Gordos y flacos
"No recibimos más que aplausos", dijo Cuca Solana, directora de la Pasarela Cibeles, en Los desayunos (TVE). Hablaban del tema que acapara cientos de horas de televisión: el intento de la industria de la moda de endurecer su derecho de admisión con una frontera que denominan "belleza saludable" y que reproduce situaciones como la ya legendaria escena de pesos y medidas que se vivió en el primer capítulo de Supermodelo 2006 (Cuatro). La idea ha convertido Cibeles en un notición y expande argumentos bastante hipócritas. Al amparo de la lucha contra la anorexia, se pretende corregir el abuso de unos patrones estéticos que, por su propia naturaleza, son elitistas, discriminatorios y generadores de ese deseo de emulación que mantiene la industria de la estética y que alimentan series como Nick/tup. Las modelos que se niegan a pesarse tienen razón: son como son porque así se lo exigió la misma industria que hoy las rechaza.
Los comentaristas de televisión también tenemos nuestros problemas estético-dietéticos. De vez en cuando recibimos algún regalo promocional junto a informaciones de próximos estrenos o avances en DVD. Entre los últimos regalos recibidos, destaca un albornoz de Canal + y una báscula personal electrónica de Cuatro. Lo del albornoz lo entendí enseguida: tengo fama de ducharme poco y el canal de pago me sugiere que mejore mi higiene (aunque creo que lo voy a utilizar como antena). La báscula, en cambio, era más misteriosa y no sabía qué hacer con ella hasta que estalló el caso Cibeles. Ahora me peso cada día y compruebo hasta qué punto engorda dedicarse a ver cómo, pongamos, José Luis Uribarri retransmite los mediáticos deslices de El desafío bajo cero (Tele 5). Si sigo atiborrándome de debates sobre modelos delgadas, continuaré engordando y pulverizaré mis índices de masa corporal. Lo digo por si algún programa quiere filmar el momento en el que, en directo, reventaré en mil pedazos. Será casi tan gore como ver a la nieta de Franco bailando en la televisión de todos.
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