El gran negocio
Los indios algonquines, pertenecientes a la gran federación de los senapes, tienen mala reputación en las escuelas de negocios. Los algonquines vivían en Manhattan, pero vendieron la isla a los holandeses por 24 dólares. Luego, fueron exterminados y quizá un soldado holandés, en plena matanza (febrero de 1643) recuperó el dinero. En la actualidad, hay reservas de algonquines en Canadá, cerca del lago Kienawisik (o Montigny), un acogedor paraje con inviernos de 40 grados bajo cero.
Se podría defender el criterio mercantil de los algonquines recordando que desconocían los conceptos del dinero y la propiedad privada. Se podría argumentar también que, vista la matanza posterior, no habría valido la pena regatear un buen precio por la isla. Hoy, sin embargo, vamos a defender a los algonquines por otra vía: hablando del Inter de Milán.
Si Manhattan hubiera sido del Inter, habría acabado en manos de Berlusconi por 12 dólares
El Inter es esa sociedad futbolística que vendió a Roberto Carlos al Madrid ("es malo", dijeron) y le sustituyó, sucesivamente, por Centofanti, Pistone, Macellari, Gresko, Georgatos y, finalmente, Gilberto, procedente del Alcantarilla de Murcia (fútbol sala). Vendió a Pirlo al Milan y con lo que sacó contrató a Emre. Vendió a Ronaldo y compró a Morfeo. En 1996 no quiso a Zidane, que acabó en el Juventus, porque no hacía "ninguna falta".
El Inter compró el año pasado a Pizarro, un centrocampista chileno que había convertido al Udinese, una potencia menor del calcio, en un equipo estupendo. Pizarro costó 12 millones de euros. El entrenador, Roberto Mancini, decidió que su sitio era el banquillo porque el equipo ya disponía de Verón para organizar el juego. Pizarro era mejor que Verón, pero Verón era más amigo de Mancini: ambos habían hecho migas en su club anterior, el Lazio.
Verón se fue a final de temporada y el Inter, aprovechando la liquidación del Juventus, compró a Vieira e Ibrahimovic. También se quedó con Grosso, el lateral izquierdo de la selección que ganó el Mundial. Y con el lateral derecho Maicon, uno de los presuntos sucesores de Cafú en la selección brasileña. Y con Dacourt, un mastín implacable procedente del Roma. El Inter se gastó unos 60 millones de euros, una nimiedad teniendo en cuenta que con la Juve descendida y con el Milan penalizado, el scudetto era cosa segura y había que ganarlo a lo grande, como se hacen las cosas en esa casa.
Pero había que equilibrar un poco el presupuesto porque no todo puede ser comprar. También hay que vender. Lógicamente, el vendible no podía ser otro que Pizarro. El chileno protestó, pataleó y lloró y, al final, de mala gana, dejó el Inter y acabó en el Roma para reencontrarse con Luciano Spalletti, el técnico que había hecho maravillas con él en el Udinese. El Inter se embolsó seis millones, nada menos.
Hasta José Mourinho, el técnico del Chelsea, dice que el Inter tiene la mejor plantilla de Europa. Lástima que falte un organizador en un centro del campo sobrado de músculo (Vieira, Cambiasso, Dacourt) y falto de cerebro. El Inter dio pena en Lisboa, en el primer partido de la Liga de Campeones. El sábado dio lástima verle empatar en casa con el Sampdoria: parecía un titán lobotomizado.
El Roma, con Pizarro, ganó por 4-0 en la Liga de Campeones y ha ganado los dos partidos de la Liga nacional. Va en cabeza.
Como decíamos, no es justo criticar a los algonquines. Si Manhattan hubiera sido del Inter, habría acabado en manos de Silvio Berlusconi por 12 dólares, con Pizarro incluido en el lote.
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