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Reportaje:Fútbol | Internacional

'La Juve' regresa a Turín

El equipo de Deschamps, con sólo 8.000 socios, debuta en la Serie B de vuelta a su viejo estadio

El guardia urbano que el pasado sábado controlaba el tráfico entre la Via Agnelli y la Via Filadelfia a primera hora de la tarde maldijo su mala suerte. El atasco, los bocinazos y las oleadas de transeúntes acelerados anunciaban que 16 años después el Juventus había vuelto a Turín. Más lejos que nunca queda ahora el desangelado estadio Delle Alpi, a diez kilómetros del centro de la ciudad.

Las tropelías de los ex dirigentes Luciano Moggi y Antonio Giraudo han precipitado el regreso al otrora vetusto Comunale, hoy pomposo Stadio Olimpico tras su remodelación para los Juegos del pasado invierno. 25.000 espectadores abarrotaron el Comunale el 22 de abril de 1990 para ver el último partido del Juventus -empató a uno con el Roma-. 16.000 bastaron anteayer para colapsar la Via Agnelli, pero no llenaron el campo. A pesar de las rebajas en los abonos, las entradas regaladas a centenares y los continuos llamamientos a través de la prensa, los nuevos gestores del Juventus no han conquistado a una afición superada en su propia ciudad por el furor que despierta el Torino. Cada quince días, es el renacido Toro el que transforma al Olímpico en un estadio de la Serie A. Si el Juventus ha logrado retener a 8.000 de los 21.000 abonados de la temporada pasada en Delle Alpi, el Torino cuenta con el doble -el Cádiz y el Málaga conservan más de 18.000 y 10.000 socios respectivamente en la Segunda División-.

A pesar de las rebajas y de los llamamientos en la prensa, el club ha perdido 13.000 abonados

El golpe es cruel para un club que presume de cautivar a 14 millones de italianos. Y los rivales no ayudan. El honor de ser el primer visitante le tocó al Vicenza, el equipo que alumbró al mito juventino Paolo Rossi. Y de eso hace más de 30 años. El pasado sábado, la megafonía contribuyó a paliar la sensación de vacío. Un espectáculo all'americana desembocó en la presentación de los jugadores del Juventus, que apenas oían los aplausos de su gente por culpa de los gritos del locutor. Con el pitido inicial del árbitro, los hinchas radicales relevaron a los altavoces durante unos minutos hasta que los jugadores del Vicenza forzaron el silencio a base de sofocar cualquier conato de inspiración con la pelota en los pies.

Pero ni siquiera en las faltas se impusieron los visitantes. El Juventus nunca ha andado escaso de tipos duros y menos ahora, cuando más falta le hacen. El público no se enervó con lo que vio. Fiel a su costumbre, aguardaba a que surgiera el oportunismo de Trezeguet o el toque certero de Del Piero. Y aparecieron los dos. La vieja fórmula aún funciona -entre Trezeguet y Del Piero han marcado 324 goles- para alivio de una hinchada que se descubrió más preparada de lo previsto para sobrellevar el calvario de la Serie B. No conviene perder las buenas costumbres. O eso pensó Giampiero Boniperti, histórico ex jugador y presidente honorífico del club, que cumplió con su particular rito de marcharse a su casa en el descanso. Con el partido cerrado, los espectadores vitorearon a sus queridos Buffon, Nedved, Del Piero y Trezeguet -a pesar de que éste admitiera públicamente su deseo de dejar el club-, abuchearon a Camoranesi -también se quiso ir, pero a él no le comprenden- y dedicaron a Pesotto -el ex jugador y empleado que estuvo a punto de morir al caer al vacío desde una ventana de la sede- una adaptación personalizada de la canción de Popeye, el marino.

Conformes con el resultado (2-1), los 16.000 espectadores no tardaron en dispersarse. Una hora después, las calles estaban despejadas y en el cruce entre la Via Agnelli y la Via Filadelfia los conductores pudieron retomar el hábito de saltarse las señales de tráfico sin un guardia que les tosiera.

Del Piero (a la derecha) abraza a Trezeguet tras marcar el francés.
Del Piero (a la derecha) abraza a Trezeguet tras marcar el francés.AP

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