inmersos en la duda. Así comprenderán que hay otra forma de vivir asido a certezas absolutas. Además, el tiempo le ha dado la razón. Hasta ahí podíamos llegar.
Las últimas grandes palabras de la semana provienen del PP, especialistas al respecto. En este caso, relacionadas con el acuerdo suscrito sobre Gibraltar. En vez de alegrarse porque va a mejorar la vida de 6.000 pensionistas españoles, muchos usuarios del transporte aéreo de toda la comarca y los habitantes del Peñón que tendrán más y mejores comunicaciones telefónicas, se enfadan porque dicen que el Gobierno de España ha hecho otra dejación de la sacrosanta soberanía. Si antes se cedía ante los homosexuales, ante los marroquíes, ante los ateos, ante los separatistas catalanes y ante los terroristas, ahora se cede ante la pérfida Albión. España se inmola en manos de un atajo de traidores. Quizás es que algo había que decir para no reconocer que muchas personas van a vivir mejor. De manera paralela un periódico quiere cambiar el gobierno usando insecticida y su edición andaluza pretende huir de la justicia inventado un caso de corrupción, todo ello lleno de grandes palabras, por supuesto.
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